El legado del santo chileno está vigente en la zona oeste de Montevideo
En la calle Sierra Leona al 144, en el barrio Casabó, se encuentra la parroquia San Alberto Hurtado. Con una fuerte identidad la comunidad camina de puertas y brazos abiertos junto a los vecinos, y a todo aquel que se acerca al templo en busca de refugio material y espiritual.
Dios siempre está
Bajo la protección del santo chileno, canonizado por el papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2005, la parroquia se destaca por su espíritu de fraternidad, sencillez y alegría. La fiesta del santo patrono se celebra cada 18 de agosto y para muchos sus palabras alimentan la esperanza para enfrentar los grandes desafíos de la vida diaria.
Durante su visita a Chile el papa Francisco estuvo en el Santuario Nacional de Maipú ―el 17 de enero del año 2018― donde se dirigió a los jóvenes y recordó las palabras del santo, demostrando la vigencia de su mensaje: “Hurtado cantó con su vida ¡contento, Señor, contento!, y se preguntó a sí mismo en varias ocasiones ¿qué haría Cristo en mi lugar?, esa es la señal que mantendrá vivos sus corazones”.
Desde niño, tras la muerte de su padre, a sus cuatro años, vivió la precariedad y la pobreza. Ana, su madre, a pesar de las dificultades supo siempre servir a los más necesitados; ejemplo que marcó a Alberto.
Desde su adolescencia, en el Colegio San Ignacio de los padres jesuitas, su director espiritual le enseñó a vivir sus experiencias sociales como experiencias de Dios.
Estudió abogacía, pedagogía e ingresó a la Compañía de Jesús el 14 de agosto de 1923. Siempre vio a Cristo en los más marginados de la sociedad, fue un contemplativo en la acción, siempre expresando la alegría y la confianza en Jesús Resucitado.
Murió como vivió, dando testimonio del amor de Dios, el 18 de agosto de 1952, a los cincuenta y un años, en la ciudad de Santiago de Chile, como consecuencia de un cáncer de páncreas.
En su país es considerado patrono de los trabajadores. Fundó el Hogar de Cristo ―institución benéfica pública, presente en varios países, que forma parte de las obras de la Compañía de Jesús― que atiende a más de veinticinco mil personas en situación de extrema pobreza.
En el otro está Cristo
Leonel Burone es el párroco actual y es sacerdote desde hace veintiún años. Es oriundo de Juan Lacaze, en el departamento de Colonia, y recuerda que su niñez y la vida en esa pequeña comunidad del oeste del país forjaron el espíritu que hoy comparte con los feligreses del barrio. “Todos nos conocíamos, había confianza; estaba el mano a mano. Viví el encuentro y la solidaridad; uno descubre que es hijo de su historia”, cuenta.
El padre Leo, como le gusta que lo llamen, resalta los valores que se necesitan en la sociedad. Su experiencia siempre fue de comunidad y cercanía. “En mi casa no había imágenes de santos, tampoco rezábamos antes de comer; pero había valores. Pasó el tiempo y descubrí que en ellos está el verdadero significado evangélico y la tierra fértil donde el Señor plantó la semilla”, relata.
Hilario Silva vive en el barrio y es uno de los referentes de la parroquia. Desde el año 2011 participa de las actividades. Allí celebró junto a su señora el sacramento del matrimonio. Según él, el legado del santo chileno se vive de forma muy especial: “El espíritu de san Alberto Hurtado está en cada paso. Sentimos que tenemos que ocuparnos de quien necesita, sin importar dónde se encuentre”, sostiene.
Silva asegura que es una comunidad muy solidaria, con estilo propio, y muy atenta a las distintas necesidades de los niños y jóvenes; también ocupada en la atención de los adultos mayores. «Las mismas preocupaciones que tuvo en su vida Alberto Hurtado, son las que hoy tenemos y vivimos nosotros. Siempre nuestra pregunta es “qué haría Cristo en mi lugar”», agrega.
Dios llega antes
Los jóvenes son parte fundamental y, más allá de la pandemia, continúan colaborando en la parroquia. Así lo cuenta uno de los primeros adolescentes que se sumó a la comunidad luego de recibir el bautismo, doce años atrás.
Diego Godoy integra la comunidad desde que constituyó la parroquia, en el mes de agosto del año 2009, y también recibió allí el sacramento de la confirmación. Actualmente se encarga de la catequesis y su hermano Javier acompaña el grupo de adolescentes.
