A Rubén Barboza (72) se lo llevaron engañado. ‘Nano’, como lo llaman sus cercanos, se preparaba para asistir a una, casi habitual, reunión de las comisiones pastorales del Cono Sur. O eso era lo que él creía.
El plan estaba perfectamente elaborado. Contaron con la complicidad de su esposa, Juana Cáceres, e incluso participó el presidente de CICE para América (Conferencia Internacional Católica de Escultismo). Todo era normal, incluso el itinerario de la jornada.
“La reunión comenzó analizando un evento de convocatoria scout denominado como Éxodo Joven —que finalizó recientemente—, y luego empezó todo el tema. ¡Parecía algo armado por la CIA!”, sostiene, entre risas. En aquella tarde del 8 de julio, a ‘Nano’ Barboza le entregaron un reconocimiento muy particular, de parte de la Confederación Mundial de Scout Católico.
“Fue increíble, trabajaron cerca de un año sin que yo supiera nada. Fue una distinción que jamás esperé”, reconoce Barboza. De acuerdo con datos brindados por el Movimiento Scout del Uruguay, se trata del quinto reconocimiento que recibe el scoutismo católico en toda Latinoamérica, en contraste con los registros internacionales. De treinta y cinco millones de scouts a nivel mundial, únicamente se entregaron ciento sesenta y ocho distinciones. Una de ellas, es de ‘Nano’ de San Jacinto.
El plan de Dios
El mundo scout llegó de grande a la vida de Rubén Barboza. Si bien hace veinticuatro años que trabaja para el Movimiento Scout —veintidós de ellos junto a la Pastoral Scout—, recién a sus cuarenta y ocho años comenzó su travesía.
“Fuimos a un retiro en Salto. Había un grupo scout que ayudaba a cuidar unos autos. Luego, esa noche, estaban reunidos alrededor del fuego. Siempre me gustó la naturaleza, y me di cuenta de que el fogón era, en realidad, una excusa para fomentar el encuentro y el servicio hacia la comunidad. Pregunté qué era todo eso, y desde ese momento, todo cambió. Al año ya habíamos abierto un grupo”, detalla ‘Nano’.
“Trabajamos en el Movimiento Scout sin perder de vista nuestro carisma católico”
Rubén Barboza
Su esposa, Juana, no duda en afirmar: “Si no fuera por Jesús, nada de esto pasaba. Nosotros trabajábamos en otras cosas, teníamos nuestra fe y nuestras creencias, pero jamás nos imaginamos un cambio así de vida. Creo que esto fue un llamado de Dios, desde su participación en aquel retiro hasta todo el trabajo en la comunidad”.
Un movimiento nacional
En Uruguay hay aproximadamente treinta grupos scout. La mayoría están en Montevideo, aunque también hay en Maldonado, Colonia, Canelones, Paysandú, Río Negro y Cerro Largo. No obstante, por fuera del Movimiento Scout del Uruguay también hay otros grupos scouts.
“Sin duda, hay varias ramas. Digamos que la más oficial es, lógicamente, el Movimiento Scout, por ser el único afiliado a la Organización Mundial del Movimiento Scout, y el más antiguo del país. Fue el resultado de una fusión; antes estaba ASU (Asociación Scout del Uruguay) y ASCU (Asociación de Scouts Católicos del Uruguay). En líneas generales, hubo una baja grande con la pandemia, recién se está empezando a acomodar de vuelta. En Uruguay somos, como mucho, tres mil scouts. En Argentina son ochenta mil”, explica ‘Nano’.
‘Nano’ considera que ser scout transforma la manera de ver la vida. Fuente: R. Fernández
La solicitud de fusión llegó en 1994 por parte de la Organización Mundial del Movimiento Scout, para focalizar todos los esfuerzos en una misma organización, tal como ocurre en otros países de la región. Esto posibilitó que, dentro del Movimiento Scout, se puedan practicar todas las religiones. “La única que venía trabajando fuerte era la católica e incluso quedó con una comisión propia. Dentro de la comisión pastoral, trabajamos en el Movimiento Scout sin perder de vista nuestro carisma católico. Cuando uno ve un grupo que se declara católico o que trabaja activamente dentro de una comunidad católica, es porque pertenecen al Movimiento”, confirma Barboza.
