Escribe el Pbro. Daniel Kerber.
El pasado mes de julio, tuve la alegría de ser invitado a predicar un retiro para las monjas benedictinas de Nuestra Señora del Paraná, en Argentina. Fue una experiencia profundamente consoladora el poder compartir, una vez más, un camino de fe y oración con la rica tradición benedictina. Al finalizar el retiro, las monjas me invitaron a pasar por su «quiosco» para que me llevara un obsequio. En el monasterio tienen una fábrica de dulces, pero también un “quiosco” donde ofrecen artesanías religiosas y una cuidada selección de libros. Allí mis ojos se cruzaron con la carátula de un libro me llamó la atención: Sola con el solo, una biografía de la hermana Clare Crockett, escrita por la hermana Kristen Gardner, también del Hogar de la Madre.
Ya había escuchado su nombre en varias ocasiones, había visto videos cortos sobre su vida y varias personas me habían hablado de ella con mucha admiración. Pensando precisamente en ellas, y movido por la curiosidad, decidí llevarme el libro y lo leí al regresar del retiro. La lectura me sumergió en su historia y me llevó a ver el documental O todo o nada, que ya acumula casi cinco millones de visualizaciones. A medida que avanzaba en el libro, su vida y su persona me atraía cada vez más, y me sorprendió gratamente la solidez de la escritura. La biografía estaba bien fundamentada en testimonios directos y, lo más valioso, en los propios escritos de la hermana Clare. Más tarde descubrí que la autora, la hermana Kristen Gardner, es la postuladora de su causa de canonización, lo que da una idea de la seriedad y rigor con que fue preparado el texto. El hecho de que su causa ya se hubiera introducido, con la apertura de la fase diocesana de beatificación el 12 de enero de este año en Alcalá de Henares, aumentó aún más mi alegría y mi expectativa.
Una de las cosas que más me conmovió fue la franqueza y la sencillez con las que, tanto el libro como el documental, abordan no solo el «pasado no santo» de Clare Crockett, sino también las muchas dificultades que enfrentó a lo largo de su formación y durante su vida religiosa. A menudo, las «vidas de santos» parecen forzar una santidad inmaculada desde la cuna, lo que termina por alejar y desanimar a los creyentes comunes, que no se identifican con esa imagen de perfección inalcanzable. La historia de Clare es un soplo de aire fresco porque nos muestra a una persona real, con luchas, caídas y una fe que se forja en el camino. También mostraba la confianza creciente en el Señor que se desarrollaba en Clare.
Claro que la hermana Clare tenía una simpatía innata que contagiaba a quienes la rodeaban. Como ella misma le escribió una vez al padre Rafael Alonso, fundador del Hogar de la Madre: “con toda humildad lo digo, creo que le caigo bien a todo el mundo”. Sin embargo, no es solo su encanto lo que atrae a tantos, sino el radical testimonio de la llamada que el Señor le hizo y la entrega total con la que ella decidió corresponder hasta el final de sus días. Su simpatía y sus dotes de actriz, un sueño que acarició desde joven, no fueron un obstáculo, sino el vehículo que Dios utilizó para llevar a muchos la belleza de su Presencia poderosa. A través de Clare, podemos ver cómo la gracia divina se manifiesta en nosotros, capacitándonos para una vida plena y completamente entregada.
El relato de su vocación, narrado por ella misma, tiene la fuerza de la espontaneidad de una joven a la que Dios sale inesperadamente al encuentro, en medio de una vida de búsqueda, excesos y desenfreno juvenil. Clare, una muchacha irlandesa, recibe una invitación para ir a España. Para ella, España era sinónimo de sol, vacaciones y fiesta. No sabía que en realidad era una peregrinación para celebrar la Semana Santa. A regañadientes y con bastante indiferencia, se sumó al grupo hasta que llegó el Viernes Santo. Durante la veneración de la cruz, se unió a la fila «para acompañar». Ella misma cuenta que iba “con las manos en los bolsillos” y, al llegar frente a la cruz, la besó «en cosa de diez segundos y me volví a mi asiento». Fue en ese instante, en su asiento, donde la emoción la desbordó y se puso a llorar. Una de las hermanas de la peregrinación se le acercó y le preguntó qué le pasaba, a lo que Clare respondió: “¡Murió por mí, y me ama!”. A pesar de haber crecido en una Irlanda de arraigada tradición católica, su vida personal no había estado marcada por una fe profunda.
A partir de ese momento, supo que su existencia solo tendría sentido si correspondía con radicalidad a ese amor infinito que se le había manifestado en Jesús crucificado. Encontró la respuesta a esa llamada en la vocación de las hermanas que acompañaban la peregrinación, las Siervas del Hogar de la Madre.