“Por motivos de trabajo y estudio, a muchos compañeros se les complica participar de forma sostenida. Hay muchas personas que se acercan a colaborar, dan una mano en las tareas parroquiales, también con alimentos para la olla; es increíble la solidaridad que se ve”, cuenta Diego.
El barrio se caracteriza por la presencia de vecinos que se sienten parte y asisten a las actividades comunitarias: “La parroquia no es cuando la luz del templo está prendida, o cuando se realiza una actividad; la parroquia es el caminar compartido de comunidad a lo largo de la vida, estando presentes en la vida del otro. Sentirnos hermanos”, afirma el padre Leo.
El año pasado, con motivo de la irrupción de la pandemia, los vecinos hicieron una olla en la plaza. Feligreses y sacerdote se acercaron y se pusieron a disposición para dar una mano. La intención era sumar fuerzas para que ningún vecino del barrio quedase sin un plato de comida caliente, y así sucedió. El trabajo en coordinación con las demás ollas de Casabó dio sus frutos.
Compartiendo la vida
Hilario, uno de los parroquianos, recuerda con mucho afecto al padre Jorge Techera y su sostenida presencia, no solo en la parroquia, sino también en el servicio constante a los vecinos de Casabó. “Jorge fue nuestro primer párroco. Transformó la parroquia y nos enseñó que Cristo vive en el barrio, que camina con nosotros”, relata.
El padre Techera, con su espíritu de decisión y tradicional impronta, trabajó durante muchos años en esa comunidad que lo siente padre, amigo y hermano. Se hizo uno más como fiel admirador del padre Cacho. Tiene una de sus frases de cabecera cuando se refiere a Casabó, y cuando la dice, deja escapar una sonrisa: “es el hijo de la vejez”. Siempre cuenta que fue una inesperada sorpresa cuando lo designaron párroco de San Alberto Hurtado; tarea que al instante abrazó con total entrega y alegría.
Para Diego y los jóvenes de la parroquia, el padre Jorge fue y sigue siendo un pilar fundamental. Uno de los viajes que recuerda junto a él fue la visita al santuario del santo, en la capital trasandina. “Hace diez años visitamos Santiago de Chile, allí se encuentran sus restos. Hay un museo donde se exponen sus elementos personales; fue una experiencia impactante”, relata.
Por su parte, Hilario tuvo la posibilidad de acompañar a la delegación de jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, en el año 2013. El padre Techera colaboró con todos ellos para que el viaje se concretase. “Fue una hazaña inolvidable de encuentro con personas de distintas partes del mundo; se sintió la presencia de Cristo”, recuerda.
Una gran familia
La jurisdicción parroquial comprende todo el barrio Casabó, desde Jaime Cibils hacia el oeste de la ciudad. Dos seminaristas salteños acompañaron el año pasado al padre Leo en las tareas parroquiales, que no solo implican San Alberto Hurtado.
Junto al Liceo Providencia hay una capilla en la que se formó una nueva comunidad. “Fue impulsada por gente del lugar y apoyada por la de Casabó. La eucaristía se celebra los días sábados a la hora 17. Participan integrantes del Centro, educadores y vecinos”, cuenta el sacerdote.
Tanto para los feligreses de Casabó, como de las otras capillas, las actividades pastorales son entendidas como la respuesta a la realidad que vive el barrio. Desde allí acompañan el día a día de los demás vecinos y disciernen la Palabra. Para el padre Leo es “ser comunidad más allá de las estructuras, de las actividades”.
Techera y Burone comparten y se identifican con las características del santo chileno, interpretando los acontecimientos de la vida, asistiendo al milagro cotidiano y permanente del encuentro con el otro.
“Me gusta compartir la vida con comunidades de barrio. Siempre, desde seminarista, estuve vinculado a los barrios de gente humilde, sencilla, obrera. Comparto la vida como vecino, de esa manera transmito lo que tengo y lo que soy; es recíproco”, destaca el lacazino.
Los días martes y jueves ofrecen un espacio de apoyo a escolares. Los lunes, miércoles y viernes se dictan clases de karate. La celebración de la eucaristía en la parroquia San Alberto Hurtado es el domingo a la hora 11.
2 Comments
Que gran santo!!!
Buen día, excelente nota soy integrante de la comunidad y vecina de Casabó desde más de 30 años.
Aunque ahora con la pandemia estoy algo alejada. Me siento feliz por las actividades que se realizan en beneficio de la comunidad, siempre sumando.