El domingo 11 de febrero, en la Basílica de San Pedro, María Antonia de Paz y Figueroa — popularmente conocida como Mama Antula— será canonizada por el papa Francisco. La incansable misionera se convertirá así en la primera santa argentina. En base a Vatican News.
De María Antonia nació en 1730 en Santiago del Estero, en ese momento parte de la Gobernación de Tucumán, en el Virreinato del Perú, en la actual Argentina. De familia acomodada, recibió desde su infancia una buena y sana educación religiosa y espiritual, así como una formación cultural, según se deduce de su correspondencia.
Siendo aún joven, pronto entró en contacto con la espiritualidad ignaciana. En 1745 vistió el hábito de «beata» jesuita mediante la emisión de votos privados y comenzó a llevar vida comunitaria junto a otras consagradas. Bajo la dirección del padre jesuita Gaspar Juárez, se dedicó a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres.
El llamado al apostolado de los Ejercicios Espirituales
En 1767, por orden de Carlos III, los Padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados de los territorios de la Corona española, y María Antonia maduró la intención de continuar el apostolado de los ejercicios espirituales, considerado un bien precioso para personas de todos los niveles sociales. Su decisión no fue bien recibida por los miembros de su Comunidad, donde existía un clima hostil hacia la Compañía de Jesús, pero María Antonia, ya con treinta y siete años, perseveró en su intención de seguir organizando cursos de Ejercicios Espirituales. Entre 1768 y 1770, los participantes vivieron el tiempo de retiro durante varios días, recibiendo orientación y reflexionando sobre sus vidas. Para este proyecto contó con el pleno consentimiento de su confesor y del Obispo de la ciudad de Santiago del Estero, donde abrió una casa.
Para ello, viajó a diversos lugares: Santiago del Estero, Silípica, Loreto, Salavina, Soconcho, Atamasqui, entre otros. Más tarde, también fue a otras provincias como Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta y Tucumán. El Obispo de Tucumán dio su consentimiento a su iniciativa y permitió la difusión de este nuevo impuesto espiritual.
El método seguido por la Mama Antula fue muy sencillo. En efecto, apenas llegaba a una ciudad o pueblo indicado como lugar de Ejercicios, se presentaba inmediatamente ante las distintas autoridades para obtener los permisos pertinentes. Los Cursos de Ejercicios duraban unos diez días y se celebraban a lo largo de todo el año. Los participantes eran personas de distintas condiciones sociales. Regresó a Buenos Aires —que hacía poco tiempo se había convertido en la capital del Virreinato del Río de la Plata— en septiembre de 1779, después de un viaje de 1400 km, presentándose al Virrey y al Obispo, para obtener el permiso de organizar los Cursos de Ejercicios. Esperó cerca de un año para conseguirlo, pero le fue negado principalmente por el Virrey, que sentía aversión por todo lo relacionado con la Compañía de Jesús.
Recién al año siguiente, en 1780, comenzaron los retiros en Buenos Aires con increíble éxito. Observando los frutos que esta espiritualidad producía entre los fieles, el Obispo cambió de opinión y la apoyó. Se formaron grupos de unas doscientas personas. En cuatro años, más de quince mil personas participaron en este viaje espiritual.
El paso por nuestra tierra y los últimos años
Entonces, el deseo de «ir donde Dios no era conocido» la llevó a la Banda Oriental —actual Uruguay—, donde primero en Colonia del Sacramento y luego en Montevideo, llevó adelante los Ejercicios en innumerables ocasiones. De regreso a Buenos Aires, inició la construcción de lo que hoy es uno de los edificios más antiguos de la ciudad, la Santa Casa de Ejercicios Espirituales. Peregrinó de puerta en puerta con el fin de recaudar fondos para la construcción de la casa. Sus esfuerzos también fueron conocidos en Francia y su epistolario fue traducido posteriormente a varios idiomas.
Después de una vida tan virtuosa, original y fecunda en el apostolado de los ejercicios espirituales —y sobre todo ejemplar en la virtud—, murió el 7 de marzo de 1799 a la edad de 69 años. Fue enterrada en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced, en Buenos Aires. El 12 de julio de 1799, su cuerpo fue trasladado a la Basílica de Santo Domingo. A su muerte se calcula que entre setenta y ochenta mil personas se habían beneficiado de la experiencia de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Sus restos mortales descansan hoy en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced, en la capital argentina. El proceso de beatificación comenzó en 1905 y María Antonia fue beatificada el 27 agosto de 2016 por el papa Francisco. El 11 de febrero de 2024 se convertirá en la primera santa argentina.