Se celebró la fiesta de la beata Francisca Rubatto.
El lunes 9 de agosto el Santuario dedicado a la Beata Francisca Rubatto, situado en el barrio de Belvedere abrió sus puertas para celebrar la vida. Las Hermanas Capuchinas, junto a la comunidad y amigos, se reunieron para dar gracias por esta mujer que caminó por las calles de la capital llevando el mensaje del Evangelio.
El Santuario guarda los restos de la Madre Rubatto, además de reliquias, utensilios de la religiosa y cartas. Las Hermanas Capuchinas cuentan con un museo donde se aprecian los objetos.
Discípula de Francisco de Asís
El cardenal Daniel Sturla presidió la Eucaristía que comenzó a la hora 17, acompañado por sacerdotes concelebrantes pertenecientes a distintas congregaciones.
El Arzobispo de Montevideo comenzó la homilía haciendo referencia a la importancia del carisma capuchino en el Uruguay. “Si están acá sus reliquias es porque el carisma capuchino de la Madre Rubatto ha calado hondo. Cuántos sacerdotes, ya con algunos años, somos deudores de la caridad de las hermanas en el Círculo Católico; presencia de amor que se entrega y da la vida por nosotros”, sostuvo.
Recordó también el momento en que san Juan Pablo II beatificó a la Madre Francisca y la ubicó como sucesora del carisma franciscano-capuchino: “Siguió fielmente las huellas de Francisco, el enamorado de la pobreza evangélica, y aprendió a servir a los pobres y a hacerse pobre”.
Corazón misionero
La vida de la futura santa estuvo marcada por la entrega incondicional a los más necesitados. Desde Belvedere hasta La Barra de Santa Lucía dejó sus huellas llevando el mensaje de Jesús en tiempos difíciles.
El Card. Daniel Sturla recordó el impulso evangelizador de la beata dirigiéndose a ella: “Marcaste a tus hijas espirituales este camino particular de evangelización. La creación del Instituto se convirtió en profundo impulso misionero. Hoy, prosigue tu profético testimonio de caridad, en los numerosos campos de apostolado donde trabaja la Congregación”. Las Hermanas Capuchinas tienen presencia en nueve países. En Uruguay atienden tres colegios y una casa de retiro.
Sembró el bien durante ocho años de su vida, entre Uruguay y Argentina. Su llegada a nuestro país no estuvo exenta de problemas. Una de sus misiones fue el trabajo en el Hospital Italiano, perteneciente a la Masonería y en su momento este hecho fue polémico, pero ella se ganó un lugar entre los enfermos y el pueblo.
El Arzobispo de Montevideo recordó el encuentro de una de las hermanas capuchinas con el expresidente de la República: “Don José Batlle y Ordóñez supo disfrutar en sus últimos días de la caridad de las religiosas, cuando fue atendido por una de ellas. El corazón de este hombre de Estado se conmovió. El mismo que se había opuesto a que tuvieran presencia en los hospitales públicos, como en el Hospital italiano”.
La primera santa uruguaya
La vida de Francisca estuvo marcada por las adversidades pero, a pesar de ello, hizo frente al dolor y lo convirtió en un acto de amor; fue una mujer resiliente. Supo resolver estructuras y atravesarlas, rompió muchas de ellas con libertad interior.
Hasta los cuarenta años vivió su vida como laica consagrada. El amor y las oraciones de los frailes capuchinos la llevaron a decirle “Sí” a Dios.
El Arzobispo de Montevideo destacó la relevancia de la vocación religiosa y de la santidad: “Los consagrados tenemos que vivir la alegría de que fuimos elegidos por el Señor y que nuestra herencia es Él mismo. Muchas veces el mal es contagioso, la mediocridad es contagiosa, pero el amor y la santidad también son contagiosos; eso hizo Madre Francisca”.
Las hermanas capuchinas trabajaron arduamente para que Rubatto sea reconocida santa y esperan con ansias la fecha de canonización de la Madre. El papa Francisco confirmó que cumple con las virtudes requeridas para llegar a los altares. En este mundo su ejemplo impulsa a otros a seguir a Cristo.
El Card. Daniel Sturla invitó a los presentes a rezarle a Francisca para que interceda por sus intenciones y las del pueblo uruguayo.