El flamante director del Liceo Jubilar habla sobre su nueva etapa al frente de la institución, sus objetivos y su vínculo con los distintos actores del centro.
La vida del padre Alejandro Korahais (49) tuvo varios cambios en el último año. Pasó de ser seminarista a ser diácono. De vivir en la parroquia San Juan Bautista a residir en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, más conocida como Tierra Santa. En noviembre fue ordenado sacerdote y desde el 1.° de febrero es el nuevo director del Liceo Jubilar Juan Pablo II.
«La tarea sacerdotal es lo primero, pero yo no soy el capellán. Yo soy el director, que tiene una tarea de gestión», aclara. Eso no quita que acompañe, de forma espiritual, a los alumnos, sus familias y los funcionarios.
Durante el año pasado, el ahora director concurría una vez a la semana al centro para colaborar en la pastoral del liceo de adultos que funciona en la noche. “Fue una experiencia muy buena, que se concretó cuando hijos e hijas de adultos que hacen el liceo se bautizaron», relata. Vivir esta experiencia le permitió ver cómo funciona el liceo que tiene dos décadas y está ubicado en Casavalle.
El nuevo director del Liceo Jubilar estudió Comunicación Social y realizó estudios de posgrado en Educación. Esto significa un regreso a su profesión después de varios años. El P. Korahais sustituye al P. Valentín Goldie (46), quien se desempeñó como director de la institución desde junio de 2018. En medio de reuniones y presentaciones con alumnos, sus familias y funcionarios, el P. Korahais recibió a Entre Todos en su oficina.
¿Qué sentiste al recibir la noticia?
Al dedicarme totalmente a la vida sacerdotal, me imaginé que iba a dedicarme a una labor pastoral, que no tiene nada que ver con la profesión que tenía antes. Desprenderme de la profesión también fue una entrega. Con lo cual, volver a la profesión, por un lado me dio un poco de no querer (asumir). Pero eso me duró muy poco. El cardenal me preguntó «¿Querés ir al Jubilar?». «De primera te digo que no [risas] porque prefería hacer otras cosas». Tengo claro que si el Señor me pide esto, es porque lo tengo que hacer. Este pedido me llegó por intermedio del cardenal. Somos los dos humanos y nos podemos equivocar. Pero tenemos un plus: que creemos en la gracia de Dios.
Trabajé durante muchos años en varias instituciones de Casavalle. Ser educador es una profesión muy especial porque se trabaja con la gente. Es un trabajo en el cual ponés el corazón. Hubo un tiempo en que tuve que dejar de trabajar en el barrio por temas familiares y empecé a trabajar en otro ambiente. Siempre vinculado a la educación, pero en otro contexto. Extrañé mucho trabajar en esta realidad. De tantos años de estar acá, te enamorás de la realidad. No de la realidad que tenés que lograr cambiar y ayudar, te enamorás de querer ayudar a la gente y llevarle el mensaje de Cristo.
¿Qué te atrapa del proyecto del Liceo Jubilar?
Tiene una identidad muy fuerte, que la notás en los alumnos y en sus familias. Ellos son muy del Jubilar. Tienen la camiseta puesta y eso es un valor. Tiene un sistema de acompañamiento muy logrado. El equipo docente se dedica mucho a los chiquilines y a las familias. Es un punto fuerte. Siempre hay puntos para crecer y para mejorar.
El liceo tiene veinte años. Está en un periodo de dejar la época fundacional, que no significa dejar el espíritu fundacional, sino que tenemos que proyectar el futuro de diez a veinte años más. Tenemos una base muy buena que es una identidad muy fuerte, con unos valores clarísimos. Ahora necesitamos crecer en profesionalidad. No es que no sean profesionales los que trabajan acá. Pero necesitamos crecer en esa profesionalidad y generar procesos de mayor calidad y mayor capacidad de acogida. Tenemos que evangelizar más. Es tremendo el desafío.
¿Cómo es tu relación con los estudiantes y los funcionarios de la institución?
