Hogar de Niñas San Vicente de Paul de la Compañía de las Hijas de la Caridad
El Hogar de Niñas San Vicente de Paúl está ubicado en la calle Reconquista, entre Zabala y Misiones, en la Ciudad Vieja. Pertenece a la Compañía de las Hijas de la Caridad, una sociedad de vida apostólica dedicada al servicio de los más pobres. Actualmente, atiende a veintisiete niñas y adolescentes, en convenio con el Instituto del Niño y el Adolescente (INAU).
Siervas de los pobres
La Compañía fue fundada por san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac en Francia, en 1633, con el fin de dedicarse al servicio corporal y espiritual de los más vulnerables. Cuentan con varias obras alrededor del mundo: escuelas, hogares, centros de atención a la familia y a la primera infancia, en cárceles y hospitales. En nuestro país, atienden un hogar de ancianos en el departamento de Tacuarembó, y en el barrio Marconi el CAIF Santa Rita —al que asisten 214 niños, de cero a tres años—, cuya responsable es una hermana uruguaya de 81, Carmencita.
La hermana Andrea es la encargada del hogar. Las niñas la llaman “mamá”. Nació en la provincia de Misiones, en la República Argentina. Es la más joven de las seis religiosas que viven allí y afirma con decisión: “Si volviera a nacer vuelvo a elegir ser hija de la caridad, nací para esto y soy totalmente feliz, tengo veinticinco años en la congregación”.
Son tres las hermanas que están a cargo de las niñas, las acompañan, las ayudan en las tareas escolares y a crecer en la vida espiritual. “Estamos las veinticuatro horas, nuestras vidas son ellas; esta es su casa. Trabajamos con padrinos. Hoy tenemos a diez de las niñas viviendo con ellos, algunas en proyecto de adopción y otras para pedir la tenencia. La idea es que se queden con esa familia”, cuenta la directora.
«Estamos las veinticuatro horas, nuestras vidas son ellas; esta es su casa»
La familia es la base
Todos los casos son distintos, muchas de las niñas consiguen padrinos y se quedan definitivamente con ellos. Esa es su nueva familia.
“Acá tratamos de dar lo mejor posible, pero, tenemos claro que lo ideal no es estar en este tipo de hogar. Siempre les digo a ellas que lo máximo es tener una familia, con un papá y una mamá. Todas siguen viniendo a visitarnos, por ejemplo los fines de semana, pero ya no se quieren quedar. Están felices con sus padres. Yo tampoco volvería”, cuenta Andrea.
Muchas de las que hoy ya no forman parte del hogar San Vicente de Paúl, tienen sus amistades allí porque crecieron juntas. Además, las hermanas las criaron. “Conocemos a las familias que se hicieron cargo de las niñas, muchos son colaboradores nuestros o voluntarios que crean un lazo familiar con las niñas. Es un proceso muy largo, de casi tres años. Cuando está fortalecido el vínculo, se van. Para nosotras eso es fundamental”, sostiene Andrea.
Las hermanas se aseguran que todas las condiciones están dadas para que las niñas no sufran ni tengan que volver, porque ellas entienden que esto sería un nuevo abandono. “Nos aseguramos de que realmente las quieran y estén seguras en esa familia. Esto no es por plata”, destaca.
Día a día
La hermana Rosita es paraguaya. Luego de veinte años fue destinada nuevamente al Hogar y ya hace tres años que vive en Montevideo. Desde que ingresó a la Sociedad San Vicente estuvo en hogares para niñas y niños. Es la abuela del lugar. “Las acompaño en todos los momentos, desde que se levantan hasta que se acuestan. Las educadoras me acompañan en esta tarea”. La Escuela Chile es de tiempo completo, allí van las niñas en edad escolar. Las adolescentes asisten al Colegio Nuestra Señora de Fátima.
Rosita disfruta mucho con las niñas. Ellas la rodean y la abrazan con mucho cariño. Reconoce que está muy bien de salud y que puede seguir trabajando por los que más necesitan. Agradece a Dios todo lo que le ha permitido disfrutar junto a niños y niñas en los distintos hogares a los que fue destinada.
“A la noche hacemos oración. Agradecen por tener una casa, un plato de comida, piden por sus familias, por las madrinas, por sus seres queridos”, cuenta la religiosa paraguaya.
Roxana, una de las educadoras, señala que el equipo tiene estrategias para trabajar con las niñas: “Los técnicos estamos enfocados en el trabajo con la familia y con las niñas. La mayor estrategia está centrada en un proyecto individual para cada una de ellas: lo educativo, lo social, el servicio de salud, el egreso y el proyecto de vida. Con las más chiquitas el foco está puesto en las relaciones familiares, en los procesos de revinculación. El espíritu es el de que puedan tener una reinserción”.
La educadora asegura que no se trata de que vivan institucionalizadas de por vida, sino que tengan una verdadera familia: “Es importante que cuenten con pilares fuera del hogar. Todo está atravesado por su historia de vida”.
