La institución que depende de la Administración de los Servicios de Salud del Estado —ASSE— sufrió pérdidas totales por un incendio que ocurrió el 9 de enero. La Iglesia de Montevideo hace un llamado a donar sangre, especialmente durante el tiempo de Cuaresma.
El 9 de enero, los uruguayos amanecieron con una noticia trágica: en el edificio del Servicio Nacional de Sangre (SNS) —Av. 8 de Octubre 2720— se produjo un incendio que ocasionó importantes pérdidas materiales. El hecho se originó sobre las 05:20 horas y, según las pericias de Bomberos, fue ocasionado por un desperfecto eléctrico en el segundo piso. No se registraron lesionados.
La directora interina del SNS, Lilia López, dijo a Entre Todos que las áreas más afectadas fueron la técnica y la de extracción de sangre, donde se reciben a los donantes. “El laboratorio principal, donde se procesan y almacenan todas las unidades de sangre —glóbulos rojos, plaquetas, plasma—, quedó completamente destruido”. También hubo otras importantes pérdidas materiales, entre ellas todos los equipos automatizados que realizan los análisis de grupos sanguíneos.
En segundo plano, se vio afectado el área de proveeduría donde se almacenan los insumos de hemoterapia que se utilizan en el SNS y que se envían a todos los servicios de ASSE ubicados a lo largo y ancho del país.

Sede del Servicio Nacional de Sangre. Fuente: gentileza del SNS
El SNS depende de la Administración de los Servicios de Salud del Estado —ASSE— y se encarga de la organización del empleo terapéutico de la sangre y sus derivados. Además, promueve la donación de sangre voluntaria y repetida. Fue creado por la ley 12. 072, del 27 de noviembre de 1953, y desde el año 1991 lleva el nombre de Julio César Estol (1889-1939), médico reconocido por ser el impulsor de la hemoterapia en Uruguay.
“Procesamos la sangre, hacemos estudios y producimos los hemocomponentes del área de Montevideo. Además, realizamos los estudios serológicos de enfermedades transmisibles —Hepatitis, VIH— de todo el territorio nacional, menos de la regional este que los realiza el Hemocentro de Maldonado. Somos un banco de reserva de sangre para todo el Uruguay”, explicó López.
Tras el incendio, el SNS trasladó el área de atención a donantes y el laboratorio de enfermedades transmisibles al Hospital Militar —Av. 8 de Octubre 3020—. “Tuvimos que empezar a trabajar de manera urgente porque todo el servicio se vio afectado. Había que reponer el stock de sangre rápidamente”, dijo López.
El SNS recibe por día entre cuarenta y sesenta donantes. Luego del accidente, este número creció. “La gente respondió muchísimo ante la situación porque hace muchos años estamos instalados en la sociedad uruguaya. Tenemos una valoración muy positiva por parte de las personas que vienen a donar”.
López destacó la ayuda que recibió el SNS por parte del Hospital de Clínicas, CASMU, la Universidad Católica y el Hemocentro de Maldonado, que permitió cubrir la demanda de sangre los primeros días. “Tenemos clubes de donantes, que rápidamente se pusieron a disposición para hacer jornadas descentralizadas fuera de la sede central”.
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Actualmente, el SNS trabaja en conjunto con la división de arquitectura de ASSE en un plan para reparar las áreas afectadas del edificio. “El proyecto de albañilería está pronto. A partir de ahora, podemos hacer un llamado a empresas para que coticen la reparación”, dijo López. Se estima que las obras de reconstrucción llevarán entre cuatro y seis meses. Durante este tiempo, el SNS seguirá ubicado en el Hospital Militar. No obstante, desde febrero se retomó el área administrativa en la sede central.
Para la directora interina del SNS es importante que las personas donen sangre permanentemente porque cualquiera la puede llegar a necesitar de manera urgente. “La sangre tiene que estar en todo momento. No hay que pensar que ‘si mi internan, alguien va y dona’. No, la sangre tiene que estar antes porque un paciente la puede necesitar para que se la transfieran”.
“Si una persona es sana y está apta para donar sangre, eso ya es un privilegio. Es ofrecer un pedazo de nuestro cuerpo para que otra persona, que atraviesa un problema de salud, lo use y pueda curarse”, dijo López.
