El pasado mes de febrero, se realizó una nueva edición del Proeducar —organizada por Audec— y que tuvo como título “La IA, ¿copiloto o competidor?”. Uno de los disertantes fue el doctor Alfredo Cerisola, pediatra, profesor agregado de Neuropediatría, en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.
Entre Todos tuvo la posibilidad de dialogar con el Dr. Cerisola para indagar sobre las consecuencias que el uso de pantallas tiene en los más pequeños y cómo encarar este tema en el ámbito familiar.
¿Cuál es el desarrollo esperado para un niño en los primeros años de vida?
En el desarrollo habitual de un niño pequeño existe un proceso muy dinámico, que le permite tener determinados logros que, para entenderlos mejor, los dividimos en áreas.
La primera es el área motora, tanto de la motricidad global como de la fina. Otra es la de la comunicación, del lenguaje. Y una tercera que remite a los aspectos socio- emocionales. Este proceso admite diferentes clasificaciones, hay quienes agregan un área cognitiva desde los primeros años. Pero, en general, la que comenté es la más aceptada.
Este proceso en los primeros años ocurre de una manera sumamente rápida. En el área motora, el recién nacido tiene muy pocos o ningún movimiento voluntario; sin embargo, a los tres meses logra sostener su cabeza; a los seis se sienta; a los nueve se para; y alrededor del año empieza a caminar solo o con ayuda. De ahí en más comienza un proceso en el que logra correr, trepar, saltar y un largo etcétera. En la motricidad fina también existe una consecución. Al nacer, el bebé solo coordina el movimiento de sus ojos, para enfocar la cara de su madre; a los tres meses ya logra seguir a una persona que se mueve en su campo visual; a los seis meses empieza a tomar objetos con sus manos; a los nueve ya lo hace de una manera más coordinada. Al año, el pequeño hace una pinza fina; y al segundo año está tomando una cuchara, o un tenedor, para comer y puede sostener un lápiz para garabatear.
Pero también esta evolución sucede en el lenguaje: desde el gorjeo inicial, a las primeras palabras al año, a los dos años frases, a los tres algunas oraciones y después se transforma en un comunicador super efectivo.
Entonces, esa maravilla del desarrollo —que es tan rápida— requiere toda una estructura neurológica de soporte que funcione bien. Además, sobre esa base estructural genética, se requiere de determinados factores o estímulos que habiliten que las cosas sucedan, porque no se dan espontáneamente. Los recién nacidos humanos están mucho menos desarrollados que en otras especies, necesitan de la disponibilidad de sus padres para estimular el desarrollo y permitir su supervivencia.
Aquí aparecen todos los factores vinculados al embarazo, el nacimiento, el cariño, el estímulo que pueda recibir el niño en cuanto a la atención que se le brinda, al juego, la conversación, al compartir distintas actividades y, también, la exposición a las pantallas. Esta exposición es un elemento más, que puede jugar a favor o en contra, según como se lo use.
¿Cómo ha cambiado el desarrollo del niño con la omnipresencia de pantallas?
Ha cambiado en varios sentidos. Uno es el tipo de dispositivos que cuentan con pantallas. Antes se veía la televisión de forma compartida, ahora los dispositivos se consumen de forma individual y móvil. Por otro lado, se permite al niño usarlo de forma aislada del resto de la familia, que a su vez lo usa de forma aislada.
Lo que se sabe es que por debajo de los 2 años los niños tienen muy poca capacidad para entender e interpretar lo que está sucediendo en la pantalla, por más que les llame la atención y puedan quedar enganchados con las luces y los sonidos, pero no pueden interpretar lo que está sucediendo y menos manipularlo de una manera creativa.
Por encima de los dos años, una cosa es usarlo de forma compartida, que sea parte de una actividad de interacción a nivel familiar, o educativo. Otra muy distinta, es una exposición sostenida, pasiva, a videos sucesivos que no le permitan más que observar y que no tengan ninguna creatividad, ni ningún proceso de interacción, ni conversación. El problema reside en que la mayoría de los usos que se dan son de este último tipo.
Pero también es un problema que el tiempo que se dedica a las pantallas es tiempo que no se dedica a otras actividades que se saben que estimula el desarrollo, a pasear, a jugar, a cantar canciones, a leer un libro, a jugar con otros niños.
Si el niño está mirando el dispositivo durante la comida, no está interactuando con el resto de su familia. Esto pasa también con los adultos y se retroalimenta.
