La Vigilia Pascual en la Catedral: expresión de la alegría de la resurrección
La Vigilia Pascual es la “madre de todas las Vigilias”, con una solemnidad y riqueza únicas. En la Catedral de Montevideo cientos de personas –adultos y jóvenes- se reunieron para participar en la ceremonia presidida por el Card. Sturla, que en su homilía invitó a confiar más en el Señor.
Al comienzo el templo estaba a oscuras, apenas se podían distinguir los bancos repletos. Los celebrantes se ubicaron al fondo, casi contra la puerta abierta, y dieron comienzo con la liturgia de la luz o lucernario. El Cardenal bendijo el cirio pascual donde figuran la cruz, el alfa y el omega –principio y fin- y el año en curso, y luego lo encendió. De allí se prendieron las demás velas y unos a otros todos los presentes se fueron pasando la luz de Cristo, que dio un color diferente a la Catedral.
Un acólito entonó el pregón pascual, una oración que recuerda la protección de Dios a su pueblo elegido. Y luego comenzaron las lecturas, siete del Antiguo Testamento, que recorrieron los grandes momentos de la historia de la salvación. Cada una iba acompañada de un salmo cantado y una oración.
A todo esto el templo seguía a oscuras, solo iluminado por el cirio y un par de linternas. Pero tras la oración de la última lectura del Viejo Testamento, se prendieron las velas del altar y de toda la Catedral, al tiempo que comenzaron a sonar las campanas al voleo. Fue una explosión de luz y sonido, representación de la alegría del Resucitado, que continuó con el canto del Gloria.
Hubo una octava lectura y luego toda la asamblea entonó el Aleluya, que no se escuchaba desde el día anterior al Miércoles de Ceniza, cuando comenzó la Cuaresma. “Este es el día en que actuó el Señor”, cantó la antífona, acompañada por el órgano de tubos. Es que todo en esta ceremonia es expresión de gozo y solemnidad: las luces, el cirio pascual, las campanas, el incienso, los cantos, el agua.
El P. Juan González, Párroco, proclamó el Evangelio, aquél que cuenta que las mujeres fueron al sepulcro al tercer día y no encontraron a Jesús, que había resucitado.
«Vencer con confianza»
El mensaje transmitido por el Card. Sturla en la homilía fue el de la confianza en el Señor. Repasando las lecturas de la Misa, recordó la historia de la salvación y los cuidados de Dios por su pueblo. “Muchos en Israel imaginaron una victoria militar, política. La victoria de Cristo fue universal, para todos los pueblos, para todos nosotros. Una victoria sobre el mal, el pecado, la muerte, que es fruto del pecado”, reflexionó.
“Esta realidad es lo que celebramos: La victoria de Cristo es nuestra victoria. La luz termina venciendo a la oscuridad, el bien al mal, la vida a la muerte”, agregó.
Entonces hizo mención a un hecho ocurrido en Uruguay hace pocos días y destacó que la novia del policía asesinado en Quebracho escribió una carta “hermosa” donde habló de Jesús, el perdón y vencer al odio con amor. Quizás esta persona no ha conocido a Cristo, escribió la mujer. Sobre esto, comentó el Cardenal: “A pesar de que el mal tiene más prensa, en realidad lo que termina triunfando es el amor sobre el odio y el bien sobre el mal, ya aquí entre nosotros. Aún frágilmente, aún cuando consideramos incompleta esa victoria, y aún cuando consideramos que hemos sido derrotados. Pero ¿dónde está la vivencia cristiana? En confiar en el Señor”. “Tenemos que, en la medida en que podamos, vencer con una confianza que no se deja defraudar”, invitó.
Entonces se centró en el mensaje fundamental de esta jornada: “¿Qué espera el Señor de nosotros? Sabiendo que somos frágiles y muchas veces las oscuridades de la vida parecen querer entrar en nuestro corazón y nuestro espíritu, quiere que confiemos en Él. De ese modo, disiparemos las tinieblas con la luz del resucitado”.
Y concluyó de esta manera: “Hasta la muerte ha sido vencida. Sabemos que nos reencontraremos en el Cielo con Dios, Jesús, María y tantos hermanos nuestros que ya han pasado al Padre. Hagamos de esta confianza una respuesta diaria al Señor. Que esto se traduzca en nuestra vida. Porque cuando confiamos en Él, cuando tenemos la certeza de que más allá de que todas las apariencias la realidad más fuerte es el amor de Dios, eso se va traduciendo en el día a día de nuestra vida. A eso estamos llamados por la fuerza del Espíritu Santo, que es la fuerza del Hijo resucitado. Que vivamos una muy feliz Pascua”.
La alegría de la resurrección
Siguió la liturgia bautismal, donde se bendijo el agua. Uno de los acólitos cantó las letanías de los santos, invocando la protección de los que se salvaron. Entre tantos nombres figuraron los de las beatas Dolores y Consuelo, uruguayas y cuyos restos están en la misma Catedral, así como el de Francisca Rubatto, que falleció en este país.
Todos renovaron las promesas que hicieron el día de su Bautismo y luego el celebrante roció al pueblo con el agua bendita.
La Misa continuó como de costumbre, aunque con una solemnidad mayor que se notó en la música, el incienso y las oraciones. Al terminar, unos a otros se saludaron felices, compartiendo la alegría de la resurrección, esa que da razón a la fe.