El testimonio de dos sacerdotes ordenados por San Juan Pablo II en Florida
Publicado en Entre Todos N°459
El 8 de mayo de 1988 el Papa Juan Pablo II, en el marco de su viaje apostólico a nuestro país, consagró el Uruguay a la Virgen de los Treinta y Tres. En esa misma celebración eucarística, en el Estadio Campeones Olímpicos de Florida, el Sumo Pontífice ordenó 13 nuevos sacerdotes para la Iglesia de uruguaya.
Esa fecha marcó de forma especial a toda la Iglesia en Uruguay, pero de forma particular a los que fueron ordenados ese día. De ese grupo actualmente dos son obispos: Mons. Arturo Fajardo, titular de la diócesis de San José, y Mons. Milton Tróccoli, obispo de la diócesis de Maldonado – Punta del Este.
Para repasar la histórica jornada es que ENTRE TODOS recibió el testimonio de dos de los consagrados hace ya 31 años; Mons. Milton Tróccoli y el P. José L. Morillo, salesiano.
«Todo es gracia»
Para el sacerdote salesiano José Luis Morillo “hay muchas cosas en la vida que a uno le quedan como si fueran trajes grandes en los que nunca termina de comprender cómo cayó allí. Decisiones que solo el paso del tiempo desentraña lo que contenían”. Esa es la sensación cuando mira hacia atrás y toma conciencia del llamado a la vida consagrada y al sacerdocio. “También, —agrega—, el haber sido ordenado por un Papa santo. Son experiencias que uno no puede imaginar”. “Todo es gracia”, resume.
Sobre ese día, el P. Morillo recuerda: “Aquél 8 de mayo de 1988 amaneció soleado y hermoso. Había mucha ansiedad en todo el Uruguay. El Papa iba a Florida a visitar a la Virgen de los Treinta y Tres y consagrar nuestro laico paisito a Ella. Además, iba a ordenar sacerdotes a 13 jóvenes y encontrarse con el pueblo cristiano”. Otro de los detalles que subraya de esa jornada es que “la Eucaristía comenzó con tiempo cálido y la noche nos cubrió con un frío que bajaba en la cabeza junto con las manos consagrantes del Papa”.
El P. Morillo asegura que en aquella celebración vivió “una mezcla de sensaciones”. “A mi derecha, a unos dos metros, estaba la talla original de la Virgen. Yo la miraba todo el tiempo de reojo”, describe. “Seguro que Ella nos miraba a cada uno asegurándonos su cuidado y auxilio”, agrega.
A más de 30 años de su ordenación, el sacerdote salesiano dice: “Miro para atrás y no puedo más que seguir agradeciendo el amor predilecto del Padre, la fidelidad de Jesús al discípulo llamado, la inspiración alegre del Espíritu Santo”. “Y mucho, mucho más discreta, pero tan activa y presente como una buena madre, la Virgen de los orientales”, concluye.
«Ese día ha marcado el resto de mi vida»
Para el actual Obispo de Maldonado, Mons. Milton Tróccoli, el momento de su ordenación “fue muy hondo y hermoso”. Eran muchos años de formación que llegaban a su fin y recibiría la ordenación sacerdotal nada menos que de manos del Papa Juan Pablo II.
Mons. Tróccoli recuerda que el Pontífice basó su homilía en el Evangelio de Juan, en el que Jesús llama amigos a los apóstoles. “Eso me quedó muy grabado, vivir la amistad con Jesús, ahora de un modo nuevo, como sacerdote, y llevar a otros para que puedan ser amigos de Jesús, el amigo fiel”, afirma.
El actual obispo de Maldonado narra algunos detalles de aquel momento: “Llevaron al estadio la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres, que se encuentra en la Catedral de Florida, y estuvo presente toda la celebración. Antes de finalizar la Misa el Papa se acercó a la imagen y rezó consagrando toda nuestra patria a la maternal protección de la Virgen María”.
Mons. Tróccoli entiende que para los sacerdotes que recién se habían ordenado “fue la mejor culminación de esta celebración. Habíamos recibido la imposición de las manos que nos constituyó sacerdotes de Cristo para siempre, y ahora poníamos este ministerio en manos de Ntra. Sra. de los Treinta y Tres”.
