El domingo 7 de setiembre, a las 5 de la mañana de nuestro país (las 10 h de Roma), tendrá lugar en la Plaza San Pedro, ante miles de personas, la Santa Misa y las canonizaciones de dos jóvenes italianos; Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. En base a Vatican News y carloacutis.com.
Ambos, con ochenta años de diferencia marcaron, con su compromiso, entrega y devoción, un camino de santidad anclados en su realidad y con los ojos puestos en Jesús.
La transmisión se podrá seguir a través del canal de YouTube de Vatican News.
El influencer de Dios
Carlo Acutis nació el 3 de mayo de 1991, en Londres, Inglaterra, lugar en el que residían sus padres —Andrea Acutis y Antonia Salzano, ambos italianos— por motivos laborales. A los pocos meses del nacimiento de Carlo, la familia se trasladó a Milán.
En una familia no especialmente devota, el niño desde muy temprana edad manifestó una sensibilidad especial por la fe. Es así que a los 7 años recibió la Primera Comunión y desde ese momento fue partícipe de la Santa Misa diariamente. Además, antes o después de la celebración, dedicaba un tiempo a la adoración del Santísimo Sacramento. También rezaba diariamente el Santo Rosario, lo que demuestra su devoción a la Virgen María.
Carlo siempre demostró una capacidad singular para lo relacionado con el mundo digital y con la informática. De forma autodidacta aprendió programación, hacía montajes de películas, creó un sitio web dedicado a los milagros eucarísticos, y maquetaba y redactaba boletines.
Otra faceta muy importante de su vida fue el voluntariado con las personas sin hogar, los niños, los ancianos y los migrantes. Esto sorprendió a la familia y los allegados de Carlo, que en el día de su velatorio vieron llenarse el lugar de personas que no conocían y daban testimonio de la santidad del joven.
Muchas son las palabras de Carlo que pueden dar una idea de su fe en Dios y su vivencia del Evangelio: “Nuestra meta debe ser el infinito, no lo finito. El Infinito es nuestra Patria. Desde siempre el Cielo nos espera”. También la frase: “Todos nacen como originales pero muchos mueren como fotocopias”. Y cuando definía que “(la Eucaristía es) mi autopista hacia el Cielo”, para destacar la centralidad del Sacramento.
A principios de octubre de 2006, Carlo fue diagnosticado con una variante fulminante de leucemia, y el 12 de octubre, a la edad de 15 años, falleció en el Hospital San Gerardo de Monza. Según constaba en un video grabado días antes, su voluntad era ser sepultado en Asís. Su cuerpo descansa actualmente en el Santuario Della Spogliazione, en la ciudad natal de Il Poverello.
Su causa de beatificación se abrió en 2013. Fue declarado “venerable” en 2018 y, desde el 10 de octubre de 2020, se cuenta entre los beatos de la Iglesia.
Justamente en la ciudad de san Francisco, en el mismo santuario en el que descansa Carlo, sacerdotes y jóvenes uruguayos y de otros países, celebraron una eucaristía el pasado 30 de julio, durante el Jubileo de los Jóvenes.
En esa ocasión, el P. Josué Hernández llamó a los presentes a dejarse “ver por Jesús con toda su realidad, porque el Señor no busca gente perfecta”. Y les recordó las palabras de Carlo que decía que la santidad es un conjunto de sumas y restas:”menos yo y más de Dios”.
También valoró como fundamental la invitación que la vida del próximo santo tiene para esta generación: “Carlo quiere invitarlos a dejarse llenar por este Dios que es Amor. Sí, esta es la buena noticia: que Dios los ama. Los ama con su realidad, con sus miserias, con sus dolores, y quiere entrar en esos lugares para sanarlos, curarlos y hacerlos felices”.
El amor a Cristo en los más pobres
Pier Giorgio nació en Turín en 1901 en el seno de una familia rica, cuyos padres no estaban inclinados a la fe. Por su parte, el joven Pier Giorgio sentía disgusto por el estilo de vida familiar y la clase social a la que pertenecía. Su hermana Luciana, un año más joven, era su única confidente.
Recibió la Primera Comunión el 19 de junio de 1911, y la Confirmación el 10 de junio de 1915.
A pesar de no ser un gran estudiante logró entrar al Instituto Social de los Padres Jesuitas y luego, después del bachillerato, se inscribió en Ingeniería Mecánica con especialidad minera para estar cerca de los mineros, considerados entonces los más explotados. No alcanzó a obtener en vida su título de ingeniero y sólo hasta el 2002 le fue concedido «honoris causa».
Más allá de las condiciones familiares, decidió quedarse en casa, junto a su familia, para poder ejercitar su empeño social y su caridad a los pobres, su amor a la oración y a la eucaristía. Los ásperos enfrentamientos con su padre no se hicieron esperar; Alfredo calificaba a su hijo como «un inútil», y le recriminaba su «vagabundeo» por la ciudad entre personas que no estaban a su altura social. Pier Giorgio, por su parte, no respondía a las provocaciones de su padre; al contrario, su alegría era avasalladora, siempre sonreía y aceptaba los reproches con los mismos ojos serenos de un joven que comparte las inquietudes y problemas de sus coetáneos y que mira con amabilidad al prójimo necesitado. En estos años se inscribió prácticamente en todas las asociaciones católicas existentes para los laicos, empezando por la Conferencia de San Vicente, la Acción Católica, la FUCI, dondequiera que hubiera necesidad y donde pudiera ser enviado para servir a las personas desprovistas de todo.
A las personas más pobres de Turín, Pier Giorgio les proveía de todo: comida, ropa, madera, carbón, muebles; en ellos gastaba todo el dinero que su familia le daba, y que cada vez sería menos. En este periodo también se acercó a la espiritualidad de los dominicos y se convirtió en terciario. Ese encuentro le hizo preguntarse sobre la posibilidad de ser sacerdote; una idea fugaz que dejó de lado porque notó que no era esa su vocación.
Él buscaba siempre estar en contacto con la fuente de la vida verdadera, en la celebración de la Santa Misa, y, entre otras cosas, era un gran apasionado de la montaña, con una gran experiencia en el alpinismo.
No obstante, a pesar de la riqueza de su familia, a Pier Giorgio siempre le faltaba dinero, porque sus padres no le daban más del necesario y a menudo lo donaba a sus obras de caridad.
En junio de 1925, la familia Frassati estaba preocupada por la deteriorada salud de la abuela Linda, moribunda, y nadie prestaba atención al joven Pier Giorgio, que acusaba un fuerte dolor de cabeza y no tenía apetito. Se darán cuenta de la seriedad de su malestar sólo en el día del funeral de la abuela, cuando Pier Giorgio ya no pudo ni levantarse de la cama. Desafortunadamente será demasiado tarde, pues la poliomielitis fulminante, posiblemente contraída en los lugares donde ayudaba, derivó en la muerte del futuro santo, el 4 de julio, con sólo 24 años.
Miles de personas asistieron a su funeral: la mayoría de ellas eran pobres de Turín a quienes había ayudado materialmente con su actividad social y a las que había evangelizado con el ejemplo de su vida llena de la alegría de Dios. Aquel día, conmovido por el intenso dolor e impresionado por la gran multitud, el padre repetía llorando: «¡No conocí a mi hijo!».
El papa Juan Pablo II lo beatificó en Roma el 20 de mayo de 1990.

