Visitamos la comunidad de las Hermanas del Perpetuo Socorro.
En los últimos años del siglo XIX, cuando el país recién se estaba acomodando luego de sus primeros decenios de vida independiente, lo que hoy conocemos como el barrio Sayago era apenas una estación de tren y poco màs. En 1869, la línea férrea que unía la Estación Central y el norte del territorio, le entregó el certificado de nacimiento a la localidad. Alguna casa de veraneo, alguna fábrica incipiente, algún caserio… Era la periferia de la ciudad. La industria, los edificios, el saneamiento, el paso de estación a barrio vendrían con el nuevo siglo.
Y parte de ese cambio vino con Ema Emilia Moratorio, que fundó, el 11 de diciembre de 1897, la congregación de las Hermanas del Perpetuo Socorro. Quien sería más conocida como la madre Ana del Santísimo Sacramento comenzó una historia que lleva ciento veintiocho años, una historia que son muchas historias y que en parte podrán conocer en este artículo.
La madre Ana fue una pionera. Ella, junto a una sobrina y una amiga, llegaron a Sayago en 1897 para formar la primera congregación de religiosas nacida en Uruguay, fundada por uruguayas (de hecho el escudo del colegio tiene, sobre fondo verde, la imagen del ceibo, la flor nacional de nuestro país). La madre Ana fue una mujer valiente. Con sus compañeras llegaron a un lugar abandonado, alejado de la ciudad de Montevideo, al que se podía llegar únicamente a través del tren, para vivir en un lugar levantado con madera y algunos palos. La madre Ana no era conformista. Era una mujer de la alta sociedad de ese entonces, que sabía idiomas, piano, costura, corte y confección. Y, a pesar de que su familia no estaba de acuerdo, ella eligió fundar en las afueras de la ciudad una comunidad religiosa.
La madre Ana decide colocar a las hermanas bajo la protección de la Virgen del Perpetuo Socorro, porque ella había sido educada en la Unión, con los padres redentoristas, y a través de su director espiritual toma la espiritualidad de esa congregación.
Junto con sus hermanas, la madre Ana observa que las mujeres y las niñas, especialmente, tenían una gran carencia educativa y por eso fundan talleres y escuelas talleres en los que enseñaban a coser, a leer, y les daban herramientas para salir adelante. En ese lugar también nació el actual Colegio Madre Ana y Liceo Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en un principio solo para niñas y que, unos cincuenta años más tarde y con la absorción de un colegio de varones que había cerrado, se convirtió en mixto.

Más allá de lo educativo, la fundadora tenía una visión integral de las necesidades de las mujeres y las niñas de su tiempo, y la situación de abandono en las que muchas veces se encontraban. Esa preocupación permeó en sus hermanas y su apostolado se extendería con el tiempo a colegios, liceos, clubes de niños, hogares de ancianos . En sus comienzos, la congregación llegó a realizar tareas en algunos hospitales.
En todos estos servicios es que se hacía -y se hace- presente el carisma específico de las hermanas “vivir al estilo de la familia de Nazaret”, en un trabajo silencioso a los ojos del mundo, pero efectivo para Dios. Una espiritualidad al servicio de Dios y de la Iglesia, allí donde se necesite.
En 1915, la madre Ana falleció en Argentina, lugar al que la congregación había ido a fundar una comunidad en Buenos Aires. Este hecho, que marcó a la joven comunidad de hermanas, no impidió que la congregación se extendiera: primero en Canelones, luego en Melo, con nuevos apostolados. Ha sido la baja en las vocaciones religiosas -una realidad que azota nuestro país, nuestro continente y buena parte de Occidente- que ha hecho que algunos de esos apostolados ya no se puedan atender. Actualmente, las Hermanas del Perpetuo Socorro están en la comunidad de Sayago -que es su casa madre-, donde hay un colegio y liceo, y club de niños. Además, en Sauce, Canelones, atienden el Colegio y Liceo Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, y se trabaja con el barrio y a la parroquia local. Las hermanas también se encargan de dos hogares de ancianos Madre Ana y Perpetuo Socorro. Por su parte, en La Boyada del Cerro, en San Gabriel, atienden un CAIF y un club de niños.
