Las Religiosas de María Inmaculada llevan 87 años en el Uruguay fieles a su misión
Un 22 de marzo de 1847 en Cascante, una pequeña ciudad próxima a Navarra, nace María Vicenta López y Vicuña. Proveniente de una familia católica y acomodada, su futuro no se vio cegado por su origen, sino que presentó una gran sensibilidad por los sectores más desfavorecidos de la sociedad, y particularmente por aquellas jóvenes que no contaban con las facilidades de las que ella gozó durante su infancia y adolescencia. Es a partir de esta sensibilidad que, 21 años después, decide fundar la Congregación de Religiosas de María Inmaculada, inicialmente en Madrid: una fundación centrada en el apoyo de mujeres jóvenes de sectores carenciados, con el objetivo de brindarles un hogar, educación y formación en valores. Hoy, 156 años después, la congregación se encuentra asentada en varios países, incluyendo Uruguay. Las Hermanas Marta, Graciela y Ani cuentan su labor, misión e inspiración de su vocación.
Las hermanas
Cada hermana vivió el llamado a la vocación de manera diferente. Marta es quien lleva más tiempo en la congregación: La integró a los 28 años de edad, y considera que fue una edad tardía, y que conocía la fundación desde los 14. “Desde mucho tiempo antes, tenía esta pregunta, esta inquietud de encontrar mi lugar en el mundo. Dios se fue manifestando y haciendo presente en mi vida a través de personas, a través de situaciones”. Sin embargo, este llamado no suele ser fácil de aceptar. El caso de la hermana Marta no fue la excepción: “Me resistí mucho tiempo, porque no quería dar el sí, porque estaba apoyada en algunas cosas materiales que creía que eran las que me iban a alcanzar la satisfacción”. La Hna. Marta conoció la congregación al ofrecerse como voluntaria en el sur de Argentina. Contó que la Hna. superiora de aquel entonces ya había visto su vocación, y quería asegurarse de que el paso de Marta por la congregación no fuera “momentáneo”.
La experiencia de Graciela fue algo diferente: “Yo fui como san Pablo, me tiró del caballo”, aseguró entre risas. Contó que su acercamiento a Dios fue a través de una pequeña niña que vivía en su residencia, y que se escabullía al cuarto de las mayores para invitarla al oratorio: “Me hizo descubrir su fragilidad, sus necesidades, lo que ella había sufrido”. Esto la conmovió y le proporcionó una perspectiva basada en la empatía. Más tarde, y tras la lectura de información proporcionada por la Hna. superiora, Graciela tomó su decisión. “Le di mucha guerra a dios para decidirme, pero no me arrepiento de haber tomado esta opción”.
La Hna. Ani tenía 17 años cuando llegó a su residencia. Su padre era militar, y al trasladarlo debía dejarla bajo el cuidado de un mayor. Así conoció a las Religiosas de María Inmaculada. Sin embargo, contó que el momento clave para su llamado a la vocación, fue un retiro jesuita, al que fue invitada por sus compañeros de universidad: “Ahí es donde yo descubrí ese deseo de colaborar, de trabajar por los demás”. La confirmación la tuvo luego de leer una revista que le proporcionó la Hna. superiora: “Me vi reflejada en ella. Como ellas nos acogían, nos acompañaban, estaban atentas a nuestras necesidades. Todo lo que yo recibí tenía deseo de darlo, es ahí donde yo descubrí que efectivamente ese era mi lugar”.
La congregación lleva 87 años asentada en el Uruguay, desde el 16 de junio de 1937. Las primeras peticiones se le presentaron a la misma Vicenta María, quien tuvo que rechazarlas, ya que no contaba con suficientes hermanas para enviar al continente americano. Años después, logró fundar primero en Buenos Aires, al año siguiente en Santiago de Chile, y varios años más tarde, en Montevideo.
La misión
El trabajo que realizaba la congregación en sus primeros años en España, estaba centrado principalmente en aquellas mujeres que se trasladaban de toda España a Madrid, en busca de mejores condiciones de vida. En aquella época, las mujeres tenían como única posibilidad laboral, la del trabajo doméstico. Pero Vicenta María siempre tuvo en mente la idea de la promoción de la mujer, a través de una formación que le permitiera salir de su casa y dedicarse a otras actividades. La educación proporcionada por las hermanas, desde sus orígenes hasta hoy, cubre una serie de conocimientos técnicos esenciales, como saber leer, escribir, y operaciones matemáticas básicas. Pero también busca fortalecer a estas futuras mujeres, formándolas en la consciencia de sus propios derechos: “Lo que intentamos es formarlas para la justicia, para la paz. Que la chica sepa defenderse en la vida, que no abusen de sus derechos, pero al mismo tiempo se les enseña que ellas también tienen obligaciones”, explicó la Hna. Ani.
En la actualidad, la Hna. Graciela considera que los principales problemas a atender en el público joven de todas las capitales, son el fenómeno migratorio, y las adicciones. Frente a estos casos, la Hna. asegura que la congregación ofrece un espacio de escucha y contención. Reflexiona sobre los tiempos que corren, y una cierta dificultad que identifica a la hora de evangelizar: “los valores religiosos están un poco dejados de lado a nivel de sociedad, pero nosotros seguimos remando contra corriente, por la santificación de las personas, para que puedan vivir esa trascendencia”. Afirma que una misión relevante que persiguen frente a las chicas a las que ayudan, es darles la posibilidad de un acercamiento a Dios, y transmitirles que él está presente. Afirman que no lo presentan mediante imposición, pero que sí se aseguran de que conozcan esa posibilidad.
La casa está ubicada en el barrio Pocitos: calle Roque Graseras 764. En ella solo habitan las tres hermanas mencionadas, y para hacerse cargo del mantenimiento de la residencia y atención a las chicas, reciben apoyo externo. En el sector de jóvenes, hoy en día viven treinta y seis chicas. La mayoría estudiantes de nivel universitario, más algunas que cursan liceo o UTU. Además, cuentan con un sector de adolescentes, para chicas de entre 14 y 17 años. En este sector adolescente, trabajan en conjunto con INAU. Cuentan con personal profesional remunerado, como una trabajadora social, una psicóloga y una psiquiatra. Las tareas de mantenimiento de la casa, como limpieza, cocina y recepción, también son realizadas por personal remunerado.
Por: Catalina Zabala
Redacción Entre Todos