«(Donar sangre) es ofrecer un pedazo de nuestro cuerpo para que otra persona, que atraviesa un problema de salud, lo use y pueda curarse»
Lilia López
Los requisitos para donar sangre son: tener más de dieciocho años, pesar más de cincuenta kilos, tener la cédula de identidad vigente y en buen estado, tener ayuno de lácteos no mayor a diez horas y no menor a cuatro, y haber descansado por lo menos seis horas la noche anterior.
P. Miguel Ángel Hernández, vicario de la Pastoral de la Salud en Montevideo: «El donante entrega una parte de su propio ser viviente como don salvador»
La Iglesia ha fundamentado cristológicamente la legitimidad de la transfusión de sangre y la donación de órganos y tejidos desde el mandamiento del amor de Jesús. Así como Jesús, el Buen Pastor, dio su vida por sus ovejas (Jn 10, 11), también los discípulos de Jesús son llamados a dar su vida por el prójimo: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn 15, 13). El discípulo de Jesús no debe preocuparse excesivamente por su vida y debe ser capaz de arriesgarla por los demás, como nos enseña también el apóstol Pablo: “Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos” (1Tes. 2, 8). En efecto, la fe ve al prójimo como alguien con el cual se está vinculado “en Cristo” (Gal 2,2).
También el magisterio universal de la Iglesia católica aprueba la donación de órganos como ayuda meritoria al prójimo. La encíclica Evangelium vitae ve en la disposición a la donación en vida incluso un “heroísmo cotidiano”, “hecho de pequeños o grandes gestos de solidaridad que alimentan una auténtica cultura de la vida” y que ofrece “una posibilidad de salud e incluso de vida a los enfermos que a veces no tienen otra esperanza” (n.º 86).
El Catecismo de la Iglesia Católica precisa que la donación de sangre se corresponde con la ley moral y es incluso meritoria “si los daños y los riesgos físicos y psíquicos que padece el donante son proporcionados al bien que se busca para el destinatario” (n.º 2296). El papa Benedicto XVI, en 2008, en un discurso a la Academia Pontificia para la Vida expresó que “los trasplantes de tejidos y de órganos constituyen una gran conquista de la ciencia médica y son ciertamente un signo de esperanza para muchas personas que atraviesan graves y a veces extremas situaciones clínicas”. Reconoció que “el acto de amor que se expresa (con la donación) es un testimonio genuino de caridad […] Lo que se recibe, antes que un órgano, es un testimonio de amor que incrementa la cultura del don y de la gratuidad”.
En 2019, hablándole a la Asociación italiana de órganos, tejidos y células, el papa Francisco enfatizó el aspecto social de la donación de órganos: “La donación de órganos responde a una necesidad social porque, a pesar del desarrollo de muchas curas médicas, su utilidad nunca se agota, ya que se trata de experiencias profundamente humanas y llenas de amor y altruismo. […] Desde esta perspectiva, la donación de órganos es no solo un acto de responsabilidad social, sino también una expresión de la fraternidad universal que vincula a todos los hombres y mujeres entre sí”.
En definitiva, el donante entrega una parte de su propio ser viviente como don salvador a un semejante con el que se crea una relación de solidaridad existencial, concreta y efectiva.
Al igual que toda acción de amor, también la donación tiene que brotar de una decisión libre frente a la cual de parte del receptor no puede plantearse exigencia alguna. Para él, la donación de órganos de una persona desconocida sigue siendo siempre un regalo inesperado que solo puede recibir con gratitud.
Un criterio de decisión que puede regir como pauta segura es la regla de oro. En ella, Jesús resume el mandamiento del amor al prójimo: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos” (Mt 7, 12). En esta forma positiva, la regla de oro nos lleva a una relación que va más allá de un mero “doy para que me des”. Por el contrario, en la comprensión de Jesús, la regla de oro persigue otra intención: nos invita a cambiar mentalmente de lugar dirigiendo nuestra mirada a lo que esperaríamos de los otros si necesitáramos su ayuda. No es sino este cambio de dirección el que nos capacita para juzgar las propias opciones desde un punto de vista distinto, el de la necesidad del prójimo.
Por: Fabián Caffa
Redacción Entre Todos