En el corazón del barrio
Cuando se llega desde el centro de la ciudad por Camino Ariel, por la Av. Millán, o por Av. Sayago, hay una postal que resalta sobre los edificios, los comercios, y demás construcciones: el campanario de la capilla del colegio de las hermanas. La comunidad religiosa y la educativa has acompañado la evolución del barrio, no se entienden uno sin el otro. “Siempre trabajamos junto con la parroquia y con el barrio. De hecho también en la formación cristiana, en la catequesis, el colegio se abrió al barrio. Somos un referente de Sayago, tanto la capilla como el colegio. Tenemos ciento veintiocho años de fundadas, y sí, la verdad que la gente ya asocia Sayago con las hermanas y el Perpetuo Socorro, y el Madre Ana, más que nada”. La que toma la palabra es la hermana Graciela, catequista de primaria del colegio y parte de la comunidad religiosa que vive en la casa madre. Junto a ella, la Mtra. Mayra Tomás, directora de inicial y primaria, y el Mag. Michael Battes, director de secundaria, reciben a este quincenario.
La directora agrega que el colegio tiene vinculación con la policlínica de Sayago, con la que coordinan actividades con los chicos de secundaria o de primaria. “Tenemos contacto con el gimnasio de Sayago donde los chicos de secundaria van a hacer actividades; un convenio con INAU porque aquí funciona un club de niños, porque hay escuelas públicas que no tienen extensión horaria y la necesitan”, añade.

Por su parte, Battes informa que desde el liceo se busca tener contacto con las instituciones de la propia comunidad de las hermanas: “por ejemplo, desde un espacio específico de secundaria llama do EPA, que es un espacio pastoral adolescente, lo que regularmente hacemos, una vez cada dos meses, es visitar el hogar Madre Ana, y con alumnos de séptimo una actividad en el club de niños de La Boyada, que es también una forma de brindarse del servicio. Tenemos algo para aportar como comunidad y como grupo de estudiantes, sobre todo pensados en el futuro. No es la idea solamente pensar en el año 2025, queremos dejarle algo a las futuras generaciones”.
El colegio, que cuenta con 242 alumnos entre inicial, primaria y secundaria, y 70 del club de niños, forma parte desde hace siete años, de la Fundación Sophia. También el colegio de Sauce es parte de la fundación. Desde ese lugar, los tres afirman que los pilares básicos de brindar una educación de calidad a nivel académico, pero también pastoral, son fundamentales en el colegio.
En cuanto a la vida religiosa de la comunidad, además de los espacios de catequesis y pastoral, los lunes y marte hay misa para los alumnos del colegio y liceo respectivamente, ambas abierta a quienes desean participar en la capilla del colegio. Además hay misa el fin de semana. Todas estas celebraciones son presididas por sacerdotes de la parroquia del Líbano.
Mirando hacia adelante
En la actualidad son cinco hermanas en la congregación: la Hna. Alba (superiora desde el fallecimiento de la madre Adriana, en julio de este año), la Hna. Isabel (secretaria) y las Hnas. Graciela, Verónica y Carina. Entre ellas atienden los dos colegios, los dos hogares y los clubes de niños. Si bien es un trabajo enorme y las vocaciones escasean ellas confían en seguir fielmente el camino que la madre Ana fundó humildemente hace casi ciento treinta años. En definitiva, confían en que Dios llevará a buen término la obra que comenzó en Sayago. Mientras ellas siguen su carisma: “vivir al estilo de la familia de Nazaret”.
¡Todos podemos colaborar!
La comunidad religiosa y educativa está realizando una colecta para la restauración de la capilla Nuestra Sra. del Perpetuo Socorro.
Quienes quieran colaborar lo pueden hacer a través de: Cuenta de Abitab N.ª 144021

