Compartimos la celebración de una nueva peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, en el marco del bicentenario de la devoción a la patrona de la patria.
El camino empezó mucho antes del camino. Antes del silencio —a veces frío— del amanecer, de los pies adoloridos, de los músculos acalambrados. Antes del rezo del rosario, de la meditación de la Palabra de Dios e incluso antes de los carteles de bienvenida que, con cariño y dedicación, distintos pueblos prepararon para los peregrinos. También antes del sonido alegre de las campanas, que resonaron en distintos templos del interior del país e interrumpieron la aparente calma de aquellos rincones en los que el tiempo parece ir a otra velocidad.
Empezó mucho antes, con el deseo y la necesidad de caminar hacia la Virgen de los Treinta y Tres, para agradecer y también poner a sus pies las intenciones de todo un país.
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Los jóvenes aparecieron primero como un murmullo. Un minuto después, ya eran una marea verde.
Las remeras personalizadas destacaban en el monótono paisaje, mientras las piedras crujían bajo el calzado, únicamente interrumpidas por el rezo del rosario.
Este grupo de jóvenes caminaba hacia Florida, en la habitual 100k que organiza Iglesia Joven Montevideo. Y cada descanso se disfrutaba, especialmente en la mañana del sábado 8, que amaneció intensa, despejada y calurosa.

“Es una instancia hermosa para compartir la historia de cada uno y escuchar otros testimonios, para rezar el rosario, para meditar el evangelio… actividades que en nuestra vida cotidiana se nos hacen muy difíciles, pero acá surge naturalmente y es algo precioso. Los recibimientos de cada pueblo son hermosos. Vemos la alegría de la gente al ver un grupo de peregrinos llegar a sus casas, a sus parroquias y comunidades, hasta tocan las campanas de sus templos. Nos esperan con comida, con agua fría y con frutas. Estamos muy agradecidos con el Señor y con la Virgen por tocar el corazón de esos fieles que nos reciben con tanto amor”, explicó Facundo, algo cansado, pero fundamentalmente alegre.
En su caso, su motivación para participar es clara: “Peregrino para agradecer por las obras que Dios hizo en mí”, afirmó con convicción. Y no es una frase más, porque Facundo se unirá al Seminario Cristo Rey el próximo año.
En otro rincón de la peregrinación, Belén, Anabel y Julia compartían sus experiencias de este tercer día de caminata.
“La llegada a cada pueblo es hermosa. Hay pila de personas que están siempre esperando a recibirnos y nos esperan muy alegres. Por ejemplo, el lugar al que llegamos ayer [en la tarde del viernes 7] eran señoras con distintas casas que nos recibían para que nos pudiéramos duchar. Y pensar que vamos y les gastamos toda el agua caliente del calefón… [risas]. Pero es lindo eso, saber que uno llega y que siempre se encuentra a alguien dispuesto a ayudarlo”, reflexionó Belén, con una sonrisa.
“También la comida… Son personas que nos cocinan todos los días. De igual manera, quienes nos ayudan, nos cargan los bolsos y todo eso, es tremendo servicio. Ellos también son parte de esta peregrinación. Y en este camino, la oración es clave, no solo para unirnos más a Dios, porque es el centro de todo esto, sino también para acompañarnos. Nos despeja, nos hace olvidar que nos duele todo y nos cambia la forma de pensar y de vivir esto. Le da otro sentido…”, complementó Anabel, antes de ser interrumpida por las bocinas de los autos que saludaron al medio centenar de peregrinos.
Tanto Belén como Anabel son oriundas de Dolores. El caso de Julia es todavía más especial, porque proviene de Estados Unidos: “Estoy como misionera y disfrutando un montón. Estoy viviendo con las hermanas de Stella Matutina, conozco a las mismas hermanas de Estados Unidos y quise participar de alguna misión. Luego apareció Uruguay y eso me trajo aquí, porque quería estar en actividades que me permitan compartir con la gente y aprender más sobre mi fe… y creo que si podemos caminar todo esto es por la energía de las oraciones, no podríamos hacerlo de otra manera”.
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Poco más de veinte peregrinos caminaban tomados de las manos, rezando. Para los vecinos de la capilla Exaltación de la Cruz, la escena se repite desde hace casi tres décadas. Y la esperan con profunda alegría.
“Esta tradición comenzó hace veintiocho años, cuando el padre Severino salió caminando desde Durazno hacia Florida. En aquel entonces eran solamente seis o siete peregrinos. Con el pasar de los años se sumó gente y se empezó a armar otro tipo de organización. Salimos los jueves de tarde y vamos parando de pueblo en pueblo. El primer día vamos hasta Goñi. Ayer viernes caminamos hasta Sarandí. Hoy sábado peregrinamos hasta el pueblo de la Cruz y este domingo saldremos a las cuatro de la mañana para poder llegar a la Catedral antes de las diez”, repasa Karina, quien hace veinticinco años que participa de esta particular iniciativa. “Lo que se siente al participar es inexplicable, inexplicable…”, repitió Karina, convencida.