Nicolás es psicólogo y hace cuatro años que trabaja allí. “Muchas de ellas tuvieron vivencias sumamente traumáticas. Sus deseos más profundos e inconscientes son poder tener una vida en familia. Las apoyamos en todo”, dice.
El equipo también está integrado por Gabriela, una odontóloga jubilada que instaló su consultorio en el hogar y atiende de forma gratuita y desinteresada a las niñas. “La odontóloga decidió acompañarnos, trajo su equipamiento y nosotras compramos los materiales que necesita para trabajar”, cuenta Andrea.
Los profesores de karate, ballet y tenis de mesa son también voluntarios. El padre Daniel —vicentino—realiza retiros con ellas, tres veces por año.
“Acá tratamos de dar lo mejor posible, pero, tenemos claro que lo ideal no es estar en este tipo de hogar. Siempre les digo a ellas que lo máximo es tener una familia, con un papá y una mamá»
Sueños y expectativas
Yaquelín tiene 18 años, es de Montevideo y vive allí desde los diez. “A la hermana Andrea la definimos como una madre, para nosotras ese es su rol”, comenta, destacando la tarea esencial de la directora.
Dayana tiene dieciocho años y su hermana también vivió allí, así que conoce el lugar desde hace mucho: “Hace cuatro que estoy acá. Llegué un mes después que Yaquelín. Es lo que mejor me pasó hasta ahora”. Una de sus hermanitas ya tiene padrinos y vive en contexto, otra reside con ella en el hogar.
Ambas son muy compinches y disfrutan de todas las actividades que les ofrecen: “Tenemos karate, ballet, tenis de mesa, canto. Hacemos muchas cosas y nos dan permiso para salir. Como una familia normal, solo que es gigante”, cuenta entre risas Dayana.
Yaquelín destaca el buen relacionamiento que existe entre todas ellas: “Nos llevamos muy bien, pasamos mucho rato con las más pequeñas mirando televisión, jugando. Eso se disfruta bastante”. Cursa quinto año de liceo y eligió la orientación científica porque le gustan más las matemáticas que las letras. “Quiero ser contadora. Ahora estudio peluquería, me gusta, peino a las niñas. Cuando hay algún evento me piden algún peinado. Tengo manualidad para eso”.
Dayana cursa cuarto de liceo y asegura disfrutar mucho el estudio: “Me gusta leer y escribir, quiero ser abogada. Me encantan los niños y voy a hacer un curso para maestra preescolar. Siempre ayudo a las niñas a hacer sus deberes”.
“Me gusta practicar vóleibol, acá hacemos karate, soy cinturón amarillo. Me preocupo mucho por el liceo y los estudios, por eso no he avanzado más en este deporte. También me gusta cantar y escuchar música”, cuenta Yaquelín.
Las jóvenes participaron en distintas competiciones a nivel internacional: Dayana compitió en karate, en Argentina, y Yaquelín quedó segunda en tenis de mesa.
Los fines de semana escapan de la rutina y se divierten de otra manera. “Salimos a la plaza, la tarde del sábado es libre y variado. Hacemos lo que queremos”, cuenta la futura abogada.
Los domingos, antes de la pandemia, asistían a misa en la parroquia San Francisco, en Ciudad Vieja. “El padre Mauricio viene a celebrar, tenemos nuestro momento de encuentro con Jesús”, comparte la karateka.
Ambas recibieron la primera comunión y el sacramento de la confirmación. “Jesús es un amigo con el que todo el tiempo estoy en discusión, pero a la vez me da tanto…”, confiesa Dayana. “Él siempre te contesta las cosas, se manifiesta. Encuentra la manera para decirte lo que quiere”, asegura Yaquelín. Los que deseen colaborar con esta obra pueden llamar al 2915 5051 o vía mail depaulhogar@hotmail.com
4 Comments
Felicidades!!! Siempre es lindo saber qué hay abrazos para regalar a esos niños y abrazos para recibir de ellos mucho más d lo que les damos. Soy voluntaria en Cevip un hogar de Inau que recibe niños entre 0 y 5 años. De que edad sin llas niñas y adolescente que reciben allí? Como se puede colaborar? Con dinero? Con presencia a través de un voluntariado? Gracias por la informacion
Ese es el espíritu de San Vicente de Paul y de Santa Luisa. Hace muchos años yo ayudaba a Sor Isabel Torrens en Las Toscas con las chicas más grandes. Por lo general todo enero. Era tan lindo y había tanto amor! Me alegro mucho de saber que el carisma sigue intacto.
Buenas tardes como puedo inscribir a mi hija y que pase un tiempo y reflexione las cosas que hace venimos de familia catolica quisiera saber por que capaz que con el amor de dios la sana
Hola trabaje con sus niñas en la escuela 269 me gustaría trabajar con ustedes