La Parroquia Cristo de Toledo es un ícono del barrio Villa García, al nordeste de Montevideo
No se puede hablar de Villa García sin mencionar a la Parroquia de Cristo de Toledo. Es inevitable pasar por ahí. La parroquia guarda anécdotas de numerosas familias del barrio, y el templo se ha convertido en un símbolo de referencia que genera pertenencia e identidad para los habitantes de la zona, independientemente de si profesan la fe o no.
En el corazón del barrio
En 1885, Carolina Lagos Villarino solicitó construir la capilla en forma de homenaje a su difunto esposo, Doroteo García, dueño de las extensiones de tierras de la zona. A su vez, Lagos Villarino donó las primeras doce manzanas que dieron lugar a la localidad. La edificación de la capilla fue el puntapié inicial para la conformación de la urbanización de la zona del kilómetro 21 del viejo Camino al Maldonado, una de las principales rutas de Uruguay, que conectaba directamente Maldonado con Montevideo.
La construcción comenzó en 1889 y duró tres años. Apenas empezó, se le pidió al artista argentino Camilo Romairone que esculpiera un Cristo para colocar en el altar mayor. El mármol provino de Italia. Además, Romairone talló una imagen de San José y otra de la Virgen María, que fue robada y no pudo ser recuperada.
El Cristo elaborado por Romairone llegó a Montevideo por barco, y desde el puerto se trasladó en ferrocarril hasta la estación más cercana, que era la de Toledo, en la localidad de Canelones. A la espera de ser colocado, permaneció allí hasta que el templo estuviera en condiciones. La obra tiene una característica especial: Jesús está moribundo, pero no muerto.
El levantamiento de la entonces capilla se retrasó porque el trazado de la ruta había cambiado. La entrada del templo iba a ser por donde hoy está la calle La Corona, paralela a la ruta 8. De hecho, el campanario está ubicado hacia el fondo, cuando lo tradicional es tenerlo adelante.
Por este motivo, el arquitecto —cuyo nombre se desconoce— tuvo que reorganizar la estructura del edificio. Mientras tanto, la imagen del Cristo seguía en la estación. Según detallan las crónicas de la época, los habitantes del barrio comenzaron a decir: “Ya viene el Cristo de Toledo”. Fue así que la repetición de esta frase le dio nombre a la parroquia.
El 24 de noviembre de 1891 se inauguró el templo. Sin embargo, en la fachada aparece la fecha del inicio de las obras. Hasta hoy el edificio mantiene algunos detalles artesanales únicos, como las baldosas.
En el interior del templo, a la derecha, se puede encontrar la carta que envió Mons. Mariano Soler en abril de 1894, a través de su secretario general, en la que concede cuarenta días de indulgencia plenaria a todos los fieles que devotamente recurran a la imagen de Cristo Crucificado que preside el lugar.
Una segunda casa
El padre Álvaro Fernández asumió como párroco de Cristo de Toledo en 2017, pero anteriormente ya había estado en la comunidad. En el verano del 2007 estuvo por un mes de misión, y en 2011 llegó como seminarista. Le sorprende cómo la comunidad fue madurando. Aquellos niños que él había visto, hoy son estudiantes universitarios, y otros ya están casados con hijos.
«Los fieles, aunque pocos, son verdaderos por su gran perseverancia”, dice el P. Fernández, que valora el concepto de fidelidad de quienes participan de la vida parroquial. La comunidad es diversa en cuanto a edades, porque la integran niños, jóvenes y adultos.
Las personas «viven la fe de manera sencilla» y «tienen una apertura a la vida», agrega el párroco, y destaca que los fieles sirven a Dios con pequeños gestos como colaborar en la catequesis y en el mantenimiento del templo.
El P. Juan Musetti llegó a Cristo de Toledo a principios de 2021, antes de ser ordenado diácono. “Es una comunidad viva, que se mueve, y con un ambiente muy familiar”, expresa. El vicario coincide con el párroco en que los fieles demuestran su amor a la parroquia a través de detalles porque tienen un sentido de pertenencia al lugar: «La gente viene y arregla las cosas porque siente que es su casa. Hay una intención de mejorar, de vivir dignamente. Es un derrame de amor por el encuentro que han tenido con Jesucristo».
En el último tiempo la parroquia ha sufrido varios robos. Una persona que asiste cada tanto a la parroquia donó una cámara de seguridad. «Hay pocas personas que vengan solo a misa los domingos y después no las veas. El resto de la gente circula en torno a la parroquia y participa de otras actividades”, comenta el P. Fernández.