Ellos se prepararon espiritualmente para peregrinar desde setiembre, y también definieron algunos aspectos organizativos. En cada pueblo que visitaron dejaron una colaboración. La devoción también sabe de logística.
Karina resumió la experiencia con una frase que es gratitud y a la vez certeza: “No pienso parar de peregrinar, porque es una experiencia hermosa. Hasta que Dios me lo permita, estaré”.
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Hay una fe que camina. Y hay una fe que también galopa.
El grupo coordinado por el padre Leonardo Risso apareció en la escena como un cuadro que cobra vida: caballos, vestimentas, algún estandarte y bandera conmemorativa y, delante de todo, la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres.
Quienes participan la llaman la Marcha Peregrinación. “La idea nació —contó el sacerdote— en 2019, cuando era párroco en Batlle y Ordóñez, Nico Pérez y toda esa zona (…) como un intento de promover la devoción a la patrona del Uruguay y a la vez despertar, por donde vamos pasando, la cercanía a nuestra madre. Sin dudas, en estos casos recogemos mucho más de lo que nos llevamos, porque la presencia de la Virgen en nuestro país es muy importante. Queremos llevar un testimonio de esperanza a zonas aisladas, donde el caballo sigue siendo muy importante en su día a día”.

Sergio participó de esta particular Marcha Peregrinación desde su primera edición. “Para mí y para todos quienes formamos parte, es una experiencia distinta, es algo nuevo. Vamos en grupo y llegamos a distintos lugares para pedir que nos permitan quedarnos, y nos reciben de una forma espléndida”, contó, mientras caminaba y miraba a los caballos, ya descansando. En estos momentos caía la tarde del sábado y, tras haber llegado al pueblo de La Macana, el grupo de peregrinos montaba su campamento y se preparaba para compartir la cena en comunidad.
“En ocho Marchas Peregrinación nunca tuvimos un problema, y cada persona que nos recibe nos trata de brindar lo mejor. Eso uno lo nota y queda muy agradecido. Eso que comentaba Sergio, es así. Anoche, por ejemplo, nos recibió una señora catequista, ya retirada, que propagó la fe por San Gabriel y en uno de sus terrenos tiene una imagen de la Virgen, en el medio del campo. Y como esas hay muchas otras historias, que tienen que ver con la misma historia de nuestra Iglesia. Hay que ir al encuentro de esa gente para rescatar esas lindas tradiciones de las que nos nutrimos nosotros también”.
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El domingo 9 amaneció despejado en Florida. El sol primaveral se había instalado por completo a primera hora de la mañana y una brisa suave acompañaba el despertar de la ciudad.
En el atrio de la catedral dos hombres que superan los sesenta años eran los anfitriones. Leían la historia de la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres, aunque interrumpían la lectura cuando observaban el ingreso de nuevos grupos de peregrinos a la plaza. Mientras, el ensayo musical de las canciones de la misa servía de fondo.
“Hay gente de todos lados”, decía uno. “De todos lados vienen”, agregaba el otro. Cada llegada era motivo de aplausos. Entre ambos, prácticamente cubrieron la lista completa de los diecinueve departamentos.
Faltaba media hora para el inicio de la misa y la plaza de Florida estaba desbordada. Algunos intentaban asegurar un sitio para su silla playera; otros optaban por refugiarse bajo los árboles.
“La juventud no está perdida. La juventud necesita de la fe, y acá se demuestra”, gritó uno de los hombres cuando los cincuenta jóvenes de Iglesia Joven Montevideo llegaron al atrio de la catedral después de caminar cien kilómetros. Llevaban en alto la imagen de la patrona de la patria, que desde agosto había pasado por cada parroquia de la capital.