Las organizaciones reciben jóvenes entre ocho a veintiún años aproximadamente. Posteriormente, cada scout decide si continúa dentro del área como educador, con su respectiva capacitación, o si se distancia del movimiento.
Vida de fe y servicio
Es sabido que ser cristiano es una tarea de veinticuatro horas. Para muchos, ser scout implica el mismo reto. “Para Jesús no hay jubilación. Ahora quiero ver en dónde me va a poner el jefe de arriba, porque yo ya estaba pensando en la retirada, pero seguro algo me va a pedir (risas). Uno es católico de tiempo completo. Y scout, también”, reflexiona Barboza.
Para ‘Nano’, no solo coexisten, sino que se complementan: “Se aportan muchísimo entre sí, porque el scoutismo te forma desde el ser de cada uno. En la espiritualidad ocurre lo mismo, por eso hay que apostar a que los chicos se conecten con esa parte, y que luego vean en qué eligen creer. Dentro del catolicismo intentamos mostrarles nuestra realidad sin forzar nada, y enseñarles un camino diferente para hacer las cosas. Lógicamente, no somos catequistas y estamos abiertos a muchachos con cualquier tipo de creencias, o sin ellas. Pero es una gran satisfacción que cada chico, además de conectar con el grupo y la naturaleza, se vincule con su propia espiritualidad”.
“Ser scout fue un llamado de Dios”
Juana Cáceres
Algunas de las actividades principales del Movimiento Scout son aquellos ejercicios que permiten un contacto con la naturaleza. “Esa es la base del grupo. Ellos salen de campamento, por lo menos, tres veces al año. Son experiencias fundamentales que además fortalecen el vínculo con cada comunidad, dependiendo de qué educador esté al frente. Uno de los elementos que tenemos para quienes combinamos el ser scout con nuestro sentir católico es, por ejemplo, el llamado Éxodo Joven, que es una actividad de la que participaron más de setenta scouts, en la zona de la meseta de Artigas y se realiza de manera anual hace dieciocho años. Es el fuerte para poder evangelizar”, expresa.
Nuevos tiempos
“Ser scout te cambia la vida. ¿Qué joven se aparta del confort de su casa, de la tecnología, y se va de campamento al medio del campo? Esas cosas te hacen dar cuenta de que todo el esfuerzo vale la pena”, reconoce ‘Nano’, para luego comentar que “ya nada es como antes”, con cierto dejo de resignación. “La práctica no es la misma, todo ha impactado, son generaciones distintas y la tecnología produjo un gran cambio”, complementa.
La organización también se adaptó al cambio. El Movimiento Scout cuenta con su propio grupo de WhatsApp y algunas reuniones de la comisión pastoral, son mensuales y a través de Zoom. Actualmente son ocho personas que la integran, mientras que, a nivel general, el consejo directivo del Movimiento está integrado por diez personas. Si consideramos todas las áreas nacionales, el número asciende a treinta integrantes.
“¡La realidad es que es una gran locura ser scout!”, reconoce ‘Nano’, mientras nuevas risas cómplices se asoman junto a Juana. “El apoyo familiar es fundamental, porque hay actividades de varios días que complican a los demás. No podría hacer nada sin ella”, agrega.
La nostalgia aparece mientras revive diferentes historias de su pasado scout: “Vas conociendo muchas historias lindas. Una que me genera mucha satisfacción y afecto es que tenía dos chicos scouts, de once años aproximadamente, que ahora tienen treinta y cuatro y se preparan como educadores. Quisiera que más personas vivieran esa experiencia, porque la metodología scout te enseña a respetar la naturaleza, a trabajar en equipo, a escuchar. Es una experiencia muy rica, hay que pensar que su fundador (Baden-Powell) la instaló en 1907 y sigue absolutamente vigente. Empecé a ser scout de viejo, a los cuarenta y ocho años. Ojalá hubiese empezado antes, así no habría cometido tantos errores de adulto”, concluye.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos