Cuando uno pasa por el Camino del Ermita, en Toledo Chico, puede ver lo que se parece a un galpón. Sin embargo, si uno ingresa al predio puede encontrarse con un lugar que guarda mucha historia.
En el límite entre Montevideo y Canelones, lejos del bullicio de la ciudad, se encuentran dos capillas.
La historia se fue construyendo a través de los relatos orales de habitantes de la zona. No se cuenta con datos precisos porque los registros, que deberían encontrarse archivados en Buenos Aires, se destruyeron.
La antigua capilla, tal como su nombre lo indica, es de barro y está dedicada a Nuestra Señora del Carmen. Se estima que fue edificada a fines del siglo XVIII o comienzos del siglo XIX, y tiene unos veinticinco metros de largo. El último sacerdote que celebró misa allí fue Nuble Alonso, hace casi cuarenta años, mientras era párroco de Santa Teresita. A partir de ese momento, la eucaristía tuvo lugar en las casas de los vecinos.
Actualmente, la construcción está cubierta de chapas para protegerla por el peligro de derrumbe. En la entrada hay una fotografía que tiene más de 100 años, en ella se muestra a una comunidad más numerosa, debido a que en aquel tiempo la zona estaba más poblada. También se puede observar el techo, que había sido refaccionado poco tiempo antes, y el campanario.
La capilla de barro mantiene su estructura y equipamiento original: el altar, el sagrario y algunos cuadros. En una de las paredes está colgada una imagen de la Sagrada Familia, que fue donada por un integrante de los Cófrades de Nuestra Señora del Carmen. Este cuadro está acompañado por una carta que data de 1903. A su vez, hay un diploma encuadrado de la Cofradía del Sagrado Corazón con fecha de agosto de 1894.
También se encuentra una imagen de la Virgen Dolorosa, cuyo ropaje tuvo que ser cambiado, y un confesionario en el cual —seguramente— Mons. Jacinto Vera confesó en alguna de sus recorridas por el país. Otro detalle que impacta son las ofrendas que dejaban las personas a la Virgen. Se trata de figuras metálicas con forma de extremidades del cuerpo, que simbolizaban las afecciones físicas de aquella época a causa de la guerra.
Según afirma la Comisión de Patrimonio de la Nación, José Gervasio Artigas durmió en la sacristía de la capilla de barro la noche anterior a la Batalla de las Piedras. Esta hipótesis se sostiene en que era el único lugar seguro para descansar en el camino que realizaron las tropas artiguistas— la ciudad de Las Piedras se encuentra a solo diez kilómetros de ahí—, y además de que el prócer era un hombre de misa diaria y devoto de la Virgen.
Por la historia que guarda el lugar, son muchas las personas que se acercan a colaborar, aún gente que no tiene fe. Profesores, investigadores y fotógrafos han mostrado interés.

Panorama interno de la capilla de Barro. Fuente: Romina Fernández
Lugar de oración y peregrinaje
El padre Néstor Etchepare llegó a la zona en enero de 2013, y se encontró con un monte de eucaliptos y lleno de vegetación. Era imposible transitar el lugar y no había luz ni agua. Los primeros dos años durmió en una carpa que le prestaron y todos los días iba a buscar agua a la casa de una familia que vivía a quinientos metros de la capilla. Un día les avisó que a partir del siguiente domingo comenzaría a celebrar misa al aire libre de mañana y ellos se encargaron de avisar a los otros vecinos. Ese domingo no esperaba a nadie, y llegaron más de diez personas.
Un día, el P. Etchepare tuvo que devolver la carpa y pasó a vivir a la intemperie. Las primeras misas fueron al aire libre, hasta que el frío del invierno lo impidió. Sin lugar para celebrar, construyeron un pequeño espacio techado. Allí armaron un altar de mimbre y colocaron una imagen de la Virgen de los Treinta y Tres. Eso fue el indicador para empezar a construir una nueva capilla, que lleva el nombre de Santa María de la Trinidad y Reina de los Apóstoles.
Desde el primer momento que se planteó construir una nueva capilla, hubo voluntad de trabajo de los vecinos, pero faltaba el dinero para comprar los materiales. Se hicieron varios beneficios para recaudar fondos. Las obras comenzaron en el otoño de 2015 y el 24 de diciembre del mismo año fue habilitada, aunque no estaba terminada. Para la misa de Nochebuena estaban las paredes y el techo, pero se podía estar adentro.
«Lo que abarató muchísimo fue que la construimos nosotros porque lo más caro es la mano de obra», relata el P. Etchepare. En los primeros tiempos, una o dos veces al mes, se realizaban jornadas enteras de trabajo para limpiar el terreno. El revestimiento de la casa también fue realizado por los fieles, quienes donaron los muebles y electrodomésticos. Este lugar funciona de hospedería, para aquellos que quieren tener unos días de retiro.
La capilla nueva tiene en su fachada, en la parte superior, un vitral con forma de estrella que representa a la Virgen María. Adentro, debajo del sagrario, tiene tres luces que simbolizan a la Trinidad. Alrededor tiene los nombres de los doce apóstoles y tiene siete ventanas con una reja, como símbolo del Espíritu Santo. “Es una comunidad reunida por María para alabanza divina”, explica el P. Etchepare.
Una imagen de Cristo crucificado, que fue traída desde Portugal por un matrimonio, preside el lugar. A la izquierda, se ubica una imagen de la Virgen del Carmen de Garabandal, que se les apareció por primera vez a cuatro niñas en el verano de 1961, en la zona de Cantabria, en España. La capilla está muy bien cuidada. Un grupo de señoras que fabrican los manteles y colocan las flores al pie del altar.
La capilla Santa María de la Trinidad y Reina de los Apóstoles se diferencia de las demás debido a que el P. Etchepare lleva una vida contemplativa al ser monje sacerdote. No ejerce como párroco, no ofrece catequesis y no sale a visitar el barrio. No es que no quiera hacerlo, sino que por su opción de vida debe quedarse en el lugar. Sin embargo, por orden del obispo, tiene la obligación de asistir sacramentalmente a aquellos que están enfermos en sus casas u hospitales. Solamente sale para participar de la misa crismal, Corpus Christi y las reuniones del presbiterio zonal, además de tener que ir a comprar hostias o alimentos.
La proyección es construir una comunidad de monjes, a medida que haya vocaciones. El lugar cumple con las condiciones fundamentales para hacerlo posible.

