La nueva capilla de la Universidad Católica del Uruguay se presenta como un lugar donde se entrelazan la fe, la reflexión, la comunidad y el arte contemporáneo.
Leandro Gómez Guerrero nunca había pintado una capilla. Nunca había pintado óleos sobre tela de grandes dimensiones. Pero aceptó la propuesta: rediseñar la capilla de la Mater Admirabilis, en el segundo piso de la sede central de la Universidad Católica del Uruguay (UCU).
No era solo una cuestión de decorar, de llenar paredes vacías, ni de embellecer un espacio que está a punto de cumplir cien años. Era crear. Crear algo que reflejara, a través del arte, el encuentro íntimo con Dios.
El encargo llegó a fines de 2022, de la mano del rector de la UCU, el padre Julio Fernández Techera. La idea era clara: darle un nuevo protagonismo a la capilla universitaria, con el tema del encuentro de Dios con hombres y mujeres, tal como se narra en los evangelios y en la vida de los santos. Por eso, la capilla pasó a llamarse Capilla del Encuentro.
Se evaluaron varias opciones. “Yo propuse un camino disruptivo: darle otra forma al espacio”, dice Gómez. Pero al final, el rector eligió centrarse en el arte: el color de las paredes y los óleos sobre tela. El siguiente paso fue definir las obras que abordarían la temática.
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Gómez —montevideano, cincuenta y tres años, licenciado en Comunicación, artista plástico, docente y director de la Licenciatura en Artes Visuales en la UCU— trabajó durante veinticinco años en la industria publicitaria uruguaya. Obtuvo más de trescientos cincuenta premios en festivales locales e internacionales, que lo consolidaron como uno de los creativos más reconocidos del país.
En 2018, dio un giro radical a su vida. Sintió el llamado a dedicar su talento a plasmar la palabra de Dios en el arte, un camino que había iniciado en su juventud, cuando en 1994 presentó su primera muestra individual titulada Así en la Tierra como en el Cielo, en homenaje a Ruben Isidro Alonso, el Padre Cacho.
Por eso, liderar el proyecto de la Capilla del Encuentro fue un desafío para Gómez. “No tenía mucha práctica, ni era un experto en capillas. Me puse en manos del Señor y me apoyé en el Espíritu Santo”.
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Al cruzar las puertas de la capilla, las imágenes parecen cobrar vida. Los óleos sobre tela retratan el encuentro que tuvieron hombres y mujeres con Dios a lo largo de la historia. La luz que entra por los vitrales es suave, como una caricia, y la escasa luz artificial que hay no interrumpe el resplandor de las obras. Ellas brillan por sí solas.
Son trece pinturas en total, cada una con medidas de tres metros y medio por casi dos metros. Tres de ellas están ubicadas en el techo: Pentecostés, la Ascensión de Cristo y la Asunción de la Virgen María. Las demás están distribuidas por las paredes.
Dos de las obras están dedicadas al Padre Cacho: una es su retrato y la otra, el Cristo del Carrito. Ambas conforman el tríptico que se encuentra detrás del altar, junto con la imagen de la Virgen María. “Vi la oportunidad maravillosa de contar el encuentro de un sacerdote uruguayo con Cristo en la década del ochenta”.
Gómez llegó a conocer al que hoy es siervo de Dios. “Mis padres ayudaban en la obra del Padre Cacho, y un día, al ir a casa, lo encontré conversando con mi madre. Me vio dibujando y me encargó que pintara el Cristo del Carrito. Yo tenía diecisiete años. Aunque era autodidacta y tenía talento para el dibujo, me faltaba técnica, por lo que estudié pintura y figura humana”.
“Cuando supe que Cacho estaba enfermo, decidí pintar el Cristo del Carrito. Mi madre le mostró mi obra en sus últimos días de vida en el hogar sacerdotal. Años después, descubrí que, en ese mismo período, él también había pintado su propia versión del Cristo del Carrito, algo que nadie sabía en ese momento. Fue entonces cuando comprendí que, mientras yo lo pintaba, él hacía lo mismo. Ambos, sin saberlo, compartíamos la misma certeza: si no lo hacíamos, el Cristo del Carrito no existiría”.
Hoy, la obra ocupa el centro de la Capilla del Encuentro. “Cacho encontró a Cristo no solo en la vivencia con la gente, sino también figurativamente, a través de un clasificador con un carro”, explica Gómez.