Julia fue una de las jóvenes que completó la peregrinación. Tiene veinticinco años y participa en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen, en el barrio Aguada. Era la primera vez que hacía la 100k. “Llegamos felices, felices, felices”, dijo a Entre Todos. “Hay que vivirlo para entenderlo. Estuvo tremendo. Conocer a tantos jóvenes que viven la misma fe y tiran para el mismo lado es algo que en Uruguay no se ve mucho, y eso está buenísimo”.
Sobre el sentido personal de la caminata, señaló: “Esta 100k me sirvió mucho para transformar el corazón. Siento que hubo muchos momentos de oración en los que Jesús y la Virgen me hablaron directo al corazón”.
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A las diez de la mañana, el repique de las campanas de la catedral señaló que la misa estaba por comenzar.
La misa fue presidida por el cardenal Daniel Sturla y concelebrada por los obispos de las nueve diócesis. Además, estuvo presente el nuncio apostólico en Uruguay, Gianfranco Gallone, quien abrió la celebración con la lectura del mensaje que el papa León XIV, por medio del secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolín, envió por los doscientos años de la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres.
“Me parece una linda coincidencia que hoy, celebrando el bicentenario de la patrona de nuestro país, en la Iglesia universal se celebra la fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán, que es la catedral del santo padre y la madre de todas las iglesias del mundo católico”, expresó Gallone.
El prelado italiano recordó que el pasado 17 de octubre el presidente de la República, Yamandú Orsi, mantuvo una audiencia con León XIV, durante la cual reiteró la invitación para que el pontífice visite Uruguay, tal como lo había hecho el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) a comienzos de agosto. “Estamos en espera de anunciar cuanto antes la fecha de la visita del santo padre”, afirmó Gallone. La frase provocó un aplauso inmediato.
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“Me gustaría expresar la alegría que siento y el gozo que estoy seguro que todos sentimos por la fe y por estar aquí reunidos”, dijo Sturla al iniciar su homilía.
Su prédica fue una clase de historia entrelazada con fe y devoción. “Hace doscientos años, en este lugar, en esa esquina, en un rancho humilde, se reunieron los representantes del pueblo oriental. Ya había sido antes el Gobierno Provisorio el 14 de junio, pero el 25 de agosto declararon la independencia y vinieron a este lugar donde había otra capilla humilde, donde veneraban a esa Virgencita preciosa de origen guaraní misionero, y donde los representantes de la patria pusieron la bandera de los Treinta y Tres a sus pies y a la patria entera para que ella los protegiera”.

Sturla evocó que la Virgen venerada en el Pintando fue llevada como fundadora de San Fernando de la Florida y que, con el paso del tiempo, el pueblo llamó Virgencita de los Treinta y Tres, uniendo la gesta de los orientales y la cruzada de la independencia. “Gracias al pueblo de Florida que le dio su nombre a la Virgencita. Gracias a todos aquellos que después expandieron este nombre para llegar al corazón de todos los orientales”.
El arzobispo de Montevideo recordó que todos los representantes de la Provincia Oriental eran católicos y mencionó de modo especial al sacerdote Juan Francisco Larrobla, quien presidió la asamblea del 25 de agosto de 1825: “Florida es como la pila bautismal de la patria, y aquí es donde la Iglesia, que ha sido partera de esta patria oriental, ha estado presente”.
En otro plano, Sturla llamó a los fieles a “seguir defendiendo la cultura de la vida frente a la cultura de la muerte en la patria”, en referencia a la reciente aprobación de la ley de eutanasia. “Tenemos las raíces profundas de nuestra fe ancladas en nuestros mayores y sabemos que la vida vence a la muerte. Por lo tanto, continuamos la obra de esos héroes y de esas personas de fe que hicieron nacer a nuestra patria, y debemos mantener encendida la llama de la vida que vence a la muerte”.
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La homilía terminó y, de inmediato, un aplauso espontáneo se extendió por todo el atrio y la plaza. La misa continuó con su ritmo habitual.
En el momento de las ofrendas, tres religiosas del movimiento apostólico de Schoenstatt acercaron al altar un ramo de flores como gesto de gratitud por el centenario de la fundación de su instituto.
“Este momento histórico tan importante para nosotras coincide con los doscientos años de la Virgen de los Treinta y Tres que estamos celebrando. Quisiéramos traer un presente de gratitud por haber convocado a nuestra comunidad al Uruguay y haberla utilizado para sembrar nuestro amor a María a tantos niños, jóvenes y adultos de nuestra patria”, dijo una de las religiosas.
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Luego de la comunión, los fieles y los obispos ingresaron a la catedral para rezar la súplica ante la imagen de la Virgen. En un instante, el templo se vio rápidamente desbordado de gente.
Tres obispos —Sturla, Martín Pérez Scremini y Milton Tróccoli— rezaron en nombre de todo el pueblo de Dios y pidieron por varias intenciones. Desde el interior del templo se elevó un canto dulce: “Ave María, Ave María, Virgen de los Treinta y Tres”.
Al finalizar la súplica, Sturla bendijo varias imágenes de la patrona del Uruguay que fueron enviadas a distintas parroquias y capillas del país. Un diácono anunció: “Pueden ir en paz”, y la asamblea respondió: “Demos gracias a Dios”. Entre el silencio, se oyó la voz de un hombre: “¡Viva la Virgen!”, y el grito fue replicado al unísono.
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Afuera, el altar aparecía completamente despojado. Solo un mantel blanco descansaba sobre la mesa. Una mujer llegó y dejó en el centro una imagen de la Virgen de los Treinta y Tres. Se llama Amada —ella dice que es porque es “amada por Dios”—, tiene ochenta años y viajó desde El Pinar, en el departamento de Canelones.
“Formo parte de un grupo que tiene esta Virgen, recorremos el país con ella, sobre todo en los hogares de ancianos porque deja muchas bendiciones”, dijo, mientras otros peregrinos se acercaban para fotografiarse junto a la imagen.

