Entrevista con la superiora de la casa de las misioneras de la Madre Teresa de Calcuta en Montevideo
La Hna. Claribel es misionera de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta y superiora de la casa que la congregación atiende en el barrio Casavalle de Montevideo. No suele conceder entrevistas, pero accede a esta con el pretexto de hablar de su vocación y de relatar lo vivido junto a una santa, la Madre Teresa de Calcuta, cuya fiesta se celebra este sábado 5 de setiembre.
Si cada vocación es un milagro, la de la Hna. Claribel parece serlo aún más: originaria de la ciudad india de Orissa, ingresó a la congregación de modo insólito y contó con cierto madrinazgo o favor de parte de la fundadora.
Cuando chica, le atraía la felicidad que veía en las religiosas. Y hoy, al frente de un hogar para ancianas necesitadas —con un trabajo intenso y una vida austera por demás—, se dice tan feliz como aquellas que la inspiraron.
¿Cómo fue su ingreso a la congregación?
Al terminar el colegio quería ingresar. No conocía la congregación, solo sabía que quería servir a Dios. Pensaba que todas las monjas tenían el mismo carisma. Una amiga mía fue a hacer una experiencia y le pedí que me invitara. Las hermanas eran felices, me llamó la atención.
Pero no perseveré los 15 días, al tercero quise volver a mi casa porque extrañaba a mi familia. Antes de irme fui a hablar con la superiora, iba a decirle que me gustaba pero que no era mi lugar. Me preguntó: «¿Te gusta?» No sé de dónde salió mi respuesta. Le dije «sí». Y me dio un formulario para llenar. Fui a mi casa. Y a los tres días volví al convento. Cambié, Dios me cambió.
¿Cómo fueron esos primeros años?
Me mudé a Nueva Delhi, ahí eran todas más grandes y hablaban inglés, yo no sabía nada. Quería volverme a casa. El trabajo era duro, yo veía que no iba a perseverar. Sufría, sufría y sufría. Yo pensaba: «Las hermanas hacen siempre el mismo trabajo y son felices, alguien les da esa fuerza, ¿pero por qué yo estoy sufriendo?» Empecé a rezar: «Diosito, mandame a mi casa porque no puedo aguantar». ¡Y Diosito no me escuchaba! Al final pedí enfermarme para que alguien me llevara a mi casa. ¿Pueden creer? Diosito me escuchó y me enfermé, estaba inconsciente, con fiebre, me llevaron al hospital y me internaron.
A los 10 días la Madre Teresa fue a Nueva Delhi y le contaron que yo estaba en el hospital. Yo no sabía quién era la Madre Teresa, pero ella me fue a ver. Cuando llegó me dio la bendición y me dijo: «Mañana te vengo a buscar y te llevo a casa». Al otro día yo casi no me podía levantar, pero ella me quiso llevar. Bajamos los siete pisos. Los doctores le dijeron que yo no tenía el alta. «¿Qué tengo que hacer?», preguntó ella. Tenía que conseguir una firma. «Bueno, deme el libro, yo firmo». Insistió, dijo que me iba a cuidar y al final le dieron permiso de firmar el alta. Estuve seis meses en la cama, tuve fiebre amarilla.
Apenas tenía 16 años y éramos 12 en el grupo. Diez se iban a ir a Calcuta a formarse como postulantes. Pero yo no podía ir porque no tenía 18 años. En esos días vino la Madre Teresa y supo que yo me quedaría. «No, ella tiene vocación, que vaya a Calcuta». Y fui, estuve un año allí.
¿Cómo fue ese tiempo?
Éramos 78 postulantes: de India, África, Francia y España. Después de un año teníamos que ir al noviciado. Un día vino la Madre Teresa y nos dio una charla y al final preguntó quiénes irían al noviciado. Yo no podía ir porque nuevamente era más chica que las demás. «Ella tiene vocación, ¿por qué no la mandan?», dijo. Y me llamó y me dio una estampita de Jesús sufriente. Luego me dio la bendición y fui al noviciado.
Tres veces la «rescató» la Madre Teresa
Hubo otra, al momento de hacer los votos y ponerme el sari. Yo estaba feliz, éramos 300 novicias. Y volvió a pasar lo mismo, yo era más chica. Cuando lo supo, me dio su bendición y pidió que tocaran las campanas. Fuimos todas a la capilla y preparamos la ceremonia. Estaba expuesto el santísimo y Madre Teresa. Hicimos un canto de adoración. Ella me llamó por mi nombre. Dijo unas palabras y ahí me dio el sari, fue una gran alegría. Después de una hora salimos, me cantaron, me felicitaron… y estoy acá.
Ud. era una especie de hija predilecta de Madre Teresa, ¿o era así con todas?
No, solo conmigo era así. No sé cómo fue. Hasta hoy no entiendo realmente.
¿Cómo recuerda esos años que vivió junto a la Madre Teresa de Calcuta?
