Las Cooperadoras Oblatas Misioneras de la Inmaculada, más conocidas a nivel mundial como COMI, representan una forma especial de vida consagrada. Este instituto secular está presente en Uruguay desde el año 1986. Son laicas consagradas que no viven en comunidad.
Los institutos seculares representan una forma distinta de vida consagrada. Sus integrantes están llamados a vivir el Evangelio cumpliendo los tres votos: pobreza, castidad y obediencia. Los miembros del Instituto Secular de las Cooperadoras Oblatas Misioneras de la Inmaculada son mujeres consagradas a Dios. Con su presencia y trabajo contribuyen a transformar el mundo desde dentro como levadura, poniendo en práctica el Evangelio en la vida cotidiana.
El instituto tiene sus orígenes en la espiritualidad de san Eugenio de Mazenod, sacerdote francés, obispo y fundador de la Congregación de Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
El instituto de las COMI fue fundado por el sacerdote Gaetano Liuzzo el día 22 de agosto del año 1951, en la ciudad de Florencia, Italia. El día 21 de agosto del año 2001 recibió la aprobación pontificia.
Tienen presencia en Uruguay, Argentina, en la República Democrática del Congo y en Italia. Actualmente son sesenta las laicas consagradas que integran el instituto en todo el mundo. Responden a una responsable general que reside en Italia. Es electa cada cuatro años en una asamblea general.
Carisma misionero
Andreina Gambardella es italiana y vive en Uruguay desde el año 1988. Hace cuarenta años que pertenece al instituto. Actualmente reside en la zona del Cerro de Montevideo en una casa perteneciente al instituto; es la sede oficial de las COMI en Uruguay. Médica de profesión, trabajó dieciocho años en distintos barrios de la capital. Junto a María Grazia y María Pía, fueron las primeras COMI que llegaron a Uruguay.
La principal actividad que desarrolló fue la de visitar a las familias que pedían el bautismo. “El sacerdote nos pasaba la lista e íbamos; la tarea era doble, actuábamos de puente”, recordó Andreina.
La misión ad gentes es su gran objetivo. El carisma se actualiza en el amor a los jóvenes, a los presos, a los enfermos y a la Iglesia. La espiritualidad del instituto se centra en cuatro aspectos fundamentales: cristocéntrico, mariano, misionero y fraterno.
El padre Luzzio acompañó a Andreina en su llegada a Uruguay. La consagrada afirma que era una persona que inspiraba mucho respeto: “Era la clásica persona austera, de una sola pieza. Inspiraba confianza, tenía una escucha profunda y una comprensión de padre”, recordó.
La Congregación de Misioneros Oblatos de María Inmaculada, ubicados en Montevideo en la parroquia de San Rafael, invitó a las COMI a participar de las misiones. Comparten las mismas inquietudes y trabajan en conjunto.

El fundador del instituto, el P. Gaetano Liuzzo
Estilo de vida
Isabel Leboso es uruguaya, tiene dieciocho años de vida consagrada y vive en el barrio Prado. Su vocación surgió en el trato personal con una de las COMI con quien trabajó en la misma parroquia.
Consultada sobre la diferencia entre la vida religiosa y la vida de las laicas consagradas, comentó: “La vocación de un laico consagrado no está hecha para vivir en comunidad o en vida fraterna. Cada uno vive en su realidad, cada uno tiene condiciones diferentes. Es propio de los laicos consagrados”.
Andreina e Isabel residen en Montevideo, mientras que en Ciudad del Plata está Verónica, una COMI más. Fruto de esta presencia en el país, surgió una vocación que actualmente reside en Argentina. El instituto cuenta con la presencia de laicos comprometidos con el carisma, que comparten la misma forma de apostolado.
Andreina resaltó la importancia del surgimiento de esta modalidad de vida consagrada: “La vocación de laica consagrada es relativamente nueva y no siempre se comprende. Estamos confundidas en medio de la gente. Vivimos en una casa común y corriente, nos sustentamos de forma individual con nuestra profesión; realmente es una realidad laica”, señaló.
