Celebración de la Cena del Señor
La noche del jueves 14, en la Fazenda de la Esperanza de Punta de Rieles, el cardenal Daniel Sturla presidió la Misa de la Cena del Señor. Lo acompañaron el P. Alfonso Bauer y el P. Luis, párroco de la Fazenda de Cerro Chato. Además, estuvieron presentes los seminaristas Ricardo Asqueta – encargado pastoral de la Fazenda –, Antonio Gianoli, Rogelio Pampillón y Simón Gutiérrez.
Junto a ellos, en el altar, estaban José, actual residente del lugar, y Maximiliano, quien en noviembre del año pasado tuvo el alta. Fueron unas 50 las personas en total las que celebraron en la capilla, que incluyeron también a los chicos de la Fazenda de Cerro Chato, que llegaron en los últimos días a la casa de Punta de Rieles para vivir juntos la Semana Santa. Ellos mismos prepararon con gran entusiasmo toda la Santa Misa, se encargaron de las lecturas, los cantos y de recrear la escena del lavatorio de los pies.
Hoy el pan y el vino se hacen Cristo
La homilía fue clara y pedagógica. El Card. Sturla hizo un repaso por todas las lecturas del día. Comenzó diciendo: “hoy recordamos y hacemos memoria, pero no es sólo eso, sino que se hace presente y actual lo que se vivió hace 2000 años o más aún”. Esta frase la vinculó con la primera lectura del Libro del Éxodo que versa sobre la Pascua -Pesaj- como fiesta fundamental del pueblo de Israel. “Estamos celebrando la Pascua de Jesús, pero esta Pascua tiene que ver con la del pueblo judío”, comentó, para luego agregar: “esta Primera Lectura nos narra la Fiesta de la Pascua que rememora la noche en que el Señor salvó al pueblo”. En ese momento continuó explicando la historia de la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto.
“Hoy Jesús reúne a sus discípulos para celebrar la Pascua”, mencionó. Repasó lo que había en esa mesa de reunión: pan sin levadura y vino. No había cordero, alimento típico de la Pascua Judía. “¿Cuál era el cordero cuya sangre iba a salvar al nuevo pueblo de Dios? Jesús mismo. Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Es el Dios hecho hombre que salva a todos aquellos que reciben la palabra de Dios y que creen en Jesús su hijo”, enfatizó.
Continuó con su homilía e hizo referencia a los dos gestos que tuvo Jesús el día de su última cena. El primero fue cuando le lavó los pies a los discípulos y se hizo el servidor de ellos. El Card. Sturla lo explicó: “en este nuevo pueblo de Dios todos somos servidores unos de otros”. El segundo signo, que aparece en la segunda lectura, fue lo que Jesús le transmitió a sus discípulos cuando tomó el pan y les dijo: “tomen y coman, esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes”. Luego fue el cáliz: “tomen y beban, este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados”. Al final, Jesús les dijo a sus apóstoles: “hagan esto en memoria mía”. El Card. Sturla explicó que al día siguiente los discípulos comprendieron que lo vivido había sido un anticipo de la entrega de Jesús en la Cruz. “Ellos tenían que seguir haciendo en todas partes lo que Jesús había hecho”, añadió.
Luego, el Arzobispo de Montevideo señaló la importancia de este día: “la Iglesia hoy celebra tres cosas fundamentales de Jesucristo: el mandato del amor, se institución la Eucaristía y la institución del sacerdocio”.
Sobre el final se refirió al gesto del lavado de pies que se hace en todas las iglesias del mundo: “es un gesto, repite lo de Jesús. Lo otro no es solo un gesto, sino que se hace real y actual el sacrificio de Cristo. Hoy el pan y el vino se hacen Cristo, su cuerpo y su sangre”.
Un gesto de servicio
Uno de los momentos más simbólicos de esta Misa es el lavatorio de pies, gesto que recuerda lo que Jesús hizo con sus apóstoles en la última cena. En esta oportunidad, el Card. Sturla lavó los pies de doce chicos, seis que radican en la Fazenda de Punta de Rieles y seis en la Fazenda de Cerro Chato.
Procesión con el Santísimo
Una vez culminada la misa hubo una procesión encabezada por el Card. Sturla que trasladó a Jesús presente en la Eucaristía hacia el segundo piso del recinto. Con guitarra de fondo, todos cantaban “Yo te alabo porque eres mi Rey”. Allí se vivió un momento de oración y se acompañó a Jesús, tal como lo hicieron los apóstoles en el Huerto de los Olivos, hace casi 2000 años.