En su paso por Montevideo, el comunicador español reflexionó sobre los desafíos de transmitir la fe en un mundo global.
Yago de la Cierva (Madrid, 1960) es un comunicador nato. Trabajó como periodista, fundó y dirigió Rome Reports —una agencia especializada en temas del Vaticano—, se especializó en Comunicación Corporativa y tuvo a su cargo la organización de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en 2011. Es docente universitario, escritor y consultor en comunicación de crisis. Además, posee una licenciatura en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela y un doctorado en Filosofía por la Universidad de Navarra.
Hace unos días llegó a Montevideo, como todos los años, para dar algunas clases en la Universidad de Montevideo. A su vez, el martes 24 de junio dio una charla, organizada por Voces Católicas, en Magnolio Sala, titulada: “Comunicar la fe en un mundo global: Herramientas para transmitir con eficacia”.
El comunicador español estuvo en el programa Hoy quiero hablarte, en Radio Oriental, y aquí compartimos con ustedes un pequeño tramo de la entrevista.
En la charla se habló de comunicar con eficacia, ¿qué significa eso?
Creo que comunicar con eficacia es ser capaces de identificar las preguntas de la gente, que a veces son preguntas explícitas, pero a veces son preguntas implícitas, que nos harían si supieran que tenemos algo para decirles. Y, además, una comunicación eficaz pasa por responder esas preguntas buscando siempre crear una imagen fiel de lo que somos. Comunicamos bien cuando la imagen que proyectamos responde a la realidad. A veces tenemos problemas porque la imagen es peor que la realidad, pero a veces tenemos problemas cuando la imagen es mejor que la realidad, porque eso produce luego un rechazo cuando se descubre que hemos embellecido la realidad. Y eso para mí es comunicar. Comunicar es conseguir que la gente nos conozca y nos quiera. Son las dos cosas que van juntas. Y si hacemos eso, robustecemos las relaciones con las personas que tenemos alrededor, con los grupos que tenemos alrededor, y eso es comunicar.
Si hablamos de instituciones, hablamos de la Iglesia católica…
Mi vida profesional ha pasado de un lado a otro. A veces he dedicado más tiempo a la comunicación de la Iglesia, trabajé en la sala de prensa del Vaticano, luego creé una agencia de noticias de televisión especializada en el Vaticano [NdR: Rome Reports], pero también he trabajado mucho en comunicación de empresas. Y he intentado llevar a la Iglesia las buenas prácticas de comunicación corporativa y a las empresas las buenas prácticas de la Iglesia católica. Yo creo que podemos aprender unos de otros y mejorarnos todos. Los valores son siempre los mismos. Esperamos de la Iglesia Católica más respeto a la verdad, mejor trato, más responsabilidad, buen ejemplo de la jerarquía o de cualquier católico practicante, esperamos que dé más ejemplo que a lo mejor un empresario o un directivo político.

¿Qué herramientas puede tener la Iglesia para comunicarse en medio de una crisis que atraviesa?
Cuando una institución de la Iglesia pasa por una crisis, lo que debería orientarle en su respuesta es buscar la confianza de la gente. Porque todos tenemos expectativas y esperamos de la Iglesia que, si alguien ha cometido un error, lo reconozcan, que pida perdón, que intente compensar y que haga todo lo posible para que no se repita. Y eso es verdad para la Iglesia y es verdad para una empresa. La Iglesia en ese sentido es una institución también humana y todos, incluso los fieles, pedimos mucho a la Iglesia. Le pedimos que no nos defrauden, pedimos que nos digan siempre la verdad, pedimos que cuenten con nosotros para los problemas. No queremos ser tratados como menores de edad, queremos ser tratados como miembros a pleno título de la Iglesia, que confíen en nosotros y que nos pidan ayuda. Y si esto vale fuera de la Iglesia, dentro vale más aún. Porque el lazo que nos une a la Iglesia es mucho más fuerte que el que podemos tener como empleados de una corporación.
En la interna de la Iglesia se han implementado protocolos para prevenir abusos. Sin embargo, quizás una de las fallas ha sido su difusión, y eso está vinculado estrechamente con la comunicación.
Bueno, yo participé en la oficina de información del Vaticano durante la cumbre por abusos que hubo en febrero del 2019 en el Vaticano, en la que el papa Francisco invitó a todos los presidentes de la conferencias episcopales. Y ahí el papa nos puso una meta muy ambiciosa. Nos dijo que para el tema de abusos debíamos regirnos por tres principios: responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia. Yo creo que la Iglesia ha dado grandes pasos en la responsabilidad, en el sentido de que casi todas las Iglesias del mundo tienen sus protocolos, se ha trabajado para que los ambientes de la Iglesia sean ambientes seguros, que cuando hay una denuncia inmediatamente se dan los pasos necesarios.
En cuanto a la rendición de cuentas, el avance ha sido más o menos.
Pero con transparencia todavía podemos avanzar más. Porque todavía se toman decisiones que se comunican sólo si la autoridad de la Iglesia está obligada. Pero no nos damos cuenta que la transparencia es un gran instrumento de prevención. No es que seamos transparentes porque nos orgullezcamos de las cosas negativas, sino que somos transparentes porque cuando contamos lo que ha pasado es un gran mensaje para todo el mundo. Es un gran mensaje para las víctimas porque les estamos reconociendo que algo hemos hecho y que asumimos esa responsabilidad. Pero es un gran mensaje para toda la comunidad cristiana, diciendo esto puede pasar y está en nuestra mano hacer algo. Y por lo tanto la transparencia es fundamental. Nos hace no sentirnos muy seguros de que no nos vamos a equivocar en ningún momento. Eso no pasa. Entonces la transparencia además es como la confirmación de que hay responsabilidad y que hay rendición de cuentas. Y ahí podemos mejorar. Ahí todavía queda camino por recorrer.
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