Así luce el interior de la capilla Santa María de la Trinidad y Reina de los Apóstoles. Fuente: Romina Fernández
La comunidad y el trabajo
La creación de la nueva capilla fue en paralelo con la creación de la comunidad, a la cual el P. Etchepare define de “particular”, debido a que la mayoría de la gente que asiste actualmente no participaba antes de la vida de la Iglesia, incluso muchos no tenían los sacramentos: “Se fueron acercando e hicieron el proceso poco a poco a través de los cursillos de cristiandad”.
«Ellos sufren un poco que yo no los pueda acompañar más. Reclaman más (encuentros), pero yo tengo que cuidar el objetivo propio de este lugar: el silencio, la oración y la vida monástica», dice el sacerdote.
El encuentro central que tienen los fieles es la celebración de la santa misa los domingos de mañana. El monje define a la comunidad como “particular”, debido a que la mayoría de la gente que asiste actualmente no participaba antes de la vida de Iglesia, incluso muchos no tenían los sacramentos: “Se fueron acercando e hicieron el proceso poco a poco a través de los cursillos de cristiandad”
“La gente abre las puertas de su casa, se siente en familia”, comenta el P. Etchepare. Y es así. El equipo de Entre Todos visitó a Marita, quien vive a unos metros de la capilla. Fue testigo de todos los cambios porque forma parte de la comunidad hace más de cincuenta años, incluso durante la pandemia ayudó en la celebración de la misa —que se transmitía por Zoom— y leía las lecturas.
Marita lamenta que muchos fieles no puedan participar por su avanzada edad y por no contar con transporte propio para ir, y cuenta que antes iban entre cuarenta y cincuenta personas. Además, destaca el espíritu solidario que hay en la comunidad. Hace tres años se incendiaron unos terrenos aledaños a la capilla, el fuego se propagó y llegó cerca a la capilla, pero la gente colaboró para que el hecho no se convirtiera en una tragedia.

Marita es parte de la comunidad de la capilla. Fuente: Romina Fernández
«El grueso de la comunidad está formado por matrimonios que oscilan entre los cincuenta y setenta años de edad», señala el P. Etchepare. También hay algún joven. «Desde el comienzo la gente de la comunidad fue extremadamente generosa. Todos los domingos me traen surtido y cuidan de que no me falte nada”, dice entre risas.
La gente de campo tiene una necesidad de reunirse. Para ejemplificarlo comparte: «Los primeros tiempos, una hora de antes de la misa, se formaban rondas de charlas. Lo mismo sucedía después de la misa». Un día, una señora se le acercó y le dijo: «Realmente, lo que nos pasó a nosotros con la capilla fue que empezamos a tener un lugar de encuentro entre los vecinos».
La transmisión de la fe se fue dando desde la convivencia comunitaria. Por ejemplo, la Vigilia Pascual como la misa de Nochebuena se celebran a la medianoche. Después se hace un ágape.
El sacerdote tiene una huerta y produce para vivir. «No es un negocio, es simplemente una manera de obtener un ingreso para pagar los gastos”, afirma. Vende dulce de membrillo, tomate, manzana, almíbar y morrones. Cada uno viene en un frasco con una etiqueta que dice “Dulces de la ermita”. La fruta empieza a aparecer en noviembre y diciembre, y hay una temporada que da abundantes frutos entre marzo y abril.
Después de doscientos años hay una comunidad viva en el Camino de la Ermita. La historia la sigue escribiendo un monje y un grupo de laicos que se reúnen para compartir la fe y la vida.
2 Comments
muy interesante la publicacion de la que no tenia conocimiento y que tiene tanta historia
Buen dia, mi nombre es Celis, les escribo desde Salinas, Canelones.
Que hermosas notas, me quede muy conmovida por la labor de todos, de los sacerdotes y los laicos, actitudes llenas de amor, tanto que deseo conocerlos, por favor me pueden decir donde se ubican ambas capillas. Muchas gracias.