Si bien muchas veces uno pone el foco en el niño, hoy se sabe que es más correcto ponerlo en su entorno familiar, porque el niño imita muchos de los comportamientos de los adultos. En la medida que los adultos usan más los dispositivos, los niños también los usan más. Es importante mirar el conjunto del núcleo familiar.
Los dispositivos están presentes en casi todos los contextos en los que los niños se mueven, ¿a qué edad se entiende que los chicos podrían acceder a los dispositivos?
Se han hecho (y se hacen) muchas investigaciones sobre este tema. También hace ya unos han empezado a surgir recomendaciones que tienen que ver con la cantidad de tiempo y el tipo de uso que se debería hacer. Incluso en el año 2019, la Organización Mundial de la Salud —OMS— compartió un manual.
Todas son muy coincidentes en que por debajo de los dos años no hay ningún beneficio demostrado y sí existen perjuicios. O sea, por debajo de los dos años la recomendación es cero minutos de pantallas, en cualquier contexto.
Por encima de los dos años empiezan a surgir diferentes criterios. La mayoría de las comunicaciones que venían surgiendo hasta el año pasada decían que no fuese usado más de una hora y que el uso no interfiriera con momentos especiales del día como las comidas y el rato previo al sueño; que fuese un uso compartido, con programas educativos, más que de entretenimiento; y que estimularan la creatividad y la socialización.
El año pasado surgió la guía de Unicef, que se publicó en nuestro país, que por debajo de los seis años si los niños no usan pantallas les va mejor. No estoy tan seguro que eso se pueda trasladar a la realidad, ni que haya tanta evidencia, porque un uso compartido con adultos tendiente a la educación puede ser beneficioso.
Hay un concepto que está en boga: la tecnoferencia, ¿a qué hace alusión?
Proviene del inglés y es la unión de las palabras tecnología e interferencia. Se refiere a cómo la tecnología interfiere en los vínculos y en la interacción humana, desde el momento que quién lo está usando desplaza el relacionamiento por prestar atención al dispositivo. Eso puede provenir desde el lado del niño, del adulto o de los dos.
A grandes rasgos, ¿qué se puede verificar en la comunicación interpersonal de los niños en edades preescolares con la mediación de estos dispositivos?, ¿qué evidencia hay?
Lo que hoy se sabe es que cuanto mayor la exposición, más afecta el desarrollo del lenguaje —el número de palabras que los niños desarrollan, el uso de estas palabras y la posibilidad de expresar conceptos, sentimiento, pensamientos—, también a nivel cognitivo —en el razonamiento y la capacidad de aprendizaje—. A más exposición, más impacto.
También hay impactos en otras áreas de la salud como el riesgo de sobrepeso u obesidad, también una asociación entre el uso de dispositivos y el descanso y la salud visual: cuando los niños duermen mal tienen más problemas de aprendizaje, cognitivos y sociales. También existen estudios que sugieren el aumento de la miopía en niños y adolescentes.
¿Qué recomendaciones podría plantearle a los padres, que muchas veces se ven desorientados a la hora de administrar los usos de dispositivos de sus hijos (y los propios)?
Lo primero: es importante que exista la preocupación en los padres por este tema. Muchas veces la información llega cuando hay hábitos que ya están instalados. Sería preferible que hubiese información general, para que no se instalara el uso nocivo del dispositivo y después uno tuviera que dar marcha atrás, cosa que siempre es más complejo que educar un hábito de entrada.
Lo segundo: es importante que los padres tengan idea de cuál es la alternativa al uso de pantallas. Hoy en día que se ha perdido bastante el relacionamiento intergeneracional, el juego apropiado para cada edad, la lectura de un libro que empieza ya en la etapa del primer año de vida —con esos libros muy simples con imágenes para los bebés hasta todo los que tienen que ver con el relato de un cuento por parte de los adultos y después el inicio de la lectura propia del niño—.
Por supuesto que cantar canciones para niños, salir a pasear, jugar al aire libre. Y, por supuesto, conversar con ellos. Muchas veces decimos que no a estos momentos, porque nos tenemos que ocupar de hacer muchas cosas de la casa, y para tener tiempo para realizar esas tareas le damos al niño el celular o la tablet.
También podemos integrar al niño a algunas actividades, dándole participación mientras se cocina, mientras se limpia la casa.
Y algo que es muy importante es mirar qué uso estamos haciendo los adultos de los dispositivos y en qué medida eso nos está sacando tiempo disponible para los niños. El criar hijos es una actividad que implica dedicar tiempo de calidad.ro si Uruguay es sincero, es auténtico, eso es incluso mucho más valioso de si sos el número uno, o el mejor.