¿Cómo podría conciliar su vocación de «actriz famosa», un sueño que ya estaba a punto de materializarse con un papel en una película, con esta nueva llamada que le salía al encuentro? Es muy simpático el testimonio que el padre Rafael Alonso da de la conversación que tuvo con ella después de ese encuentro con Jesús. El padre Rafael la recuerda fumando un cigarrillo mientras le decía: “yo voy a ser monja, y voy a ser monja famosa”. A lo que él le respondió con calma: “Pues sí, vas a ser monja famosa, pero para ser monja famosa, tendrás que ser la más humilde y para ser la más humilde tendrás que aprender a obedecer”. La respuesta de Clare, con una pitada al cigarrillo, fue contundente: “Pues obedeceré”. El padre Rafael concluye: “Ahí está el carácter de esta hermana ¿ves? Es un carácter de totalidad”.
«Una de las cosas que más me conmovió fue la franqueza y la sencillez con las que, tanto el libro como el documental, abordan no solo el ‘pasado no santo’ de Clare Crockett, sino también las muchas dificultades que enfrentó a lo largo de su formación y durante su vida religiosa»
Pbro. Daniel Kerber
Sin embargo, el camino de respuesta no fue una línea recta. Clare regresó a Irlanda y, como ella misma lo confiesa, cayó nuevamente en sus viejos hábitos: “Fui a Irlanda otra vez, vivía mal, vivía en pecado mortal. Bebía mucho, fumaba mucho, empecé fumando drogas, seguía allí con mis amigas, mi novio, seguía igual, porque decía, no puedo cortar con todo eso”. A pesar de todo, la llamada de Dios seguía resonando en su corazón.
Otro «encuentro» crucial con el Señor tuvo lugar una noche en una discoteca. “Una noche, en una discoteca yo estaba a punto de vomitar, porque yo bebía tanto que no controlaba. Y caí en el baño de la discoteca y sentí fuertemente la mirada del Señor, y dentro de mí, yo oí al Señor que decía “¿Por qué me sigues hiriendo?”. Este llamado, que le llegaba en medio de su miseria, la confrontó de nuevo con la verdad de su corazón.
Poco después, la contrataron para una película, y las puertas del «éxito» que tanto había anhelado se abrían de par en par. Pero, durante la grabación, alojada en un hotel de lujo, una profunda sensación de vacío la invadió. “Vale, yo estoy aquí y lo tengo todo, y yo sentía como que nada que yo podía tener, nada, me podía llenar, ni éxito, ni fama, ni amor humano. Todo me parecía que llegaba a un límite que no…, o sea, que hay algo más. Yo sabía que el Señor me llamaba para ser suya en las Siervas del Hogar de la Madre, a darle mi vida para que otros le pudieran conocer, y yo estaba como poniendo otras cosas delante de él”. En ese momento de honestidad brutal consigo misma, tomó la decisión más importante de su vida: dejarlo todo.
A partir de allí, se fue a España y dio su vida «con un corazón indiviso» ingresando en las Siervas del Hogar de la Madre. Su vocación se desarrolló a través del tiempo de formación, hasta que finalmente se comprometió de por vida a servir al Señor. Vivió en varias comunidades, en España, en Miami y, finalmente, en Ecuador, donde atendía una escuela en Playa Prieta, a unos diez kilómetros de Portoviejo. Allí, su vida llegó a su fin de manera abrupta y trágica. El 16 de abril de 2016, un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter sacudió la región, cobrándose 270 vidas. Entre las víctimas se encontraban la hermana Clare y cinco postulantes.
El pasado domingo 10 de agosto, leímos el Evangelio de Lucas, en el que Jesús nos invita a estar siempre preparados y vigilantes. Y, cuando Pedro pregunta si la parábola es para ellos o para todos, Jesús responde: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre haciendo ese trabajo!” (Lc 12,42-43). En la homilía hice énfasis en el hecho de que Jesús dice: «Feliz aquel a quien su señor, al llegar encuentre ‘haciendo’ eso». Es decir, que el Señor se complace en nuestro hacer, en un servicio concreto. Este «estar preparados» y «vigilantes» se traduce en la acción, en el servicio que el Señor ha encomendado a cada uno. En ese momento, hice mención a una oración que la hermana Clare había escrito. Ella le decía a Jesús: “Te amo”, y sentía que el Señor le respondía: “¡grítamelo con tu vida!”.
La vida de esta sierva de Dios es un regalo para la Iglesia. Su existencia es un grito valiente de una mujer que, al saberse amada, supo gritar con su vida que amar de verdad es entregarse por completo, hasta el final. La historia de Clare Crockett nos interpela a todos, creyentes y no creyentes, recordándonos que la santidad no es un camino para unos pocos privilegiados, sino una llamada universal a vivir con radicalidad, con la valentía de un corazón que se entrega por completo. Su «todo o nada» es un eco de las palabras de Cristo, que nos invita a dejarlo todo para encontrar la única cosa que realmente puede llenar el corazón.
1 Comment
Gracias querido bendecido Daniel …. ..recuerdo siempre..vivo siempre .
aquel primer día qué junto a hermana amada Patricia ..nos leyeron el Salmo…y nos preguntaron ..que es lo que más nos había llegado…tocado el corazón ..de lo que han escuchado…… TI GRITO SEÑOR!!!!
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