Adoración al pesebre
Al terminar la celebración, el Card. Daniel Sturla se acercó a adorar al Niño Jesús en la imagen de un cuadro del pesebre.
El miércoles 24 de diciembre se celebró la Misa de Nochebuena en la Catedral Metropolitana. La Eucaristía fue presidida por el Card. Daniel Sturla y se transmitió por el canal de Youtube de ICMtv, para quienes no pudieron concurrir.
Hoy la Iglesia canta con alegría los cánticos de Navidad, pero sobre todo reincorpora a la liturgia el canto del Gloria, que durante el Adviento lo hemos tenido en silencio. Pero hoy lo hemos cantado con todas las fuerzas y sabemos que este canto toma las primeras palabras de aquellas de los ángeles, cuando anuncian a los pastores y cantan la Gloria de Dios, que ama a los hombres y que tiene para ellos este don de predilección. En todo el universo, esta galaxia, este planeta, este ser viviente, que es el ser humano, con el que Dios ha dialogado, al que ha creado a su imagen y semejanza. Y ahora, más todavía, Dios se hace hombre, el Creador se hace criatura. Y entonces, si cielo y tierra se unían en ese diálogo amoroso de Dios con los primeros hombres, hoy se unen de un modo particular en el nacimiento de Jesús, verdadero Dios, verdadero hombre.
Los profetas habían anunciado que vendría aquel que era el Mesías, el Ungido, el Cristo, pero no llegaron a imaginar lo qué o quién sería este Cristo, este Mesías, porque con Jesús, el Hijo de Dios, se manifiesta también la Trinidad Santísima.
El Dios es uno y trino, un solo Dios, tres personas, y el Hijo de Dios, verdadero Dios, ha asumido la naturaleza humana, Dios de Dios, Luz de luz. Y todo esto en los evangelios se manifiesta con esa sobriedad que es propia de los textos evangélicos, que dicen sencillamente que María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Dios envuelto en pañales, Dios acostado en un pesebre, es decir, en un comedero de animales, porque eso es un pesebre. Y en esta sobriedad evangélica está descrita la maravilla del amor de Dios que se hace hombre frágil para darnos de ese modo la salvación y manifestarnos su amor.
El Departamento de Comunicación Social de la Arquidiócesis ha hecho un video que quizás muchos han visto, con una canción muy linda de un autor argentino, Corazón Pesebre, y en ese video y en esa canción muy bonita se dice «encontrarás sitio en el Señor», es aquello de que no había sitio para ellos en la posada, pero nos invita a hacer de cada corazón un pesebre. Porque Dios hoy quiere nacer en el corazón de cada uno de nosotros, y una parte de la letra dice: «yo que soy un hueso duro, un poco frío, incómodo, una vez te di la espalda, hoy vuelvo por el perdón, yo no quiero más porfiar, que mi voluntad se quiebre, este niño nacerá hoy en mi corazón pesebre». Bueno, esta es la invitación que como Iglesia en Montevideo queremos hacer hoy a todos, hacer de nuestro corazón un pesebre donde nazca el Hijo de Dios.
Pero esto no se trata de sólo de un dulce encuentro. La ternura del niño nos habla siempre de la dulzura que trae un bebé querido en una familia y nos habla de tantas cosas hermosas alrededor del nacimiento de un niño, pero este es un niño especial y la primera lectura nos ayudaba a descubrirlo, dice «El pueblo caminaba en las tinieblas, ha brillado una luz, tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo». Y después dice: «porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda, el palo de su carcelero, todo esto lo has destrozado como en el día de Madián».
Saben que en estos días hemos celebrado misa de Nochebuena en las cárceles, como se hace habitualmente, en el Instituto Nacional de Rehabilitación. A mí me ha tocado en la cárcel de mujeres y en el Comcar. Hubo otros sacerdotes que han celebrado en otros centros, y como es la misa de Nochebuena leíamos este pasaje. Obviamente es distinto escuchar esto aquí sentados cómodamente y pensando en la comida de Nochebuena que leer esto y escucharlo cuando uno está preso. Y esa situación quizás da un realismo particular, porque cuando después compartíamos y le pedíamos a Dios en esta Nochebuena, en esta Navidad, uno de los pedidos obvios era la libertad. Y yo pensaba ¿qué bueno, no? Aquí sí, hay una cárcel, aquí hay hombres o mujeres que han delinquido, que están allí por algún motivo, sienten la necesidad, el deseo de estar con su familia, pero todos tenemos algo que nos tiene presos, todos tenemos necesidad de ser liberados, de ser salvados, de ser redimidos. Y quizás el gran mal con el que nos encontramos los cristianos hoy es que muchas veces pasamos por alto la necesidad del Salvador y no descubrimos que este Niño viene a traer un mensaje de paz y de amor, no viene solamente a decirnos sean buenos y solidarios, sean hermanos entre todos, que obviamente lo dice, sino que viene efectivamente a rescatarnos, a salvarnos, a liberarnos, a perdonarnos. Solo experimentando la necesidad que tenemos es que viviremos esta experiencia de salvación. Esta Navidad, como toda fiesta cristiana, nos da la esperanza, no la ilusión vana sino la esperanza, de que podemos cambiar nuestra vida, porque la gracia de Dios es capaz de transformar la vida.
Gracia y alegría son un conjunto unido que hasta en el idioma griego, en el que fue escrito todo el Nuevo Testamento, son muy parecidos. Gracia y alegría, el saludo del ángel Gabriel a María «alégrate llena de gracia», «Jaire, kejaritoméne«, es decir «alégrate la agraciada», «alégrate la alegre», que podamos experimentar nosotros también la alegría de la Navidad, porque vivimos en familia, porque estamos libres, porque tenemos tantas posibilidades, pero, sobre todo, porque creemos que realmente hoy nos ha nacido un salvador y en esta Navidad queremos abrir el corazón. Y que sea un corazón pesebre, para que Él realmente cambie mi vida, me libere, me salve, me rompa las cadenas que me pueden tener atado en tantas cosas en mi vida: la cadena del pecado que siempre me hace girar sobre mí mismo, y no mirar hacia Dios y hacia el otro para poder así tender la mano.
Que María Santísima, la Virgen que hoy contemplamos como Madre de Dios, nos ayude como ella a abrirnos al don de la gracia.
Al terminar la celebración, el Card. Daniel Sturla se acercó a adorar al Niño Jesús en la imagen de un cuadro del pesebre.

Camilo Genta
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