Tuve la oportunidad de vivir con la Madre Teresa durante dos años y pude ir a trabajar con ella, muchas veces solas, visitando personas de la calle y rezando juntas. Era muy humana.
Recuerdo que una vez me preguntó cómo habían tomado mis padres el hecho de que quisiera ser religiosa. Yo le conté que mis papás habían rezado una novena para tener una hija, antes de que yo naciera.
Luego yo nací y todo fue alegría. Cuando le dije a mi familia de mi vocación para ingresar a la comunidad, mi papá me dijo que se iba a morir de tristeza. Le costó mucho, pero finalmente me dijo que siguiera el camino que me hiciera feliz, y eso me dio fuerza. Y ella me contestó que ella había pasado 20 años sin visitar a su familia, increíble.
Creo que cuando hay un llamado por parte de Dios nadie lo puede detener. En mi caso nunca dudé de mi vocación y estoy contenta… quiero ser santa como lo fue la Madre Teresa.
En la etapa previa a los votos, todos los días nos daba una charla. Hablaba muy fuerte, era firme. Decía que si no estábamos listas, lo mejor era irnos. Pero cuando hablábamos con ella a solas, era muy amable, muy Madre.
¿Qué es lo que le resulta más atractivo de su vocación?
En la ciudad de Calcuta había muchas personas en condiciones de pobreza. Me impresionó que las hermanas llevaban a los pobres a su hogar, los bañaban, los curaban, les daban de comer y jugaban. Eso fue lo que más me llamó la atención y me impulsó, claro que detrás estaba la fuerza de Dios. A su vez, me gustó la sencillez y la felicidad con la que vivían.
A la hora de recibir personas en la casa y curar enfermos, para la Madre Teresa no importaba de dónde viniera la persona, ni su cultura o religión, decía que todas las personas son iguales. Ella los bañaba y les daba de comer, y eso la hacía feliz.
¿Cuál fue el primer país en el que misionó? ¿Usted fue de las primeras religiosas de la congregación en salir de la India?
No, ya habían salido hermanas a misionar. La primera casa de la congregación que abrió fuera de la India fue en Venezuela en 1968. Mi primera misión fue de cinco años en España y luego finalicé mi preparación como religiosa en Roma. Recuerdo que cuando hice los votos perpetuos la Madre Teresa asistió, ella tenía 94 años y estaba un poco enferma.
Y ¿cuál fue el siguiente destino apostólico?
Paraguay y Uruguay, cuando llegué aquí tenía 25 años. Luego fui a Argentina, y volví a Uruguay hace siete años, a esta casa que está desde 1982.
¿Cómo es el día a día a día en la casa de las Hermanas de Calcuta en Montevideo?
Nos levantamos 4:40 y a las 5:00 tenemos una hora de oraciones, y 7:30 tenemos la Misa. Sin Misa, sin oración, no podemos vivir; así que dedicamos cuatro horas a la oración y ocho al horas de trabajo. Entonces hacemos la limpieza, bañamos a las señoras que cuidamos, las alimentamos, estamos con ellas.
Después, dos de las hermanas (somos cinco en total en esta casa) salimos a visitar gente del barrio. Visitamos a las familias, brindamos catequesis y damos canastas de alimentos para las familias más necesitadas. Además, en la casa hacemos la preparación para diferentes sacramentos.
También participamos del reparto de alimento a personas en situación de calle, junto al grupo Sembradores y a Gabriel “Chespi” Muscarelli.
¿Cómo se encuentran las personas que viven en la casa con ustedes?
Son personas mayores de 70 años enfermas y, en la mayoría de los casos, abandonadas. Sin familia, solo unos pocos tienen algún sobrino o algo, pero no los vienen a visitar.
La mayoría de las personas que viven ahora tienen más de 90 años. Tenemos lugar para 30 personas y somos cinco hermanas atendiendo la casa. Casi todas las personas llegan a esta casa a través de un asistente social o son personas que nos encontramos en las calles y que se encuentran solos.
¿Cuál es la vigencia del carisma hoy en día en Uruguay? ¿En este tiempo han surgido vocaciones en Uruguay?
Respecto a las vocaciones, sí, hay chicas interesadas. Justo ahora hay una que tiene vocación en la casa de Las Piedras, Canelones. Nuestro carisma es contagiar la sed de Jesús en alas almas. Esto lo hacemos como lo dice San Mateo 25: “Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recibisteis; estaba desnudo y me vestisteis”.
2 Comments
Claribel, y las otras hermanas son caprichosamente adorables me encanto hacer el curso en su compania muy,pero muy compañera,gs Dios por ponerlas en mi camino aprendiendo mucho de ellas espero verlas pronto un abrazo en Cristo Jesús
La obra en San Isidro las piedras canelones es muy activa y comprometida, los que hemos trabajado en lo social la conocemos y valoramos, gracias por tantos años de trabajo Dios les bendiga siempre