La labor con marinos mercantes y pescadores
Es sacerdote pero de lejos no lo parece. Tiene botas, chaleco reflectivo, casco de seguridad y antiparras. Camina por el puerto con seguridad, sabe por dónde moverse. Entra en un navío y se presenta ante los tripulantes. Es Jesús González, sacerdote scalabriniano que se desempeña como capellán del puerto.
La pastoral del mar existe en el mundo desde 1897, cuando en Francia los Agustinos de la Asunción vieron la necesidad de atender a quienes dejan sus casas durante varios meses para trabajar como marinos mercantes. En Uruguay surgió en 1940 con el Apostolado del Mar impulsado por los Misioneros de San Carlos, Scalabribianos. Pero el último capellán falleció hace unos años y en 2016 la obra comenzó a resurgir.
El padre González, mexicano, llegó a Uruguay hace casi un año y desde entonces está abocado a esta pastoral, a las reformas de una casa que funciona como club para los marineros y a la Parroquia Nuestra Señora de la Asunción, donde el párroco es el padre Hermilio Cortes.
El sacerdote visita el puerto todas las mañanas. Ya sabe qué barcos llegan y con cuánta tripulación. Pide permiso al capitán y sube para presentarse. La del Apostolado del Mar, dice, es una pastoral de escucha y servicio.
“En la pastoral del mar tenemos tres objetivos específicos: el encuentro, el servicio y la celebración”, comenta en una entrevista con el portal ICM.
“Los capellanes salimos al encuentro de los marineros. Vamos al puerto. Les presentamos la misión. Un 50% de los marineros a nivel mundial conocen Stella Maris y los clubes de marineros”, indica. Resulta que en los principales puertos del mundo hay lugares como este de la Ciudad Vieja, donde los marinos pueden estar como en su casa: conectarse a internet para hablar con sus seres queridos, descansar en un lugar seguro, adquirir productos básicos a precio razonable o conversar con el sacerdote.
Así se atienden las primeras necesidades de aquellos que se alejan durante diez u once meses de sus casas, que soportan ritmos de trabajo extenuantes, no tienen un lugar amplio para descansar y menos aún reciben atención espiritual o tienen la posibilidad de asistir a Misa o confesarse.
Un marinero con un rosario /fb Stella Maris Uruguay
“Servir es reconocer sus necesidades”, continúa el capellán. “Muchos quieren hablar. Una manera de servir y de evangelizar es escuchar, conversar (…). Es una manera muy humana de encontrarse con los que están fuera de sus países por largos meses para darle una mejor vida a sus familias. Cuando se encuentran con este tipo de pastoral se sienten como en casa. Decimos que están en su casa fuera de su hogar”.
Intentan, también, fomentar la recreación, dado que los marineros suelen vivir en espacios muy reducidos. Los invitan a caminar por la ciudad o jugar al basketball en una plaza cercana.
El tercer objetivo es la celebración. Una gran mayoría de los tripulantes son cristianos y varios son católicos, apunta el padre.
“Los invitamos a la celebración eucarística -dentro del navío o en la casa- y por lo regular los filipinos acceden”. “Ellos no tienen la oportunidad que nosotros tenemos de ir a Misa todos los días. Aunque quieran ir a Misa los domingos, no pueden. Pero aquí encuentran su parroquia. Y en otra casa de la red en otra parte del mundo, también estarán en su parroquia. Nos ven como a su familia”, agrega.
Esto es palpable cuando las vueltas hacen que los marineros se reencuentren con los capellanes años después, o que sientan especial cercanía cuando saben que en los distintos puertos los están esperando y conocen su caso.
Y todo esto en tiempo récord, porque el ideal de los barcos es estar en tierra el menor tiempo posible. Algunos atracan en Montevideo apenas unas horas, otros se quedan dos días, cinco o incluso un par de semanas. Otros buques regresan todos los meses. En estos últimos casos, “hay más tiempo para el proceso, para que tengan confianza, conozcan la casa, quieran asistir a Misa”, apunta el padre González.
Diálogo con todos
“Esta misión es cristiana católica pero es bienvenido el musulmán, el budista, cualquiera, y podemos estar juntos sin división alguna. Lo más bonito es que te preguntan por qué lo haces. Les decimos que es porque sabemos sus necesidades y queremos ayudar. Ellos no conocen esta área del cristianismo y de la evangelización. Tampoco la conocen muchos de nuestros hermanos católicos o de otras denominaciones cristianas”.
En efecto, él ni siquiera conocía esta obra que realiza su congregación. Fue cuando se estaba formando como sacerdote que le propusieron hacer una experiencia pastoral en Santos, Brasil. Recién entonces conoció el Apostolado del Mar y luego decidió dedicar su vida al trabajo con los marineros y pescadores.
Vive en la parroquia con el P. Cortes y hasta enero estuvo solo con el Apostolado del Mar. Luego llegó Andros, un voluntario que lo ayuda y que está en etapa de formación. Pero se necesitan más brazos, asegura. “Hay un trabajo bien fuerte en el puerto y tal vez algunos voluntarios quieran venir a hacer una experiencia. Es interesante”, asegura.
Misa a bordo de un navío /fb Stella Maris Uruguay
El Apostolado del Mar
La pastoral del mar nació en 1897 con los Agustinos de la Asunción en Francia, que reconocieron las necesidades de los marineros. En 1922 el Papa Pío XI aprobó sus constituciones y animó a los primeros capellanes y voluntarios en la misión a “expandir el ministerio marítimo”. Hoy la obra es ecuménica, con centros mantenidos por distintas religiones. Entre los católicos, está la red de los Scalabrinianos pero no es la única. En todo el mundo hay más de 1.300 centros para marinos en 89 países del mundo, según Catholic.net.
Una congregación dedicada a los migrantes
Los Misioneros de San Carlos fueron fundos en Milán, Italia, en 1887 por el Beato Mons. Juan Bautista Scalabrini. Su carisma es el de servir a los migrantes, refugiados políticos y a todos aquellos relacionados con la movilidad humana.
Están presentes en 35 países, en puntos estratégicos de pasos de migrantes, como son los puertos y las fronteras. El Apostolado del Mar es una de las obras que se ofrecen desde la Congregación.
Casa del Apostolado del Mar en la calle Washington, muy cerca del puerto /C. Bellocq
Mundo marino
Se estima que en el mundo hay cinco millones de marinos mercantes. El 90% del comercio mundial se transporta por mar y los tripulantes suelen embarcarse por diez u once meses. Según cifras aportadas por el padre González, un 65% de los marineros son de origen filipino, un 15% de India, 10% de China. El Puerto de Montevideo recibió en 2016 un total de 4.141, de acuerdo con la Administración Nacional de Puertos. Casi 1.000 eran barcos de carga general, de contenedores y graneleros.
Por Carolina Bellocq