El obispo de la diócesis de San José de Mayo y presidente de la Comisión Nacional de Pastoral de Familia y Vida de la CEU presidió la misa en el Encuentro Nacional de las Familias.
El sábado 22 de octubre se realizó, en el Colegio Seminario, el Encuentro Nacional de las Familias, que reunió a familias de todas las diócesis del país, movimientos y grupos.
La actividad contó con la participación de sacerdotes, religiosos y laicos pertenecientes a parroquias, colegios, movimientos y asociaciones católicas que trabajan por la familia.
En el transcurso de la jornada hubo testimonios, encuentros temáticos y charlas a cargo de varios expositores, como María José Soler, Ricardo Facci y Fernando Vidal.
Al mediodía tuvo lugar en el templo del Sagrado Corazón la santa misa, que fue presidida por Mons. Fabián Antúnez, obispo de la diócesis de San José de Mayo y presidente de la Comisión Nacional de Pastoral de Familia y Vida, de la Conferencia Episcopal del Uruguay.
El amor, fundamento de la familia
El obispo centró su homilía en el amor, una palabra que en la cultura, según su opinión, se utiliza mucho y en el último tiempo se ha malgastado».
«Queremos hablar del amor porque la familia tiene su raíz en la experiencia del amor, experiencia de que somos amados primeros, Dios toma la iniciativa en el amor. Hemos sido creados para el amor».
Mons. Antúnez señaló: «En la familia vamos descubriendo la experiencia vital de amar y ser amados, que configura a las personas y da anclaje y raíces, que permite proyectarse. Que permite que cada uno de sus miembros pueda soñar, experimentar los talentos y cualidades, y preguntarse por la propia vocación.
El pastor de la diócesis de San José expresó su deseo de que el amor y los valores del corazón estén más presentes en la sociedad. En esta línea, propuso que hay que «refundar la familia» debido a que esta ha cambiado. Llamó a repensar los encuentro, los lenguajes, los dinámicas y el espíritu familiar.
Más adelante, criticó que actualmente se vive en un «individualismo muy fuerte», y que para salir de esto «cada uno necesita salir del propio amor». En este sentido, invitó a «perder» el tiempo con los otros en la escucha, en la contención y en el discernimiento compartido, para tejer redes y estar atentos a otras vulnerabilidades: «Cuando somos capaces de vivir la compasión, nuestra escala de valores se reubica, nuestras neurosis desaparecen, nuestros perfeccionismos se integran. Vamos descubriendo que tenemos tanto para dar».
Y aclaró que: «No se trata de postergar a los miembros de la familia, sino descubrir el llamado a insertar a la familia en la sociedad. A repensar juntos, con redes, lo importante que es la educación de los hijos, la fe, la mesa compartida, la gratuidad, el trabajo, la honestidad y tantos valores que se han ido perdiendo. Necesitamos recuperarlos».
Construir la familia
Para Mons. Antúnez la familia se construye con pequeños gestos, como el saludo por las mañanas, dar las gracias, juntar la manos para rezar, enseñar a los niños la piedad tocando las imágenes, el silencio interior y también el bullicio, la fiesta, el disfrute, el deporte, el tiempo compartido. «Me encantan las familias ruidosas, con vida, con pasión, con discusión de temas, con sueños. Eso es crear familia, eso es caminar juntos en cada una de las etapas vitales», manifestó.
En su prédica, el obispo dijo que la familia es lo primero: «Nuestro proyecto personal tenemos que cuidarlo como el desarrollo profesional, como cuidamos las capacitaciones y las postulaciones laborales». Para discernir juntos las situaciones familiares, Mons. Antúnez recomendó poner en práctica el lenguaje emocional, la adjetivación de las emociones y una comunicación asertiva.
«Deseo que la familia pueda soñar, que no perdamos la capacidad de soñar. Que recuperemos la ilusión de soñar. Que construyamos puentes entre todos, donde vayamos viviendo criterios comunes en la formación de los hijos, y que nos podamos apoyar y sostener mutuamente. Que podamos reflexionar juntos», comentó.
Posteriormente, llamó a los presentes a construir la espiritualidad familiar y la Iglesia doméstica, para que las personas se cuiden y se valores. Para que los padres e hijos tengan un espacio de diálogo y reflexionen juntos de aquello que tienen para crecer.
Por otro lado, dijo que Jesús llama a todos a crear familia. «Dios quiso venir a una familia. No eligió ser alguien aislado. Es Dios Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un hijo que se encarna en una realidad concreta, se hace carne, se hace tejido, se hace llanto, se hace familia. Viene meterse en medio nuestro y en medio de nuestras realidades materiales para bendecirlas, para acompañarlas, para sostener en las fragilidades y para animarlas hacia adelante».
«Dios eligió salvar al mundo desde una familia. Desde un sí de una mujer joven y desde el acompañamiento de un varón justo, que eligió postergarse para amar en la sombra. Dios eligió venir al mundo a habitar en medio nuestro desde una realidad concreta de familia», añadió.
En un momento de la homilía, Mons. Antúnez planteó una serie de preguntas para reflexionar: ¿Cómo vamos caminando juntos como familia? ¿Qué necesitamos remover en la familia para vivir más vitalmente el amor? ¿Qué prioridades nuevas necesitamos construir juntos para vivir la comunicación y el diálogo? ¿Qué espacio de intimidad necesitamos recuperar que se nos ha ido perdiendo en el individualismo que nos atomiza? ¿Qué conversación difícil debo tener para recuperar a ese hijo o esa hija que se me quedó en un momento vital, bloqueado o blindado? ¿Qué necesita de nuestra escucha, de nuestro puente para sobrellevar una crisis?
En este sentido, propuso que los matrimonios vean qué crisis atraviesan, para que sea una ocasión de crecimiento y maduración, y no de disolución del vínculo. A su vez, habló del dolor que puede generar una separación o la pérdida del cónyuge, y señaló que a partir del dolor «se puede seguir amando, sanar heridas para seguir caminando».
Pensar en el futuro
En el tramo final de su homilía, Mons. Antúnez llamó a los adultos a regalarles un «mundo distinto» a los jóvenes: «Ojalá inspiremos en las próximas generaciones el deseo de crear familia. Lo necesita el país, que tiene un índice de natalidad muy bajo. Lo necesita un país que necesita cuidar de las personas mayores. Lo necesita un país, que necesita que la fe esté presente en el corazones de las familias.
«Que el Espíritu Santo nos ayude a todos, siendo agradecidos de la realidad de la familia que vivimos. Que la Iglesia sea una gran familia de puertas abiertas para vendar las heridas de tantos que necesitan del amor y de la misericordia del Padre», concluyó.