Atrio del templo parroquial./ Fuente: R. Fernández
Salir adelante
Por diversas circunstancias, la vida parroquial cayó en un gran deterioro y abandono. Cuando la situación parecía haber tocado fondo, sucesivos párrocos, junto con la comunidad buscaron rescatar la misión original de continuar anunciando el evangelio.
Durante varios años, y debido a la falta de párroco, Cristo de Toledo fue capilla dependiente de la parroquia San Juan Bosco, ubicada en la Ruta 8 Km 16, y de la entonces Escuela Agrícola Jackson. Varios sacerdotes salesianos se hicieron cargo de la parroquia, y en ese tiempo se fundó el oratorio festivo que se mantiene hasta hoy y se realiza todos los sábados.
En 2003 asumió como párroco el padre Pastor Cardozo, quien le dio un giro a la parroquia e impulsó varios cambios. «Él no solo empezó a recuperar el edificio, sino también la comunidad», cuenta el P. Musetti. El P. Cardozo ―actual párroco de San Miguel— mantiene hasta hoy un vínculo afectivo con el barrio y la parroquia, y asiste cada tanto a algunas celebraciones.
La actividad parroquial hoy
Son varias las iniciativas que surgen desde y hacia la comunidad. En mayo de este año, y por iniciativa de los fieles, se comenzó a rezar el rosario semanalmente. Uno de los pretextos fue pedir por la restauración del templo. Los encuentros se realizan casa por casa y se van rotando. El día que ICM visitó la parroquia, el rosario se rezó en la casa de Miguel y Nelly, un matrimonio que forma parte de Cristo de Toledo desde hace cincuenta y cinco años y que se casó en la parroquia. La pareja recuerda que desde que comenzaron a integrar la parroquia “empezaron a vivir una vida cristiana más intensa”. Miguel señala que «en todos estos años, hubo altos y bajos, pero siempre se realizaron actividades».
Los sábados se lleva a cabo la catequesis para recibir los sacramentos del bautismo, comunión y confirmación. Actualmente hay tres grupos de niños. Graciela es catequista de la parroquia desde hace cincuenta y cuatro años y recuerda que en los primeros años se daba catequesis en la casa de Eusebia, una integrante de la comunidad fallecida. Graciela resalta que los antiguos catequistas formaron a los nuevos.
El Camino Neocatecumenal llegó a Cristo de Toledo por intermedio del P. Cardozo. Hoy hay dos comunidades de unos veinticinco miembros en cada uno. «Ellos, junto a los demás fieles, le dan vida a la parroquia», dice el P. Fernández. Por su parte, el P. Musetti explica que Cristo de Toledo fue ‘catequizada’ por los integrantes de la parroquia San Miguel, que tiene las comunidades del Camino Neocatecumenal más antiguas del país.
La parroquia mantiene un fuerte vínculo con el barrio debido a su historia. En Navidad organizan un concierto de coros abierto a todo público y también un pesebre viviente, del cual participan varios integrantes de la comunidad y hasta se trae un burrito para la escena. Además, todos los jueves los sacerdotes de Cristo de Toledo celebran la misa y organizan una adoración al Santísimo en Jacksonville.
Ponerse de pie
Debido a su antigüedad, el templo tiene algunas imperfecciones. A fines de 2020 fue clausurado por peligro de derrumbe del cielorraso. Para ello, se colocó una malla protectora que permitió ingresar el miércoles de ceniza de 2021.
El proyecto está a cargo de Francisco Collet y se divide en cuatro fases. El presupuesto total es de cuatrocientos mil dólares y, debido a su monto elevado, los sacerdotes se propusieron metas parciales para reunir el dinero. Para ello, crearon una campaña y filmaron un video que será difundido en redes sociales para llegar a otros públicos. La comunidad también ayuda a través de la venta de rifas. A su vez, recibieron el apoyo de Martín Dovat, gerente general de Zonamérica.
Hasta hoy, el P. Fernández recuerda las palabras que le dijo el Card. Daniel Sturla cuando tomó posesión de la parroquia: «Padre Álvaro, el padre Pastor empezó la restauración del templo por debajo, ahora te toca a vos el techo».
Para el P. Musetti, los arreglos en Cristo de Toledo despiertan también un cambio en la vida de quienes integran la comunidad: «El culto impacta en la vida de la gente; reconstruir el templo no tendría sentido si no va acompañado de la reconstrucción de la vida de las personas».
En Cristo de Toledo hay muchas metas por cumplir y todo se hace a pulmón. Los fieles, impulsados por la fe, la oración y el cariño a la parroquia, le dan vida a su segundo hogar.