El pasado lunes 8 de setiembre la Asociación Uruguaya de Educación Católica (AUDEC) realizó su tradicional asamblea de socios. Entre la presentación de la memoria de trabajo institucional y de las principales novedades de agenda de la asociación —en la antesala del Día de la Educación Católica— se dio un espacio de encuentro y reflexión con la participación del doctor en sociología Fernando Filgueira, quien orientó a los socios sobre las búsqueda de oportunidades en medio de los desafíos demográficos de nuestro país.
La presentación de Filgueira tuvo un primer bloque en el que dio una mirada general a los desafíos demográficos y cómo el país debería pararse, en términos de políticas públicas, para atravesar esta coyuntura. La segunda parte se detuvo en los desafíos educativos del país, el impacto demográfico sobre la educación, y las necesidades y demandas del sistema educativo en su conjunto.
Un país con pocos niños
El sociólogo sostuvo que los cambios demográficos implican cambios, a su vez, en las dinámicas del mercado, en las dinámicas de las familias y en la sustentabilidad de los mecanismos del Estado, entre estos últimos los sistemas de pensiones y de jubilaciones. “Uruguay ingresa en una etapa llena de incertidumbres y yo diría que los tres cambios más importantes —no sólo para nuestro país, sino para buena parte de los países en el mundo—: las dinámicas demográficas, particularmente en los países de renta media alta y alta, caracterizados por la caída de la fecundidad y por el proceso de envejecimiento; una transformación familiar importante; y las grandes rupturas tecnológicas”, explicó.
Presentando los datos estadísticos, Filgueira informó que el promedio de hijos por mujer en Uruguay es de 1,23, cuando la tasa de reemplazo es 2,1. Agregó que desde 2015 se aceleró esta tendencia y afirmó: “estos son lo que se denominan tasas de fecundidad muy bajas, no bajas, sino muy bajas”.
También presentó una gráfica con las proyecciones sobre infancia y vejez entre 1996 y el año 2070 y subrayó: “la población en situación de vejez hoy está en el 23,9% y en el 2070 va a ser el 58%. Por su parte, la población de 0 a 14 años —infancia— está en 27% y va a terminar siendo un 20%. Es decir, tenemos un proceso marcado de envejecimiento”. Para el sociólogo, si bien estos números asustan, muestran dos realidades positivas, la mayor expectativa de vida —más longevidad— y la disminución del embarazo adolescente.
Pero igualmente matizó: “hay otra parte que no son buenas noticias, porque la otra mitad de la caída de la fecundidad se debe a mujeres y familias que o no quieren o no pueden, o deciden no tener y postergar la tenencia de hijos, aunque en general declaran un deseo de hijos mayor que el que tienen”. Y agregó: “estamos vulnerando derechos no por ajustar los hijos a la baja, porque quisieran tener menos hijos o tenerlos más tarde en el calendario, sino que estamos teniendo familias que quisieran tener más hijos, pero las dinámicas económicas o sociales no se lo permiten”.
«No podemos tener niños pobres»
Para Filgueira, la desigualdad constituye uno de los obstáculos más importantes que tiene el Uruguay para poder ingresar en una ruta más sustentable dada la etapa demográfica que atraviesa. Y pensando en el futuro comentó que la infancia y la juventud deben tener perspectivas de ingresar con alta productividad en el mercado laboral. “Por supuesto que lo podemos pensar desde una perspectiva de derechos. No podemos tener niños pobres, no podemos tener mujeres que no puedan participar en el mercado laboral. Pero no es solo un problema de derechos, que lo es, es un problema de eficiencia económica para el futuro. Ahora, para hacer eso, precisamos hacer algunas cosas que no estamos haciendo”, añadió.
En cuanto a lo específico del tema educativo, el sociólogo opinó que existe una gran desventaja para la etapa demográfica que ingresamos, la tasa de ingreso de la educación media superior y la potencial extensión del tiempo lectivo. “Tenemos bajas tasas de tiempo lectivo extendido, que en otros países es mucho mayor, que permite mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, sobre todo en primaria. Las escuelas de tiempo completo en la oferta pública avanzaron muy lentamente, todavía estamos muy lejos de tener una cobertura adecuada y tenemos listas de espera en casi todas las escuelas de tiempo completo y de tiempo extendido. Tenemos también el problema en CAIF, en tres años, dos años y un año, en donde no tenemos un horario adecuado que cumpla la doble función, proteger a la infancia, pero a la vez permitir una mayor incorporación de la mujer al mercado laboral”.
