La parroquia San Antonio de Canelones es un punto de encuentro entre los habitantes del campo y la ciudad.
José (56) y Noemí (52) están casados hace treinta y dos años. Se conocieron en la parroquia San Antonio, ubicada en el pueblo de Canelones que tiene el mismo nombre que el templo. Se conocían de vista porque vivían cerca. Pero fue en la comunidad donde afianzaron su vínculo y se enamoraron. Ambos nacieron y se criaron en el campo, más precisamente en la región de El Colorado. Hoy viven en uno de los Mevir de San Antonio y tienen tres hijos.
José integra la parroquia desde que tiene uso de razón. En su familia, su padre era devoto de la Virgen pero no era practicante. Su madre era más religiosa. Ella fue quien le inculcó la fe y lo motivó a integrar la parroquia y participara de la catequesis. En tanto, Noemí recibía lecciones de catequesis de parte de su madre. «Veníamos una vez al mes y el sacerdote nos preguntaba qué habíamos aprendido. Mi casa quedaba a ocho kilómetros de la parroquia y veníamos en bicicleta”, dice. Después, durante su adolescencia, estuvo alejada de la parroquia y volvió cuando tenía dieciocho años.
Ambos tienen gratos recuerdos del padre Juan Pedro Yllarregui (1923-2009), sacerdote que estuvo en la parroquia San Antonio desde agosto de 1961 hasta junio de 1987. Ese año, el sacerdote tuvo un quebranto de salud y desde ese momento la parroquia no contó más con un cura párroco que residiera en el lugar. Sus restos descansan en el templo.
«Era vasco. Al principio imponía mucho respeto y los diálogos con él eran cortantes. Pero después tuvimos una jornada de convivencia con los adolescentes y vimos que era una persona muy abierta. Era muy amigo de gente que incluso no pisaba la parroquia. Elaboró un mapa de toda la jurisdicción, familia por familia», dice José.
Durante su pasaje por la parroquia San Antonio, el P. Yllarregui impulsó el trabajo con los adolescentes y jóvenes, y promovió el Movimiento de Cursillos de Cristiandad para jóvenes y dado por jóvenes. «El resto de los sacerdotes que pasaron después apoyaron al movimiento, pero este decayó con el paso del tiempo. No supimos crear líderes para que continuaran con el proyecto. Muchos de los fieles que hoy estamos en la parroquia integramos ese movimiento”, cuenta José.

Noemí, René y José, integrantes de la parroquia San Antonio. Fuente: R. Fernández
Una parroquia de pueblo
El predio donde está ubicada la parroquia San Antonio fue donado por Marcelino Moreira y Julio Alfaro, fundadores del pueblo. Moreira, además, colocó la imagen de la Virgen de la Candelaria que había traído desde las Islas Canarias.
La parroquia San Antonio comenzó siendo una capilla que dependía de la Catedral Santuario Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe. En febrero de 1892, San Antonio pasó a depender de la parroquia Santa Rosa. El primer registro de bautismo celebrado en la parroquia data del 26 de julio de 1890. Entre 1880 y 1895, San Antonio fue considerada viceparroquia. En julio de 1895 fue erigida la parroquia.
El templo fue reformado mientras el P. Yllarregui era párroco. Todavía se conservan algunos objetos de la antigua capilla, como la cúpula del altar. La cruz que preside el altar fue traída desde Europa por el sacerdote y los bancos fueron donados por las familias. Además, el salón parroquial fue construido por la comunidad con pico y pala.

La parroquia San Antonio se ubica en la esquina de las calles Julio Alfaro y Marcelino Moreira, en el corazón del pueblo. Fuente: R. Fernández
El P. Hernán David Suárez (40) es de Marinilla, municipio colombiano ubicado en el departamento de Antioquia. Llegó a Uruguay en 2016 y tres años después asumió como administrador parroquial de San Antonio. En noviembre celebrará quince años de sacerdocio. El cura colombiano es párroco de la parroquia Santa Rosa, que está ubicada a ocho kilómetros de San Antonio. Además, atiende la parroquia San Jacinto, que está ubicada en el municipio de Canelones que lleva el mismo nombre.
Su sueño de niño era ser misionero. Fue por medio del obispo de la diócesis de Sonsón-Rionegro que llegó a tierras uruguayas. «Se necesitan sacerdotes misioneros para varios países», le dijo. Él ya conocía a la Iglesia uruguaya porque tiene amigos sacerdotes de este país.
El P. Suárez no reside en la parroquia. Solo va los domingos, martes y miércoles. A veces va los sábados, dos veces al mes: «Es una parroquia que no ha tenido un sacerdote residente desde hace un buen tiempo. El último sacerdote que residió fue Gabriel Orozco, que estuvo siete meses viviendo en la parroquia”.
El pueblo de San Antonio tiene cinco mil quinientos habitantes. Mil trescientos habitan en la zona urbana. «El 1% participa de la vida parroquial», indica el administrador parroquial. Hay más personas en la zona rural que en la ciudad.

