La aplicación de los principios éticos a las ciencias de la vida
La bioética, una de las ramas más nuevas de la ética, es una disciplina que surgió por primera vez en Estados Unidos a finales de los años 70’. Tiene como objeto de estudio la conducta de los seres humanos en las ciencias de la vida y los cuidados de la salud. Se trata de la aplicación de principios éticos a las ciencias de la vida.
La definición varía en relación al enfoque que se le dé. Javier León, el autor del libro Bioética de Francisco, comenta: “algunos la ven como un simple marco de reflexión y de investigación interdisciplinaria sobre los desafíos a raíz de los progresos técnico-médicos. Otros van más lejos y ven en la bioética un ‘método de análisis’ que ayude en los casos de toma de decisiones. O más aún, si se considera que forma parte de la ética o es una forma de ética, se puede entender como una ‘búsqueda normativa’ del deber ser en el ejercicio profesional”.
Se podría decir que la bioética estudia la conducta humana en relación a la biología y al cuidado de la salud. A su vez, responde a los problemas que surgen a raíz de los avances de los últimos años en materia de las ciencias biomédicas. Por su parte, desde una perspectiva social, se puede afirmar que la bioética realiza un estudio interdisciplinario sobre la gestión sensata y responsable de la vida humana.
También existen diferencias a la hora de establecer el contenido de la bioética. Por un lado, están quienes dicen que es un marco de reflexión que surge debido al progreso técnico y médico. Por otro, quienes la consideran un método de análisis que ayuda al momento de la toma de decisiones.
La bioética tiene dos principios fundamentales: el respeto a la vida humana y el principio de la autodeterminación de la persona. Estos principios inspiran el marco de acción de la disciplina. Francisco Javier León, por su parte, agrega: “Hay que tener en cuenta asimismo las reglas clásicas específicas de la deontología médica, como el principio de beneficencia, el principio de benevolencia y la confidencialidad; y también principios más recientes que influyen en la consideración bioética: el principio utilitarista de buscar el mayor bien para el mayor número de personas; el principio de universalización que propone siempre a la persona como fin y nunca como un medio; el principio de igualdad en dignidad y valor de todas las personas
humanas; el principio de justicia y equidad, que puede compensar el utilitarismo, primando la ayuda a los menos favorecidos”. Las reglas permiten que los principios se apliquen concretamente.
El sentido de la dignidad humana es primordial. Vivimos en una época en la que el término se utiliza sin una real valoración del ser humano. Como señala Francisco Javier León: “la dignidad del hombre se funda en que ‘es persona’, en su ser personal: entendimiento y voluntad, autoconciencia de sí, autodeterminación y autorrealización de sí, actuar libre y consciente”. En lo práctico, agrega: “se niega la igualdad de derechos, lo cual equivale a negar la igualdad de ‘ser’ o de ‘naturaleza’ a los seres humanos no nacidos o nacidos con alguna deficiencia notable, o a los enfermos que suponen una carga para la familia o la sociedad, a los deficientes mentales, etc.”. Por su parte, algunos de los adelantos en investigación científica y médica pueden orientarse hacia tratar al ser humano como un ‘objeto’ o medio para la investigación científica.
Dentro del campo de la bioética hay diferentes áreas de especialización y de estudio que surgen en virtud de los problemas bioéticos. La bioética clínica, que se enfoca en la atención a los pacientes, la bioética del inicio de vida, que estudia temas como el aborto, las terapias de reproducción asistida o la manipulación de embriones y la bioética del final de la vida, que se vincula con los cuidados paliativos o los problemas de la eutanasia, son ejemplo de algunas de estas.
El debate bioético en torno a la eutanasia
“Uno de los problemas existentes a la hora de discutir la eutanasia son los falsos presupuestos”, escribió Miguel Pastorino en Semanario Voces el pasado 17 de diciembre. Se le suele llamar “eutanasia” a acciones que no son eutanasia. Desconectar a un paciente con muerte cerebral no es eutanasia ya que clínicamente ya está muerto. La sedación paliativa de un paciente que está en una fase terminal de modo de evitar un mayor sufrimiento, tampoco es eutanasia. En nuestro país, está vigente la ley N.º 18473 que permite que las personas puedan elegir no recibir tratamientos innecesarios que le prolonguen la vida en detrimento de la calidad de esta. Esto, nuevamente, no es eutanasia.
“Estar en contra de prolongar la vida y el sufrimiento no significa estar a favor de la eutanasia. Los dos extremos son cuestionados por la ética médica: es tan inhumano alargar la agonía como matar al paciente”, agregó Pastorino.
La eutanasia es dar muerte a un paciente. La intención es que muera. Por lo tanto, es incomparable con los cuidados paliativos, que tienen como finalidad el alivio y el respeto por la dignidad de la persona hasta el momento de su muerte natural. Además, explicó Pastorino, “legalizar la eutanasia dinamita el fundamento de los derechos humanos y los principios fundamentales de la ética médica: la dignidad inherente de todo ser humano que no se pierde por enfermedad, ni por edad, ni por discapacidad. Pensar que hay vidas que pueden ser eliminadas por vivir en una condición llamada ‘indigna’, les haría valer menos y ser descartables”.
Los derechos humanos son universales, irrenunciables, inalienables e indivisibles. La dignidad inherente a cada ser humano no se pierde por ninguna causa. En tal sentido, es preciso señalar que “aunque alguien quiera renunciar a sus derechos humanos, no puede, porque no deja de ser humano. Nadie puede explotar, torturar a otro o matarlo, porque la persona en cuestión lo solicite. La autonomía tiene límites, la dignidad no se anula por decisión. No es un tema de libertad, es un tema de respeto a la dignidad humana”, señaló Pastorino.