Este fue uno de los doce desafíos pastorales planteados en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe el pasado año.
En noviembre de 2021 se realizó la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que contó con la participación de obispos, sacerdotes, consagradas y consagrados, laicas y laicos de todo el continente. Uno de los doce desafíos pastorales planteados en su conclusión fue la necesidad de impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial.
¿Por qué la Iglesia en asamblea habrá discernido plantear este desafío? Quizás porque —valorando que se ha avanzado mucho— se reconoce también que hay un largo camino por recorrer.
En marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer, se suelen abordar diversas reflexiones acerca de la realidad de las mujeres, en variados ámbitos. ¿Qué sucede con las mujeres en la Iglesia hoy? ¿Cuáles son las principales tendencias y tensiones del rol de la mujer en el cristianismo? No hay duda de que en la historia de la Iglesia el aporte de las mujeres ha sido vital; su fe y su testimonio han iluminado a muchos. Su servicio y su compromiso han llevado el mensaje de Jesús a decenas de comunidades, pueblos y naciones. Quizás el ‘debe’ más grande se encuentra en la falta de visibilidad y reconocimiento, en la participación a nivel de la toma de decisiones, en sentarse a la mesa con sincera voluntad de equidad y complementariedad.
Sobre algunos de estos conceptos conversó Entre Todos con la Mag. Rosana Manzini, profesora de Teología en la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, investigadora en Doctrina Social de la Iglesia. Manzini fue una de las exponentes del curso “Mujeres en el cristianismo” dictado por la Cátedra de Cristianismo de la Universidad Católica de Uruguay en 2021.
¿Cuáles son las principales tendencias con respecto al lugar de las mujeres en la Iglesia?
Considero que es muy interesante la actitud que está teniendo el papa Francisco, de rescatar el verdadero lugar de las mujeres en la Iglesia. Francisco muestra una sensibilidad grande al percibir que, sin la mujer, la Iglesia no es Iglesia; que la mujer tiene una forma de pensar la Iglesia diferente a la del hombre. En un modo constitutivo, la mujer ve hacia el futuro una actitud de vida que debe estar comprometida con la cuestión social, principalmente con los pobres. Con este papado pienso que la mujer está —poco a poco— tomando un nuevo lugar en cuanto a su derecho a la participación. Hoy vemos que las mujeres están tomando varios lugares de decisión dentro de la Iglesia. Es importante observar que es un proceso lento, es una lucha diaria, no sé si se dará en un futuro cercano, pero sé que un día llegará, en que compartamos con mayor justicia y equidad.
¿Cuáles son las principales tensiones con respecto al rol de las mujeres en la Iglesia hoy?
La gran complicación que veo con respecto al rol de la mujer en la vida eclesial hoy continúa siendo la misma que hace mucho: el clericalismo; una Iglesia pensada y articulada a partir del pensamiento del hombre, haciendo que la mujer sea vista como un apéndice, como alguien destinado a tomar los roles de ayuda, asistencia y servicio. La Iglesia, a pesar de sus avances, tiene este problema del clericalismo, en cuanto a esa deferencia excesiva o mal entendida hacia el clero, una propensión a conferir una superioridad moral ‘per se’.
Muchas mujeres, incluso sin conocimientos mayores, son ejemplo para grupos de personas y comunidades, están siempre comprometidas con causas impopulares o, incluso, causas perdidas. La mujer tiene una intuición fuerte hacia el deber de justicia, hacia el deber de solidaridad. Todo lo que “toca” la mujer suele estar movido hacia la acción en esta línea. El clericalismo inhibe la acción, no permite esta posibilidad de ocuparnos del verdadero lugar que deberíamos tener en el seno de la vida de la Iglesia; caminando en la construcción de algo diferente, con sello propio, desde la creatividad, la libertad y la inteligencia.

Manzini: «Hoy vemos que las mujeres están tomando varios lugares de decisión dentro de la Iglesia».
En varios ámbitos de discusión se escucha acerca de la necesidad de «deconstruir» (los roles, las costumbres) para poder generar algo nuevo y más justo; como si la única forma posible de avanzar fuera desechar todo lo caminado hasta ahora, tirarlo abajo, para construir desde cero. Pero, ¿es posible pensar en otra manera?, ¿podemos hacer procesos quizás más largos, pero más consensuados?
Vivimos en un tiempo extraño, parece que nada de lo que se construyó hasta hoy vale, y que debemos deconstruir todo, partiendo prácticamente de cero, como si fuera eso posible, para empezar de nuevo. Creo que la historia es —día a día— una transformación cotidiana. A veces damos diez pasos para adelante y a veces veinte para atrás. El problema que percibo no está vinculado con que las mujeres no hagan cosas, por lo contrario, el problema lo veo instalado más bien en el reconocimiento, en la falta de visibilidad.
La mujer tiene una cercanía particular con la promoción de la dignidad humana. Está en los lugares decisivos de la existencia humana: en el nacimiento, en la muerte, en la sustentación ―sea de la familia, sea de los grupos― justamente por esta conciencia de solidaridad tan fuerte y honda que posee. La mujer entiende acerca de la casa, no solo la casa donde vive, sino de la casa común. Ella consigue percibir con propiedad la situación real de la casa común. En ese sentido pienso que la mujer tiene que elevar su aporte y su sensibilidad, no solamente en los asuntos pertenecientes a la vida eclesial, sino también en los ambientes públicos. La mujer debe integrar la vida social y política, buscando la construcción del proyecto que Dios tiene para las personas.
Quiero resaltar a las mujeres que están en la periferia de nuestros países, mujeres que se comprometen a construir, a partir de la escucha de la Palabra de Dios, muchas veces, o casi siempre, siendo ellas mismas parte de este grupo olvidado, degradado. Pensamos en la Biblia, en las Noemís, en las Ruts, en las Marías… que fueron mujeres pobres, que a partir de la compasión y la ternura, reciben y animan, muchas veces silenciosamente, la organización del pueblo, generando vida a partir de su propio pueblo. Entonces deconstruir todo no me parece muy inteligente. Más bien, a partir de la experiencia vivida es que podemos pensar en un futuro diferente.
La Iglesia tiene mucho ahora que caminar, para hacer justicia a todas las mujeres que estamos hoy tratando de construir un mundo mejor, y también por todas aquellas que fueron silenciadas, no reconocidas y que, de algún modo, no permitimos que pudieran escribir en la historia con toda su creatividad y su fuerza.
La Iglesia se encuentra en pleno proceso sinodal, proceso que en definitiva invita a pensarse y repensarse, de forma conjunta. No se trata de hacer una nueva Iglesia, sino de renovarla, de hacerla más participativa, de abrirla al soplo del Espíritu, para que todos y todas puedan aportar —desde su experiencia, compromiso y amor— en la construcción y conducción de la comunidad, cuerpo vivo de Cristo.
Perfil
Magister en Teología por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, Brasil (PUC-SP).
Docente de Teología Moral en la PUC-SP.
Coordinadora del Núcleo de Estudios de Doctrina Social de la Iglesia en la PUC-SP.
Asesora de REDLAPSI (Red Latinoamericana del Pensamiento Social de la Iglesia).