La parroquia Santo Cura de Ars y Santa Elena tiene a cargo cinco capillas en Punta Yeguas.
Cuando uno llega a Punta Yeguas parece estar ubicado en otro lugar, lejos de Montevideo, o por lo menos de la imagen que tenemos de Montevideo. Su nombre se debe a que antiguamente en la zona se dedicaban a criar yeguas. El territorio es muy extenso y variado. Son distintas las realidades que existen. Por un lado hay una zona de balneario y playa, en el centro hay chacras y por otro, se ubican industrias y se caracteriza por ser un sitio más humilde.
Un sacerdote que dejó huella
Desde hace setenta años existe la parroquia Santo Cura de Ars y Santa Elena, que por su estructura edilicia se parece más a una capilla. Fue fundada por el padre Pedro Kraemer, que fue un misionero alemán, perteneciente a los Oblatos de San Francisco de Sales, que llegó a Uruguay en la década del cincuenta. Fue párroco de la Inmaculada Concepción (Paso de las Duranas) y fundador del Colegio Mariano de la calle Millán. En su pasaje por Punta Yeguas mandó construir dos capillas y una casa para las mujeres laicas consagradas que lo ayudaban en la actividad pastoral. Falleció en 1977.
La parroquia tiene a cargo a cuatro capillas más en la zona: Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresita del Niño Jesús, Niño Jesús de Praga y Corazón de María, Santa Catalina y Sagrado Corazón.
Rosario Penadés es la memoria viva de la comunidad. Se acuerda de la lista completa de los sacerdotes que pasaron: Abreu, Lelis, Sandoval, Chocho, Rodríguez, Techera, Pérez Scrimini, Monetta, Piola y Durán.

Integrantes de la capilla capilla Niño Jesús de Praga y Corazón de María junto al párroco. Fuente: Federico Gutiérrez
El presente
El actual párroco es el padre Ricardo Villalba, quien llegó a la zona en enero del año pasado pero recién asumió como párroco en octubre. Villalba sucedió al P. Giancarlo Monetta, quien sirvió en la parroquia durante casi dos décadas.
Cuando coordinamos la entrevista para esta nota, el párroco nos advirtió que el trayecto es largo debido a que entre las capillas hay largas distancias. El recorrido duró más de una hora y media. “Todavía sigo conociendo el lugar”, dice el sacerdote. Para asistir a las comunidades, también colaboran los diáconos permanentes Carlos Cassi y Marcelo Giménez. Una vez al mes se realiza el consejo de capillas para fijar el calendario de celebraciones y actividades.
El P. Villalba comentó a Entre Todos que tras la vuelta a la presencialidad se están redefiniendo los modos de trabajo, y que para ello es necesario estar abiertos a algunos cambios. “Uno va creando las pastorales según las demandas que hay», reflexiona el párroco. Últimamente está pensando en impulsar la pastoral de la solidaridad debido a que la pandemia afectó la dinámica cotidiana de las comunidades.
Una comunidad que sale al encuentro
El sacerdote cuenta que en el último tiempo la pobreza ha aumentado y hay familias carenciadas. Al recorrer la zona va conociendo las dificultades de los vecinos, sus necesidades materiales y espirituales. «Un día en Pajas Blancas, se me acercó una señora con la intención de bautizarse con sus hijos. Me dijo que tenía una familiar con más hijos y terminamos haciendo un grupo familiar. Nos reunimos semanalmente en su casa. Son dos madres y cinco chiquilines», cuenta el párroco.
En la pasada Semana Santa los integrantes del movimiento de Schönstatt misionaron por la zona. Este año, el P. Villalba comenzó a misionar un día de la semana en cada zona. Lo acompañan algunos jóvenes del barrio. «Hay gente que se pone muy contenta porque pasás a saludar. También vas conociendo a gente nueva del barrio. Te cuentan historias que te tocan un montón», agrega Lucas, uno de los chicos que lo asiste.
En el último tiempo resurgió la catequesis y también se integraron jóvenes. Desde el año pasado, algunos integrantes comenzaron a ayudar al grupo Sembradores y dan una mano en el reparto de comida a las personas en situación de calle.
Una gran familia
María Laura Rodríguez —conocida como Lala— es maestra y pertenece a la capilla de Santa Catalina. La comunidad es bastante heterogénea respecto a la edad. Participan niños, jóvenes, adultos y ancianos. “Abarca todas las franjas etarias y eso asegura al futuro”, señala.
«Lo más lindo de la comunidad fue cuando empezaron a unirse las capillas, formando una comunidad de comunidades. Nos hemos mantenido unidas”, dice María Laura. Las comunidades se juntan para coordinar las celebraciones más importantes y realizarlas en un solo lugar, y después se va rotando.
Hacia el oeste, zona de balneario, se encuentra la capilla Nuestra Señora del Carmen y Santa Teresita del Niño Jesús, que fue fundada en 1958 por los Carmelitas. Hace unos meses comenzó un grupo de lectio divina [de “lectura divina”, orante].

María Laura Rodríguez integra la capilla de Santa Catalina. Fuente: Federico Gutiérrez
A unos metros de la playa La Colorada se ubica la capilla Niño Jesús de Praga y Corazón de María, que tiene apenas diez años de existencia. La misa se celebra los jueves de mañana y los domingos de tarde. Allí vive el diácono permanente Marcelo Giménez junto a su familia. Francisco, el hijo mayor, comenta: «La comunidad es bastante tranquila y quieta. Quienes la integran son los mismos de siempre, nos conocemos todos. Hay muchos adultos mayores. Somos solo tres o cuatro jóvenes los que estamos».
Alejandra Celerczuk, esposa de Marcelo, cuenta que la comunidad ya existía antes de construirse la capilla porque la actividad pastoral se realizaba en su casa. «Esta Pascua nos trajo un regalo muy grande porque aumentaron los grupos de catequesis de niños y se formaron nuevos grupos de adolescentes y adultos que quieren recibir los sacramentos», comparte.
Estela Castroman forma parte de la comunidad de Santa Catalina, la cual iguala en importancia a una familia: «Somos un grupo humano que va caminando junto. No importan las distancias, de alguna manera u otra, estamos juntos. Si alguno tiene algún problema, de alguna manera buscamos la vuelta para solucionarlo o hacer un acompañamiento. Siempre me sentí a gusto y respaldada. Necesité de la comunidad por una enfermedad que tuve y fue un acompañamiento tremendo, no solo de esta comunidad sino también de las otras capillas».
Delia Victorica es una mujer con mucho espíritu —así la define el párroco— y participa de todas las actividades de la capilla desde hace veinticinco años. Define a la comunidad como linda y bonita, donde se comparte todo.
La capilla Sagrado Corazón está integrada en su mayoría por adultos mayores y hasta el momento no se retomaron los grupos de catequesis, según cuenta María Julia Ciro, la vicerresponsable laica. El P. Villalba dice que quiere hacer “una transformación” y ver resurgir la comunidad. En este terreno funcionó un colegio fundado por el P. Kraemer, donde se educaba a niños de bajos recursos pero que se cerró en la década del setenta, ante la falta de presupuesto.
Cada capilla vive realidades diferentes, pero todos los testimonios coinciden en algo: la unidad que hay entre las comunidades y sus integrantes. Una unidad que solo Jesús y la fe pueden lograr a pesar de los largos trechos que los separan.