Estoy muy agradecido porque de parte de todos recibí un cariño muy grande. Con algunos ya nos conocíamos. Cada área en el Jubilar está bien asentada, armada y tiene su cabeza. Con lo cual, en realidad, el rol del director es más bien una dirección general. No estoy en la diaria con los alumnos en el aula porque hay un equipo que lo está. Pero vengo de tratar con alumnos toda la vida. Ojalá que sea una relación fluida tanto con el alumno como con su familia. Es una relación que tiene sus idas y vueltas, pero también tiene sus «bemoles» porque hay que guardar una prudente distancia, sana para la familia, para los chiquilines y para la gestión.

Para el sacerdote, se trata de un centro educativo con un fuerte arraigo en la comunidad. Fuente: R. Fernández
Los cargos de gestión se viven en soledad, el jefe siempre está solo. Por más que quiera poner toda la impronta y cariño, no deja de ser el jefe. Eso es una realidad laboral-profesional. No hay vuelta. Eso no quita de tratar de ponerle todo el cariño pastoral y humano que se pueda.
¿Qué significa para vos trabajar en una institución con estas características?
Está teñido por la vocación sacerdotal. No se pueden separar los roles. No soy el capellán, soy el director. Pero soy sacerdote de esta arquidiócesis y este es el liceo de la arquidiócesis. Es parte de la labor pastoral. El sacerdote tiene que ser un buen canal para que la gente llegue a Cristo. El mejor canal es celebrar la eucaristía. En este liceo, con una sola misa que se celebre ya habrá valido la pena todo el esfuerzo. Parece un disparate, pero de cara a Dios no es un disparate. También es un desafío profesional, porque uno le pone todas las ganas y toda la impronta.
En el fondo descubrís que trabajar en un colegio de estas características no es lo mismo que trabajar en otros. Lo central de los colegios católicos es la identidad católica. Si la pierde, no deja de ser un buen colegio, pero no cumple la función de evangelizar. Si no se lleva el mensaje de Cristo, se pierde la razón de ser del colegio. Se puede llamar católico, pero ya no lo es. Y puede ser muy bueno, pero no es un instrumento evangelizador.
Al pasar veinte años, surgió una sana «competencia». En la zona hay varias instituciones que se inspiraron en este modelo y luego lo concretaron según su propio espíritu. Eso es muy bienvenido. Son instituciones que dependen de la colaboración de otras personas. Muchas veces, en un país tan pequeño como el nuestro, puede haber choques entre los centros. El espíritu que compartimos es el trabajo.
¿Cuál creés que va a ser tu mayor aporte durante tu gestión?
[Piensa y se ríe]. El Señor te va poniendo en situaciones que, cuando las ves con el diario del lunes, decís: «Por algo pasan las cosas» o «Por algo pasé por tantas vicisitudes profesionales». Porque estuve en situaciones de crisis de todo tipo, en diversas instituciones, en diversos contextos y barrios distintos. Espero que todas estas experiencias pueda volcarlas en la tarea profesional que se hace en este liceo para que, cuando me vaya, pueda dar el paso de lograr una mayor profesionalidad y un crecimiento, que permita ampliar su capacidad de llegada y lograr los objetivos a largo plazo.
A nivel pastoral, lo único que me interesa es que los que forman parte del Jubilar se acerquen al Señor o que descubran una luz en su vida. Ojalá que se conjuguen las dos cosas, lo académico y la fe. Somos el liceo católico que está al lado de la Gruta de Lourdes, que es el mayor santuario que tiene la ciudad. No dudo, en ningún momento, de la protección de la Virgen.
Perfil del P. Alejandro Korahais
Nació el 7 de junio de 1973 en Montevideo.
Estudió Comunicación Social en la Universidad Austral, en Buenos Aires, y realizó estudios de posgrado en Educación en la Universidad de Montevideo, Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad Europea del Atlántico.
Trabajó en varias instituciones: Monte VI, Los Nogales y Los Pinos.
Fue ordenado sacerdote el 19 de noviembre de 2022.
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ÉXITOS ALEJANDRO QUE DIOS Y LA VIRGEN SIEMPRE TE GUÍEN Y TE ACOMPAÑEN