Muchas personas, incluso fieles, no conocen esta realidad debido a su poca visibilidad o carencia de antigüedad dentro de la Iglesia católica: “La vocación de los institutos seculares nació en el siglo pasado como una respuesta a una realidad de evangelización de ciertas estructuras sociales, donde la Iglesia no era bien aceptada”, afirmó la médica.
Por su parte, Isabel se refirió a la posibilidad de integración que implica estar inserta en un instituto secular y poder dar testimonio de Cristo en todos los ambientes de la sociedad: “Una religiosa en política partidaria o en un sindicato no puede estar, una laica consagrada sí. Existe mucha necesidad de evangelización; los institutos seculares tienen el mundo abierto, tienen cancha libre, en la vida común y corriente”, afirmó Isabel.
Andreina se hizo eco de la reflexión de su hermana y añadió: “Entramos en diferentes ambientes y testimoniamos los valores del evangelio con un estilo de vida coherente. Ese es un gran desafío”.
Mirada profunda
Andreina trabaja en el centro educativo de educación no formal Talita Cum, dirigido por los Oblatos, en la calle Cuba en el barrio del Cerro. Allí asisten adolescentes y jóvenes entre trece y diecisiete años.
Su trabajo comprometido con los jóvenes la llevó a reflexionar sobre distintos aspectos de la realidad social y eclesial. Está convencida de que existe un abanico de desafíos.
“En la Iglesia Católica —indicó, mirando hacia la interna de la Iglesia católica—, no hemos encontrado la fórmula para ser propositivos y atrayentes, para que los jóvenes y los no tan jóvenes se acerquen a Jesús. Los desafíos son grandes, implica un compromiso de comunión, de trabajo, la situación lo requiere”.
Y agregó: “Creo mucho en los jóvenes; desean ser felices. Hay que despertarles el gusto por cosas grandes. Muchas veces es mucho esfuerzo pero poco el resultado, hay que empeñarse en hacerlo. Estoy convencida que si a los jóvenes se les propone cosas grandes, las van a hacer”.
Isabel, por su parte, participa de la olla parroquial de Paso de las Duranas, en la calle Millán y Casaravilla e integra el equipo de pastoral juvenil en cada una de las parroquias atendidas por los Oblatos.
Además, coordina la pastoral del Colegio Misericordista de la calle San Martín, y desde hace dos años trabaja en la coordinación de los centros educativos oblatos del Cerro: dos Centros de Atención a la Infancia y a la Familia, un centro juvenil y el Colegio San José.
Desde la perspectiva de Isabel, la propuesta de la Iglesia católica dejó de ser atractiva: “En un momento fuimos una propuesta atractiva, donde la gente participaba, ahora no lo somos. Para muchos jóvenes Jesús no es una propuesta de vida a seguir; lo hablo desde mi experiencia, desde mi círculo”. Y agregó enfáticamente: “Nos hemos quedado, hay muchas cosas que, como Iglesia, tenemos que cambiar. La vida ha cambiado mucho”.
Siguiendo el legado
Andreina cuenta que el padre Liuzzo les aconsejó no tener una capilla en sus viviendas personales. El carisma es vivir en salida, el encuentro con el otro, compartir a Cristo con los hermanos.
Isabel recuerda el consejo del sacerdote y pone en práctica el pedido del fundador: “Semanalmente tenemos momentos de adoración, participamos de las misas y estamos insertas en la realidad de la parroquia. Esta es una de las diferencias con las religiosas, no tenemos capillas en nuestras casas”.
Si bien cada una vive en su casa, comparten momentos de oración y reflexión. “La unidad entre nosotras hace la comunidad. No es visible porque no vivimos juntas, pero tenemos un estilo de fraternidad que permite sostenernos, es una retroalimentación”, destacó la italiana.
Ambas llegan a la conclusión que “vivir en el mundo te hace estar más expuesta a una mentalidad del mundo, se puede caer fácilmente. Los desafíos se superan con la vida fraterna compartiendo las mismas dificultades y siendo fieles a la vocación”. A ese tipo de encuentros se los llama “oasis”. En Uruguay se llama Oasis del Plata, donde participan las laicas consagradas del instituto que residen en Argentina. Se encuentran cada quince días.