Sobre la ruta 6, a pocos kilómetros de Sarandí del Yí, en el departamento de Durazno, se encuentra una de las obras salesianas más emblemáticas en nuestro país: el Instituto Benigno Paiva Irisarri. En este reportaje los invitamos a conocer una institución referente ubicada en el centro del país.
Para los jóvenes
El Instituto Benigno Paiva Irisarri, conocido simplemente como “el Paiva”, es la última residencia rural de tutelaje que dirigen los salesianos. Nació en 1968 gracias a la donación de una estanciera, Clotilde Pardo Santayana, tras la muerte de su esposo Benigno Paiva Irisarri (quien llegó a ser intendente de Montevideo en el año 1942). Cuando todavía Paiva estaba con vida, el matrimonio, que no tenía hijos, había decidido donar esas tierras a los salesianos para la educación de los hijos de los peones rurales.
Justamente para esos muchachos, que por razones económicas o geográficas no podrían cursar secundaria, fue pensado este hogar estudiantil gratuito.
Actualmente en el Paiva hay 58 chicos, de entre 12 y 19 años, que cursan enseñanza secundaria; del primer año de ciclo básico al último de bachillerato. Esta parte académica la realizan en la UTU de Sarandí del Yí y en el liceo de la misma ciudad. Los muchachos están toda la semana en el hogar salesiano, y un viernes cada 15 días visitan a su familia durante el fin de semana, retornando al instituto el lunes por la mañana.
El Instituto Paiva se financia básicamente de dos formas: un convenio que tiene con el INAU -por el cual acceden unos 20 chicos-; y la autofinanciación. El Paiva cuenta con unas 1800 hectáreas de campo, donde se realiza todo tipo de producción rural, sobre todo ganadera. Es por eso que además de las personas que trabajan en el instituto, en las tareas directamente relacionadas con los jóvenes, hay tres empleados de campo y un capataz. Además, cuenta con algunas donaciones que llegan a través de particulares.
Una casa salesiana
Pero si hay algo que caracteriza al Paiva es su impronta salesiana, el carisma de Don Bosco está presente en todo momento y toda actividad: en el estudio, en el trabajo, en la convivencia y en la oración.
Y esto es así porque hay una comunidad de cinco salesianos detrás: tres sacerdotes, el P. Ruben Avellaneda (que es el director), el P. Julio González, el P. Juan Gastón Dubourdie; dos hermanos, Eduardo Banquero y Bernabé Ghuisoli; y un laico consagrado, Heber Arseno.
El P. Ruben, director del Paiva, nos cuenta que la comunidad está en función de la atención a los chicos, esa es la prioridad. “Si bien hacemos servicio a la diócesis también, vamos a algunos pueblos a presidir misa en alguna capilla o parroquia, nuestro ministerio está acá”, afirma.
Comenta que como comunidad religiosa, “tenemos una hora de mañana en la que se reza Laudes, compartimos la Palabra y la Misa”. Y añade que lo fundamental es acompañar en cada momento a los jóvenes en su rutina, que hasta que llegó la pandemia “los chiquilines antes de irse para el pueblo, se levantaban, rezaban un Ave María y desayunaban. Ahora, con la pandemia, eso cambió un poco, pero antes de acostarse se bendice la mesa, se cena, se realizan las buenas noches (una tradición salesiana) y van a dormirse”.
Además, para este sacerdote la experiencia es particular porque es ex alumno de esta casa. “Vine en el año 1979 y estuve 3 años. Y ahora hace tres años que vine como cura salesiano y director. En esta función me tocó, en 2018, la celebración de los 50 años del Paiva”, relata. Y agrega que “para los salesianos estar en el Paiva es estar con los jóvenes de la campaña profunda, los más pobres”.
Convivencia y capacitación
Cuando uno recorre los distintos lugares del instituto, conversando con los jóvenes y adultos, se da cuenta que el paso por allí no deja a nadie indiferente. La forma de recibir al visitante, la forma de relacionarse con los pares, con los referentes y con los sacerdotes que tienen los chicos son indicios de un aprendizaje que no se logra de la noche a la mañana.
“El chiquilín aquí aprende lo que es la convivencia fuera del núcleo familiar. Y en segundo lugar la rutina, ordenar su vida, ocupar el tiempo y saber en qué ocuparlo, manejarse en ese tiempo”, enumera el P. Ruben.
Eso se logra, según el director, a través de las tareas, los pequeños servicios comunitarios y la formación: “te van ordenando la vida y te capacitan”, sostiene.
Hay seis áreas formativas: servicio, huerta, campo, quesería, carpintería y parque. Para participar, los muchachos se dividen por grupos, siempre con integrantes de diferentes edades y de forma rotativa, para fomentar la convivencia.
Para el P. Ruben “la mayoría de los chiquilines salen del Paiva con capacidad para la convivencia, sin importar en qué trabajo continúen su vida. Yo creo que el Paiva les da muchas herramientas y valores para la convivencia. Y cuando no está en el Paiva el muchacho extraña este estilo de vida, que además de responsabilidad y cumplimiento del deber, implica mucho de juego y compartir con los demás. Muchos de los chicos que están aquí viven su adolescencia y comienzo de juventud en el Paiva”.
Destaca que el año próximo, a pesar de la pandemia, los siete chicos que egresan de sexto de liceo continuarán estudios terciarios. “Hay tres que van a Salto para hacer profesorado, dos se van a Talleres Don Bosco, que van a hacer abogacía, y otros dos se van a la casa de familiares en Montevideo para estudiar economía y profesorado. La verdad estamos muy contentos porque no pasa todos los años”, comparte.
La dinámica del Paiva
Para la comunidad salesiana del Paiva la llegada de gente a visitar la obra es muy importante; en palabras del director “nos hace bien para no estar tan aislados”, aunque matiza que con la llegada de la pandemia se han tenido que tomar muchos recaudos, y se ha hecho de forma estricta.
Por ejemplo, para respetar los aforos previstos, la Misa dominical se celebra en un enorme salón multiuso, para así acoger unas 20 personas que vienen de los pueblos cercanos, más los casi 60 alumnos y la comunidad salesiana. La hermosa capilla dedicada a María Auxiliadora no tiene capacidad para recibir tanta gente. El P. Ruben también nos cuenta cómo se integra a la persona que llega a visitar el Paiva.
“Nosotros lo único que le pedimos a quienes vienen que se integren a la dinámica Paiva: si es hora de trabajar, trabajar; si es hora de comer, comer; si es hora de rezar, rezar; si es hora de patio se jugar”, concluye.
4 Comments
Ésta es integración verdadera, dando opotunidad de superarse a chicos que de otra forma lo tendrían muy difícil. Obras como ésta deberían ser más conocidas, felicitaciones a los salesianos!
Excelente obra salesiana de lá cuál no tenía conocimiento,solo resta felicitar y desearles un gran crecimiento.Concurren solo varones?Gracias.
Felicitaciones!!!!
Felicitaciones!