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La paleta de colores de la Capilla del Encuentro y de las obras tiene al púrpura como protagonista. Para Gómez, este color posee múltiples significados, además de su uso litúrgico durante los tiempos de Adviento y Cuaresma: “Es el color de la transformación, del conocimiento y de los misterios divinos. Es un color muy contemporáneo. Creo que impacta positivamente a los jóvenes y aggiorna la estética”.
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Es viernes 13 de diciembre y en el campus central de la UCU prevalece el silencio. El año académico ya terminó. Los salones están vacíos. No hay estudiantes, ni conversaciones, ni pasos apresurados. Solo quedan algunos funcionarios.
Gómez está en su atelier, una pequeña sala que la universidad le cedió para trabajar en el proyecto. La luz entra suavemente por una ventana, y el espacio, sin lujos ni distracciones, está lleno de cajas y desordenado. La escalera que se ve en un rincón fue la que utilizó para pintar las enormes telas. Allí, hasta hace poco, se guardaban las piezas que ahora decoran la Capilla del Encuentro.
Este pequeño atelier no solo fue su lugar de trabajo, sino también su refugio, su hogar. Aquí pintó durante las horas en las que no estaba dedicado a la gestión de la universidad, los fines de semana, feriados y parte de sus vacaciones.
En el proceso creativo, Gómez utilizó modelos que posaron para fotos y las transformó en pintura sobre el lienzo. “Encontré a las personas adecuadas para tener una base sobre la cual luego traduje en pintura. Necesitaba que estuvieran involucrados en el tema. No se trataba de hacer una pose, sino de que la persona sintiera lo que se quería expresar, porque incluso en los pequeños detalles se transmiten cosas”.
El actor uruguayo Jorge Bolani, conocido por su papel en la película Whisky (2004), fue uno de los modelos que colaboró en el proyecto al interpretar al Padre Cacho. Para capturar con mayor exactitud sus rasgos, Gómez incluso consiguió la última credencial cívica del sacerdote.
Y así ocurrió con cada una de las obras. Su padre, Carlos Gómez Gambetta, de ochenta y tres años, fue el modelo para representar a Simeón en su encuentro con el Mesías. Como su padre no tiene cabello largo ni barba, el artista los pintó para completar su apariencia.
“En este proceso, encontrar la luz es esencial. Y con esta temática, esa luz divina debe estar presente en la obra. Tiene que sentirse la luz de Dios y del Espíritu. Si no está, la pieza no pasa de ser solo una pintura sobre tela. Pero cuando está, se vuelve algo intangible; se percibe que algo ocurre. Eso es lo maravilloso de la traducción pictórica”.
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La música sacra envuelve a quien entra a la Capilla del Encuentro. Es una melodía suave, que no invade, pero que invita a sumergirse en la trascendencia y generar un vínculo con lo divino.
La propuesta transita la Vía Pulchritudinis, traducida como El camino de la belleza. “Es compartir el mensaje a través de la belleza y el arte. Hoy en día, la belleza no siempre predomina en las expresiones artísticas ni en otros tipos de contenidos. Es fundamental recuperar la importancia de la belleza, de la sensibilidad que transmite, y lograr que la imagen convoque desde otro lugar”, explica Gómez.
El mobiliario de la capilla fue obra de los arquitectos Bernardo Monteverde y Florencia Hughes. El altar, la sede, el ambón y los bancos son de color beige, lo que crea un contraste armonioso con el púrpura predominante y aporta calidez al espacio. El diseño es más ergonómico, moderno, cómodo y minimalista.
“Lo que buscamos es que la comunidad universitaria pueda tener un espacio de reflexión y de pausa, para detener la locura diaria —académica y laboral— para tener un momento de recogimiento y de paz que invite a la trascendencia y al encuentro con Dios”, dice Gómez.
Pero hay algo más que el artista busca con esta capilla: acercar a los jóvenes. “Hay estudiantes que quedan sorprendidos porque hay obras en las que se sienten identificados, porque están acostumbrados a ver obras clásicas, que son del pasado y no conectan tanto”. Con esto en mente, para el próximo año planea organizar visitas guiadas, abiertas también a personas ajenas a la comunidad universitaria.
La propuesta espiritual de la Capilla del Encuentro se mantiene fiel a la esencia del mensaje cristiano, pero lo expresa a través de nuevos códigos, lo que le otorga su carácter innovador y disruptivo.
Por: Fabián Caffa
Redacción Entre Todos