Maris y Marta viajaron desde José Pedro Varela, en el departamento de Lavalleja, donde integran la parroquia San Carlos Borromeo. Una tiene ochenta años; la otra, setenta y nueve. “Venimos a homenajear a la Virgen por todo lo que hace por nosotros cada día, y también a conmemorar sus doscientos años con mucho cariño y mucho agradecimiento”, dijo Maris.
Marta agregó: “A dar gracias por la vida que nos dio y por este país libre que dejaron nuestros antepasados, que vivimos nosotros y vivirán nuestros hijos. La Virgen nos dejó esa libertad espiritual y siempre estuvo cerca de los soldados a quienes ayudó”.
Agustín es argentino y novicio jesuita. En la actualidad cursa su segundo año de formación. “El año pasado vine y pedí por mi experiencia vocacional. Este año, si Dios quiere, tengo que pedir los votos de castidad, obediencia y pobreza para ingresar a la Compañía [de Jesús]. Así que vine a agradecer eso a la Virgen, y pedir por esta nueva etapa que comenzaré el año que viene”.
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Eran las primeras horas de la tarde. El sol se había vuelto más tibio y la sombra de los árboles trazaba pequeños refugios donde la gente descansaba y charlaba.
En el Prado de Florida, las comunidades se encontraban como si siempre hubieran sido parte del mismo territorio. Los fieles de la Basílica de Nuestra Señora del Carmen se cruzaban con las religiosas de la congregación Marta y María y con los integrantes del Camino Neocatecumenal.

“Es una experiencia muy bonita compartir con todas las diócesis del país”, dijo la hermana Aura, que pertenece a la congregación de Marta y María y es de nacionalidad guatemalteca. “Nosotras tenemos varias horas de oración diarias, por eso así se llama nuestra congregación, porque conjugamos la oración y el trabajo. Hoy pusimos en las manos de la Virgen esta jornada, para que en ella todos podamos sentir su presencia”.
El ómnibus contratado por la Basílica de Nuestra Señora del Carmen salió lleno a las siete de la mañana: cuarenta y cuatro pasajeros y una lista de espera que no llegó a moverse. “Nuestra parroquia es fundamental para la patria porque allí sesionó la Asamblea Constituyente durante tres o cuatro meses de 1829”, señaló su párroco, el padre Guillermo Porras. “En nuestra comunidad recibimos la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres en la fiesta patria, el 25 de agosto. Estos doscientos años ayudan a renovar la fe”.
Doscientos años después, la Virgen de los Treinta y Tres sigue convocando al pueblo uruguayo a su santuario, a su casa.
Redacción: Fabián Caffa y Leandro Lia