También rememora que en esa visita de Juan Pablo II “cada lugar tenía su motivo propio de encuentro y de oración: en Montevideo, en el Estadio Centenario, se conmemoraban los 50 años del Congreso Eucarístico Nacional; en Melo era el encuentro con el ‘mundo del trabajo’ y se oraba por todos los trabajadores y trabajadoras de nuestra patria; en Salto fue la misa por la Nueva Evangelización y en Florida era el encuentro con los jóvenes”.
En este contexto, para Mons. Tróccoli “consagrar el Uruguay a la Virgen tenía un sentido especial. Aquellos jóvenes, llenos de energía, de vitalidad y de fe, para construir nuestra patria, se ponían en manos de la Virgen para que ella fuera luz y guía del camino a seguir”. “Estábamos saliendo de la oscuridad de una dictadura y, tanto la visita del Papa como esta consagración a la Virgen renovaban la esperanza de construir un futuro nuevo. En lo personal fue un regalo, un tiempo de gracia, que ha marcado el resto de mi vida”, agregó.
«Seguir anunciando a Jesús de la mano de María»
La visita de Juan Pablo II de mayo de 1988 marcó a la Iglesia en Uruguay de muchas maneras, tal vez tantas como católicos vivieron esas jornadas. Sin embargo, Mons. Milton Tróccoli sostiene que esa visita tuvo dos frutos que se notaron casi inmediatamente: “Por un lado, y eso lo evaluamos varias veces en reuniones de párrocos, es que más gente comenzó a frecuentar la Misa dominical. Comenzó a acercarse más gente a la Eucaristía. En otro orden, creo que influyó también en la relación Iglesia–Estado, cambió el estilo de diálogo, se dieron nuevas instancias de colaboración desde lo social, como por ejemplo los CAIF y Club de Niños. Se dio un debate interesante sobre el sentido de la laicidad, a partir de la cruz que conmemora la visita del Papa”.
Más allá de estos frutos, para el obispo de Maldonado “con el cambio de generaciones, esto no se da de una vez para siempre”, por eso entiende que “es importante renovar el don de Dios, cultivar y volver a pedir su gracia y bendición. Cuando ponemos nuestra patria en las manos de la Virgen María no le estamos marcando el camino, ni qué tiene que darnos, nos ponemos en disponibilidad para realizar lo que Dios quiere hacer en nuestra historia”.
Hay en el relato de Mons. Tróccoli lugar para los recuerdos de aquel 8 de mayo. Cuenta que “para todas las celebraciones del Papa había que estar varias horas antes, por los controles de seguridad y por la cantidad de gente. Recuerdo que los ordenandos estábamos juntos en la sacristía, esperando la hora. Todos nerviosos. Nos pusimos a rezar juntos el Rosario, y ya terminando, de repente, se oyó un grito: ¡¡¡ya viene el Papa!!!”.
Después, prosigue el actual obispo de Maldonado: “Fuimos hacia la puerta y allí vimos entrar el papamóvil, que dio una vuelta por el estadio. Cuando llegó a la puerta de la sacristía bajó el Papa y nos saludó uno por uno. Nos preguntaba: ‘¿tenéis preparado el corazón?’ Otro momento muy fuerte fue la imposición de las manos y la oración de ordenación. Fue un momento muy especial. Igual que el saludo de paz con el Papa”.
Finalmente, recuerda Mons. Tróccoli: “Cuando volvimos a la sacristía Juan Pablo II nos saludó nuevamente, uno por uno, y nos regaló un rosario (con el que rezo hasta hoy), invitándonos a vivir el ministerio unidos a la oración de la Virgen”.
Concluye su testimonio diciendo: «Tengo la esperanza de que, al renovar la consagración a la Virgen, nos impulse en el camino para seguir anunciando a Jesús, vida plena para el Uruguay».
Uruguay peregrina a Florida
El domingo 10 de noviembre la Iglesia en Uruguay peregrina para renovar la consagración de nuestra patria a la Virgen de los Treinta y Tres. La consagración será durante la Santa Misa que comenzará a las 10 horas en la Catedral de Florida. Luego habrá una Tarde en El Prado y a las 15 horas se realizará una Oración de las familias al pie de la Virgen. Sobre las 16:30 horas será la procesión hacia el Santuario Nacional.