Mano a mano con Beatriz Methol, una referente del trabajo social en el medio rural.
Beatriz Methol no lleva la cuenta de en cuántas Expo Prado participó. Lo que sí siempre recuerda es a cuánta gente ayudó a través del Servicio de Ayuda Rural del Uruguay —SARU—, una asociación civil de carácter privado y nacional sin fines de lucro, dedicada a promover la educación de niños y jóvenes rurales de escasos recursos.
Desde hace más de cincuenta años cuenta con dos locales de venta de comidas en el predio de la Expo Prado. Lo recaudado es destinado a familias e instituciones rurales.
Methol es la presidente de SARU desde 2003, y se define como una mujer rural que heredó de sus antepasados el valor de lo sencillo y el servicio incondicional a los más necesitados, especialmente a los de la campaña.
¿Cómo surgió tu vínculo con la fe?
Yo me crié en el campo. Somos cuatro hermanas. Vivimos en Soriano y hacíamos la escuela en casa. Recién nos trajeron a Montevideo, nos mandaron con los abuelos, para dar el examen de ingreso para entrar al liceo. En mi casa del campo se hacían muchas misiones cada dos o tres años. Venían las catequistas y el sacerdote. Nací y crecí en ese ambiente.
¿Qué diferencias hay entre la fe que se vive en la ciudad y en el campo?
Depende, entre otras cosas, también de las fronteras. Uruguay tiene una importante frontera con Argentina y otra con Brasil. Esos dos lugares tienen influencia de esos países. Se vive de una forma muy especial la fe. Hace cincuenta años, cuando yo era chica y vivía en el campo, recuerdo que las catequistas recorrían toda la zona. Había gente para bautizar, para recibir la primera comunión y otros se querían casar. Las personas necesitaban el sacramento y lo buscaban. Era igual de difícil que hoy.
Hace cuarenta años vivo en Treinta y Tres con mi marido. Por más que hoy hay mejores caminos y mejores accesos, hay menos vocaciones. Las parroquias no abren todos los días. Hoy si una familia quiere bautizar a un niño tiene que realizar los cursos de preparación. Todo eso lo imposibilita por las distancia. Por otra parte, las misas se celebran de forma semanal o cada quince días. Los pueblos están alejados y los sacerdotes no alcanzan. Eso es lo que dificulta la llegada de la fe al interior.
¿Cómo nació en vos el espíritu solidario?
Nací en una familia que tenía un espíritu solidario. Se compartía la Palabra de Dios y se hacían las misiones en casa, que duraban dos días. Venía el padre (Alfredo) Requena, un sacerdote jesuita que presidía la misa. Se hacían procesiones y cantábamos. Era una forma de llegarle a la gente. Se le brindaba un servicio al acercarle la Palabra. Hasta hoy sigo haciendo algo medio parecido en Treinta y Tres. En el año 2000 empecé a dar catequesis en el galpón de casa para aquellos que quieran recibir los sacramentos. Armo una pequeña capilla y traigo a un sacerdote. Participan entre veinte y treinta personas. Soy un instrumento para que los demás puedan conocer la Palabra, es una ayuda para el ser humano.Ves cómo les cambia la vida a las personas y qué necesidad hay de Dios. Es algo maravilloso.
¿Qué realidades te tocó ver en estos años?
He visto de todo un poco. A gente que le sacan todo, que la dejan sin pensión. Hay personas que no se preocupan por los demás. Es muy triste eso y por eso hay que trabajar mucho. SARU nació hace muchísimos años, por el año 1947, cuando estas señoras vieron la realidad de los niños y niñas que salían de las escuelas rurales, pero sobre todo a las niñas. La realidad hace sesenta años era distinta a la de hoy. Los niños tenían cómo salir al mercado laboral, pero las niñas de matrimonios que vivían en campaña se quedaban en la casa y sin acceso a la educación. SARU creó hogares desde donde esas chicas pudieran ir a los pueblos que tenían liceo, UTU o magisterio, para que no se quedaran solamente con el sexto año de primaria cursado y estancadas en el medio rural. Hasta hoy, el Hogar San Francisco de Guichón sigue siendo femenino y aloja veintiséis chicas de todos los lugares de alrededor que no tienen liceo ni UTU. Las señoras que integraron los comienzos de SARU ayudaron a venir a unas hermanas misioneras de Italia. Le pagaron los pasajes en barco y vinieron a cargo con un sacerdote carmelita. Ellas llegaron y se hicieron cargo de esos hogares.
¿Qué valores promueven desde SARU?
Lo que pretende SARU es que los niños y jóvenes que terminan la escuela rural, que se van a hacer liceo o UTU, y después siguen con carreras terciarias, tengan un apoyo. Es importante apoyarlos en sus estudios y en el trabajo, pero también darles valores para que después puedan manejarse en la vida. Hay que unir el camino de triunfar en la profesión con otros valores humanos para que sean también buenas personas.
¿Cómo ayuda SARU?
Nosotros ayudamos a los hijos de las familias, para que ellas puedan seguir viviendo en el medio rural y puedan seguir trabajando ahí. Actualmente está difícil migrar a la ciudad porque no hay tanto trabajo. Por la pandemia tuvimos que ayudar a las familias, porque esos chicos estaban viviendo junto a sus padres y no en los hogares. Armamos canastas para mandarles y así tuvieran un complemento para la alimentación. Hoy ya volvimos a la normalidad en los clubes de niños y jóvenes y los hogares.
¿Cómo te estás preparando para la próxima edición de la Expo Prado?
Ya estamos poniendo a punto los locales, tanto la parrilla como el quiosco de SARU. Estamos en los detalles y en los arreglos. Somos todas voluntarias. Este año tendremos innovaciones como el delivery o postres. La parrilla de SARU va a estar ubicada en el mismo lugar de siempre, entre el Banco República y el Ministerio Ganadería, Agricultura y Pesca. Este año vamos a tener el stand de Ancap adelante, así que esperamos que alguien nos vea. El quiosco estará al frente del salón de eventos. Mi abuela y mi madre trabajaron durante años en esto, es algo que pasa de generación en generación. Para este año se espera mucho movimiento, después de dos años con restricciones por la pandemia. Tengo bastante experiencia en la Expo Prado y es una linda etapa porque juntamos un dinero que nos permite cumplir nuestros objetivos. A principio de año mandamos útiles escolares y todos los meses mandamos comida y dinero para becas.