Mano a mano con uno de los estudiosos de la vida del primer obispo del Uruguay.
El padre José Gabriel González Merlano (56) debe ser uno de los pocos sacerdotes uruguayos que estudió en profundidad la vida de Mons. Jacinto Vera (1813-1881). El presbítero oriundo de Florida cuenta con numerosas publicaciones y artículos. Su último libro, publicado a principios del año pasado, se tituló: Libre sin licencia y súbdito sin servidumbre. Mons. Jacinto Vera: Hechos y Palabras.
En 2005, comenzó a recorrer el país y ofreció charlas para hablar sobre la vida y el legado de Vera. En los últimos meses, en el marco de la beatificación, fue bastante requerido por instituciones educativas y parroquias. “Creo que a nivel de Iglesia se ha sensibilizado bastante. He visto que cuando la gente conoce a Jacinto queda muy entusiasmada”, dijo a Entre Todos.
Para el P. González Merlano, el nuevo beato es “el modelo de la santidad a la uruguaya” y confesó que se sintió un privilegiado al ver que el primer obispo de Montevideo llegó a los altares: «Fueron muchas décadas las que transcurrieron para ver el glorioso día».
¿Cómo conoció a Jacinto Vera?
Podría decir que lo conozco de toda la vida. Nací en Florida y me crié muy cerca del Seminario Menor, que llevaba el nombre de Jacinto Vera. Ese seminario lo fundó monseñor (Miguel) Paternain, quien fue el primer obispo de Florida. Paternain le puso ese nombre porque se había encomendado a Jacinto Vera para poder terminar la obra que económicamente era muy costosa. Al haber dificultades, él había pedido especialmente rezar para que Jacinto Vera intercediera y la obra se concluyera.
¿Por qué se interesó en estudiar la figura de Vera?
Hace unos veinte años tuve la gracia de colaborar con la causa de canonización y me desempeñé como divulgador. Ayudé en su trabajo a Mons. (Alberto) Sanguinetti. Jacinto Vera se me cruzó en el camino de lo que era mi línea de investigación a nivel académico, que es la historia de la relación entre el Estado y la Iglesia. Encontré que Jacinto Vera fue un personaje central en este tema. En 2010 publiqué el libro El Conflicto Eclesiástico (1861-1862). A partir de ahí empecé a profundizar en su vida y en otras facetas, como en el rol que tuvo en la reforma vareliana y otros conflictos que tuvo que enfrentar con el Estado. El trabajo de Mons. Sanguinetti fue tan monumental e importante que a él no le daba tiempo la tarea de difusión. Por eso, empecé a encargarme de la difusión.
Fue así que surgió el boletín que presenta enseñanzas, gracias recibidas y noticias sobre Vera.
Sí. El boletín comenzó a publicarse en 2006 y continuó hasta 2013. Después se interrumpió por un tiempo y volvió a difundirse hace más de un año. En la primera época se distribuía de forma impresa, pero desde que lo retomamos solo se difunde de manera digital porque tiene gran difusión.
El apartado de gracias recibidas es por haber difundido la figura de Jacinto Vera, y por lo tanto se convierte en alguien conocido y la gente le empieza a rezar a Dios por su intercesión. Lo que más me llamó la atención fue que empecé a recibir una infinidad de relatos de gracias que fueron publicados. En cada boletín también aparece una pequeña reseña de su vida y alguna noticia de la causa. Jacinto Vera es una figura concreta a la cual la gente se acerca para pedir. Eso es muy bueno porque el modelo de santidad cala profundamente en el pueblo.
¿Cuáles han sido sus fuentes para conocer más sobre la vida de Jacinto Vera?
Tuve contacto de primera mano con todo el proceso de canonización y toda la documentación que iba elaborando tan magníficamente Mons. Sanguinetti. Recuerdo que tuve que pasar en limpio los testimonios de todas las personas que declararon en su causa cuando se reinició el proceso diocesano en la década del treinta. Me acerqué a lo que opinaban sobre él los testigos que lo conocieron y aquellos que eran de la generación siguiente, porque todavía estaba muy fresca su memoria. Durante 2012 y 2013 escribí en todos los números de Entre Todos una nota sobre Jacinto Vera. Esos años fueron los del bicentenario de su nacimiento. Siempre traté de publicar y sensibilizar sobre su figura, a través de distintos medios.
