«Entré a un templo, porque arquitectónicamente me parecía precioso. Al intentar ingresar, comprobé que estaba con la puerta abierta y, tras pasarla, un sonido de un lejano coro se escuchaba, mientras veía que las velas estaban encendidas. Había alguna cortina, así que supuse que alguien cantaba tras ellas. Con el paso del tiempo, noté que el panorama era otro: el coro no era tal —era un disco—, mientras que las velas eran artificiales y se encendían con un botón. Cada tanto se escuchaba una voz, que era de un sermón grabado. Y de pronto me di cuenta de que era el único ser humano allí, y que todo lo demás era artificial”.
El relato no es de aquí. La capilla se ubica bastante lejos, dentro del municipio español de Salamanca. Su protagonista, la historiadora Ana Ribeiro, se reconoce como agnóstica, pero le atrae la arquitectura de las iglesias, por lo que visitarlas es una práctica habitual en sus viajes. Si bien no es una anécdota local, para la presidente de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y de la sede de Unesco en Uruguay, podría tratarse de un caso uruguayo. “La iglesia no da abasto con el patrimonio histórico que tiene. Existen sitios por todo el país, algunos ya no habitados, pero que hay que adaptarlos para que los visitantes puedan ir”, puntualizó.
El desafío de restaurar
Para Ana Ribeiro, el primer paso es un reconocimiento por parte del gobierno, pero con ese gesto no alcanza: “El hecho de tener una protección patrimonial genera una protección, pero no necesariamente implica que el Estado tenga —cada uno de los gobiernos es quien lo decide— el dinero suficiente como para invertir y refaccionarlo. Por otra parte, está comprobado que no sirve que un gobierno reconstruya si no hay un movimiento social que se apropie de esos bienes y ayude a su preservación o mantenimiento. Se intenta repartir el dinero con el criterio más ecuánime posible y nos preocupa mucho el tema de la restauración, porque hay mucho por acondicionar y los restauradores son escasos, no hay un sitio de formación específica y hay que tener personal formado para poder resolver cada situación que se presenta. Nos cuesta mucho formar gente nueva”, reconoció.
En este sentido, puntualizó que “es preocupante que los sitios no tengan el estado óptimo, pero los recursos económicos, humanos y materiales son limitados (…) Es un panorama complejo, porque la iglesia no tiene la posibilidad de desarrollar todas las obras que quisiera, y el Estado solo debe participar en aquellas que involucren estructuras que tengan un valor patrimonial histórico que las convierta en lugares de interés general” Justamente, dos sitios declarados como Monumento Histórico Nacional, son las capillas de Narbona y Farruco, cuyas construcciones datan del siglo XVIII.
«…restaurar implica un equilibrio de apreciaciones»
Ana Ribeiro
La realidad de Narbona
De acuerdo con la subsecretaria del Ministerio de Educación y Cultura, el caso de Narbona es el más prometedor: “Se está trabajando allí desde hace muchos años. Se han hecho mejoras importantes vinculadas con la zona de la Calera de las Huérfanas y hay una participación activa del Ministerio de Turismo, generando una especie de circuito por la cercanía”, aunque advirtió algunos aspectos complejos: “Nos cuesta, por ejemplo, la vigilancia del lugar. Desde hace mucho tiempo habita allí una señora, ya muy mayor, que se ocupa de la custodia del lugar, pero hay mucho por definir. Tenemos que ver hasta el tema de la vegetación, porque detrás de la capilla hay 34 hectáreas que, con el paso del tiempo, se han transformado en un estado natural puro, por lo que también adquirieron un valor vegetal y patrimonial. Este año, una cosa que hicimos fue diagnosticar qué especies hay, junto con Medio Ambiente. Luego se salvó la azotea, que no es lo más visible, pero es lo fundamental, porque si se seguía lloviendo el deterioro aumentaría. Se levantó la capilla con la técnica de la ‘estética de la ruina’, que busca mejorar su estado preservando su carácter ruinoso, frenando el deterioro de la humedad, entonces a nivel visual se percibe el valor histórico de una forma más atractiva”.