El P. Hernán David Suárez es el administrador parroquial de San Antonio y atiende dos parroquias más de Canelones. Fuente: R. Fernández
Entre el campo y la ciudad
Las misiones son una tarea fundamental para evangelizar tanto en la zona urbana como la rural. Además de las visitas que realiza el sacerdote casa por casa para invitar a recibir los sacramentos, en la parroquia San Antonio hay presencia de dos misioneras, una española y otra venezolana, que forman parte de la obra San Juan de Ávila. “No tienen el carácter de consagradas, pero sí han querido vivir el bautismo a plenitud y vivir de forma casta. Por eso se entregaron a la misión”, explica el P. Suárez.
Noemí es catequista de la parroquia San Antonio y valora el aporte de las misioneras: «Ellas son un apoyo porque colaboran con nosotros en la catequesis. Preparamos juntos las reflexiones los jueves, y las demás actividades. Hacemos manualidades para que los niños conozcan más a Jesús”.
Hay tres grupos de catequesis de niños. El primer grupo tiene ocho niños, el segundo seis y el tercero diez. El territorio parroquial abarca las localidades de Santa Victoria, Costa del Colorado y Paso de la Cadena. En cada zona hay grupos de catequesis. «En una de las zonas hay capilla, que tiene una gruta de Lourdes, y en otra un salón comunal. En la tercera zona se reúnen en casas de familia”, explica Noemí.
“La religiosidad popular en la campaña sigue siendo un punto fuerte de encuentro y de evangelización”, dice José. Normalmente cuando hay bautismos y celebraciones especiales los habitantes del campo se acercan a la parroquia.

El P. Suárez muestra una pintura que presenta cómo era la capilla en sus comienzos. Fuente: R. Fernández
Hay tres eventos que unen a los pobladores de San Antonio en la parroquia: San Isidro, San Antonio de Padua y la Inmaculada Concepción. La preparación de cada celebración empieza un mes antes. “En el pueblo de San Antonio hay fe. Incluso cuando hay actividades de índole religioso la gente responde”, dice José.
En la fiesta de San Isidro Labrador, que se celebra el 15 de mayo, se aprovecha a bendecir los campos. Cada familia que esté interesada se anota y el sacerdote va al predio. “Es una forma de acercarse a las familias. Cada año se elige una localidad de San Antonio para bendecir”, dice el P. Suárez.
En la fiesta de San Antonio de Padua, que se celebra el 13 de junio, se organiza una procesión con la imagen del santo que recorre los barrios del pueblo. Otro momento donde se vive la religiosidad popular es en diciembre, mes dedicado a la Virgen María, con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. La imagen de la Virgen recorre varias zonas y se invita a las familias a que recen el rosario en su casa. “Creo que hay un poco más de religiosidad en la zona rural. La gente tiene una fe sencilla”, declara el sacerdote.
“La religiosidad popular se veía mucho más antes. Quizás porque las familias estaban más formadas y los jóvenes tenían una vida de fe más activa”, opina José. Al mismo tiempo, recuerda: «Las peregrinaciones con la imagen de la Virgen eran multitudinarias. La gente iba a pie, en bicicleta o a caballo. Las peregrinaciones se hacían de noche, por las carreteras y los caminos. Para alumbrar el camino llevábamos antorchas”. Aunque considera que las actividades han “mermado” por la baja participación de los fieles, José asegura que los eventos de religiosidad popular “son momentos fuertes”.
La realidad actual
René (79) está en los asuntos económicos de la parroquia. Esta tarea la inició su hijo, que después se fue a vivir a Maldonado tras conformar su familia. Sin embargo, no es la única tarea en la que colabora. Está en la venta económica, limpia el templo, forma parte del consejo parroquial. Los domingos abre las puertas y toca las campanas. Además es sacristana. Su vida está en la parroquia. Allí recibió la primera comunión y se casó.
«Cuando era joven, el templo se llenaba de fieles. Algunos se tenían que quedar parados durante toda la celebración porque todos los bancos estaban ocupados. En determinadas festividades, había tres celebraciones por día”, recuerda René.
Con el transcurso del tiempo, los jóvenes dejaron de participar de la vida parroquial. Quienes integran actualmente la comunidad son adultos mayores. Cada domingo participan treinta fieles en la misa. «Al vivir la mayoría de los habitantes en zona rural, es complicado el hecho de movilizarse”, estima José. En tanto, René aclara: «A veces vienen menos por el clima. En invierno viene menos gente hasta por un tema de salud”.

Los restos del P. Juan Pedro Yllarregui descansan en el templo. Fuente: R. Fernández
«Recuerdo que los domingos de tarde, abríamos las puertas de la parroquia y venían adolescentes. Jugábamos al ping-pong y a las cartas. Entraba el joven que no venía asiduamente. Era una forma de meterlo a la parroquia. Hoy cuesta hacer todo eso, a pesar de que tenemos las instalaciones”, recuerda José.
Para José, es importante la existencia de un sacerdote que viva en la parroquia ya que su presencia mueve a la comunidad y a los fieles: «Estamos muy agradecidos por todos los sacerdotes que vinieron después que el P. Yllarregui. Pero es difícil no tener un sacerdote residente ya que no se puede hacer un trabajo misionero fuerte”. Mientras tanto, son los laicos quienes evangelizan. Actualmente se está formando un grupo de matrimonios para fortalecer a las familias.
Por: Fabián Caffa
Redacción Entre Todos
2 Comments
Buenas noches. Soy de Salto, ciudad. Hermoso testimonio de vida de fe en comunidad. La ausencia de jóvenes es una realidad que nos golpea y nos desafía a todos los cristianos. Siempre viví en la ciudad, pero tengo amigos nacidos y criados en el campo y tienen muchos momentos que añoran, de su niñez y juventud en la capilla de la zona.
Los tiempos han cambiado, otros son los intereses, la fe se vive de otra manera, hay más individualismo, se ha perdido el sentido de pertenencia a la comunidad cristiana.
Debemos seguir rezando con fe, que el Espíritu Santo nos ilumine!
Felicitaciones a estas comunidades, que no caiga la fe y la esperanza!!
Fraterno abrazo desde Salto.
Virginia Barcos.
Hace unos dias encontre un articulo en el periodico » EL AMIGO» Montevideo sabado 21 de setiembre 1929 en que se habla de una imagen de Fray Diego de Cadiz. me gustaria saber si tienen algun imagen de esta escultura. Segun el periodico estaba en su iglesia.
Muy agradecido