Como posible solución a algunos de estos problemas, Filgueira sostuvo que la forma de avanzar sustantivamente en materia de egreso de la educación media superior, en un periodo relativamente corto de tiempo, es una alianza público-privada con mecanismo de cápita. Y argumentó que como país “tenemos infraestructura distribuida a lo largo del país, pública y privada, que permitiría hacerlo, y eso es lo más importante. La mayor parte de los centros educativos privados y en particular, yo diría, de los centros educativos de AUDEC, es decir, de educación católica, tienen una clave absolutamente fundamental que nos está faltando en los centros educativos de educación media en el ámbito público, en las zonas más vulnerables en particular, que es un capital social”. Y comentó: “Sí, yo sé que hoy para Uruguay eso parece una locura, pero tal vez es algo que AUDEC tiene que pensar como propuesta ante el Estado”.
La mirada de AUDEC
Luego de la charla, Entre Todos tuvo la oportunidad de hacer algunas preguntas al equipo directivo de Audec, pensando en los desafíos y oportunidades que tiene por delante la educación católica. Compartimos con ustedes parte del diálogo.
¿Cuál es la mirada de la educación católica sobre la realidad demográfica que atravesamos?
Entender que la realidad cambió es el primer paso para proyectar un futuro sostenible. Informarnos, comprender en profundidad y ejercitar nuestra capacidad de análisis fue lo que nos motivó a abrir este espacio de diálogo con el Dr. Fernando Filgueira. Es un tema que venimos analizando desde hace un tiempo, y en concreto quisimos ofrecer este espacio a los socios.
El panorama demográfico de Uruguay nos enfrenta a un dato contundente: cada vez nacen menos niños y, a largo plazo, la estructura poblacional se volverá más envejecida y con menos jóvenes en edad escolar. A esto se suma una tendencia preocupante: el abandono en la educación media, que deja a miles de adolescentes fuera del sistema en los años más decisivos de su formación.
Entonces, la gran pregunta es: ¿qué hacemos con esto? Más que un problema, es una oportunidad. Estamos convencidos de que la riqueza de nuestros centros reside en la propuesta educativa. Una propuesta que apuesta por la cercanía, por el acompañamiento personalizado, ese que reconoce cuando un alumno atraviesa un momento difícil en su familia, el mismo que es elegido por muchos docentes para que sea su segundo hogar por más de 25 años.
¿Qué medida concreta pueden adoptar los colegios?
La calidad humana y pedagógica es la que puede marcar la diferencia para que más adolescentes permanezcan en el sistema educativo. Así como desde la educación católica hemos sabido innovar —con hiperaulas, metodologías interdisciplinarias y nuevas formas de enseñar— queremos también ser innovadores en la manera de responder a este desafío demográfico. Tal como dijo Filgueira en su conferencia, debemos abrir ventanas de oportunidades.
El camino debe ser de la mano con el estado. Desde hace décadas, la educación católica es socia estratégica en la tarea compartida de garantizar el derecho a la educación. Ahora, frente a este cambio de época, la cooperación se vuelve aún más esencial. Por ejemplo, para niños y niñas que hoy son parte del sistema de gestión pública, ¿por qué no pensar en el acceso a nuestros centros con un apoyo estatal?
Existen múltiples ejemplos de infraestructuras amplias y versátiles en nuestras obras. ¿Por qué no abrir allí nuevas propuestas educativas? ¿Por qué no pensar en otras edades, en un Uruguay que cada vez tendrá más adultos mayores deseosos de seguir aprendiendo? La Universidad Católica ya abrió la puerta en esa dirección con su oferta para estudiantes de más de 60 años, un modelo que podemos profundizar y expandir.
¿Qué oportunidades visualiza la educación católica ante estos datos?
El escenario es desafiante. Pero lejos de desanimarnos, nos impulsa a crear respuestas audaces. Por ejemplo, a fortalecer alianzas entre colegios para sostener costos, a tender puentes entre la primaria de un centro y la secundaria de otro, a imaginar un sistema educativo más flexible y solidario.
El desafío demográfico no es solo un dato estadístico: es un llamado a la acción. Y estamos convencidos de que con creatividad, compromiso y trabajo conjunto, podremos transformarlo en una oportunidad.
¿Qué mirada de familia se plantea desde la educación católica?
Actualmente hay muchos modelos de familia y eso hace que las organizaciones familiares sean muy diversas. Por lo que para la educación católica es un desafío poder acompañar adaptando las propuestas a estas necesidades. Más allá de las distintas situaciones siempre apostamos a que cada niño pueda vivir en un entorno seguro y donde se garanticen sus derechos. Como escuchamos decir al papa Francisco, «La familia es el lugar donde se aprende a amar y a ser amado”. Y desde nuestra identidad católica eso lo hacemos visible en cada gesto, en cada propuesta, en cada encuentro con los adultos. Allí debe estar el foco en este momento, en ser una propuesta personalizada de verdad. Cada familia sabe que puede contar con nosotros, y esa es la riqueza que nos caracteriza.