La capilla Narbona constituye el templo más antiguo del país. Fuente: DescubriendoUruguay
Según Ana Ribeiro, ya se trabaja en su inclusión en algún punto de observatorio o de una puesta en escena temática allí, y se proyectan las nuevas obras. “La construcción no es algo solitario. En la Calera de las Huérfanas, se hizo una inversión bastante importante de miles de dólares, que también repercute en Narbona. Allí faltaría un techo, pero, sobre todo, cuidar los muros hechos por los jesuitas, que son altísimos y delgados, y de ladrillo.
Sobre la edificación, precisó que «en los muros crecen plantas a gran altura, y para retirarlas se precisaría una grúa especial, pero al arrancar se puede dañar el ladrillo, por lo que hay que llamar técnicos para que evalúen cómo proceder. Sobre Narbona, existe una comisión trabajando de forma desinteresada pero muy activa, con toda la problemática que existe por dónde está emplazado. Cuando el pasto crece, es una zona de víboras muy peligrosas —no es casualidad de que se ubique próximo al Arroyo de las Víboras— y eso complica también la llegada de turistas. Es un desafío conseguir jardineros que logren cortar el pasto sin destrozar las especies vegetales nuevas que van brotando, que también son valiosas, y el costo económico es alto porque son actividades de riesgo”.
La historia de Farruco
El caso de esta capilla es muy particular, y su interés histórico resulta incuestionable: de acuerdo con algunos documentos de la época, se la señala como sitio en donde gobernó Lavalleja, además de sede del gobierno de Rivera, y lugar en el que la mujer votó por primera vez en América Latina. Pero hay un hecho que se roba el protagonismo: ser el sitio donde Artigas llegó a residir y el templo donde rezaba. Sobre este aspecto, la subsecretaria prefiere tomar cautela: “Artigas transitó por toda la campaña durante el éxodo. Además, hay una demanda historiográfica importante, porque la gente sabe que, si Artigas pasó por allí, se convierte en un mojón histórico y en una atracción turística. Es fantástico si se puede probar, no sería nada improbable. Hay alguna mención documental que dio lugar a esos planteos, pero habría que investigarlo con cuidado para que la avidez y el deseo no le ganen a la documentación”, indicó.

La capilla Farruco, histórico templo colonial, espera recibir un plan de reacondicionamiento. Fuente: El Amanecer
En el caso de Farruco, capilla construida durante el período español de la época colonial, la historiadora señaló que no existe un plan actual en desarrollo, por lo que el deterioro se encuentra en crecimiento, pero aclaró que “nos deja muy ilusionados el interés del intendente Vidalín y su promesa de una puesta en valor muy pronto. Farruco está en un proyecto departamental, que corre por cuenta de la Intendencia de Durazno, y en ambos casos hay una consulta permanente con la Comisión del Patrimonio. Las dificultades son múltiples y hay que atender todo, por lo que el interés de la intendencia es muy bueno”.
Capilla Farruco
Ubicada junto a un fortín, en Durazno, data de 1797, obra del gallego Don Francisco Rodríguez, apodado como ‘Farruco’.
Se presume que Artigas vivió allí y frecuentó el templo, También fue sitio de los gobiernos de Lavalleja y Rivera, y donde la mujer votó por primera vez en América Latina.
Capilla Narbona
Localizada en un predio de 35 hectáreas, en Colonia, fue construída en 1732 por el aragonés Juan de Narbona.
Se trata de la capilla más antigua del país. Actualmente, integra un recorrido turístico junto a la comunidad de la Calera de las Huérfanas.
2 Comments
Muy interesante. Lamento que no se logre formar una grupo que apoye la recuperación de tan hermosas construcciones. Gracias Ana.
Conozco la Capilla de Narbona. Impacta el lugar. Precioso es este camino de restauración que empieza desde el Alma.