¿Cuál fue su aporte en el camino a la beatificación?
Fundamentalmente colaborar en el trabajo de Mons. Sanguinetti y sobre todo en la difusión de la figura de Jacinto Vera a través del boletín, impartiendo charlas, publicando artículos y libros. En algún momento encabecé una comisión para organizarnos y divulgar más la figura de Jacinto Vera junto a personas que eran referentes, devotos y que trabajaron desde siempre por la causa de canonización.
En 2013, con motivo del bicentenario del nacimiento de Jacinto Vera, se hicieron un par de jornadas y una exposición de objetos personales en la Universidad Católica. En la medida de lo posible se hicieron muchas cosas para ir poniendo nuevamente en nuestra realidad a Jacinto Vera, una figura tan conocida y querida cien años atrás pero que paulatinamente se había enfriado su memoria. Sobre todo tratamos de continuar con aquella comisión que se había creado en la década de los ochenta cuando se había revitalizado todo el proceso de canonización después de varias décadas de estar estancado. La comisión hizo mucho, publicó materiales y organizó actos de difusión. En la década de los noventa, la comisión decayó. Después, cuando Mons. Sanguinetti retomó la vicepostulación de la causa, recomenzamos la difusión. Ha sido una causa muy larga, de noventa años, que ha tenido marchas, contramarchas y estancamientos. Hubo muchas etapas y esta es la última. Tenemos que reconocer todo lo que hicieron nuestros antecesores.
¿Qué cualidades de Vera imita usted para vivir su sacerdocio?
Siempre decimos que Jacinto Vera es el padre de la Iglesia uruguaya, o sea tiene mucho para enseñarnos a cualquier fiel cristiano pero especialmente a los sacerdotes. Creo que tanto para los sacerdotes como para los fieles confluye el modelo de caridad que él nos presenta.
Esta caridad se manifiesta en el amor a Dios y en el amor al prójimo. Él es un ejemplo para todo sacerdote porque vivía esta caridad, la predicaba y la exigía a sus sacerdotes. Otras cualidades son: la devoción a la eucaristía, la devoción a la Virgen, el esplendor del culto, el cuidado de los templos y el cuidado de los objetos litúrgicos. Él no tenía nada para sí, pero el culto tenía que ser esplendoroso.
Jacinto Vera insistía que sus sacerdotes predicaran nada más que el Evangelio y que estuvieran en sus comunidades y que ahí sean instrumentos de reconciliación y de paz. Vivió hace ciento cincuenta años, pero es un modelo muy actual de lo que debe ser el sacerdote porque, quizás, él fue un adelantado en su época por su compartimiento en la vida pública y los valores sacerdotes.
¿Cuál es el legado de Vera en la Iglesia uruguaya?
En primer lugar, la fe. Cuando voy por el interior digo: «Si tenemos fe, se lo debemos en gran medida a Jacinto Vera». Él llegó a lugares donde nadie había llegado antes o donde no se llegaba hacía muchas décadas. Luego esa gran tarea de evangelización realmente apostólica fue continuada por la Iglesia. Todo lo que tenemos en la Iglesia se lo debemos a él. Por eso decimos que es el padre de la Iglesia uruguaya. Fue el gran estructurador de nuestra Iglesia, el que realmente la reformó y el gran defensor de la fe del pueblo, dado que su tarea de evangelización comenzó en el inicio del proceso de secularización.
Para nosotros realmente es un modelo de evangelización en una época que fue diferente, pero que finalmente tuvo las mismas dificultades y los mismos enfrentamientos de hoy, a nivel de ideas con aquellos que se oponen a la fe católica. Esto se transforma para nosotros en estímulo y modelo de acción.
Por: Fabian Caffa
Redacción Entre Todos
Perfil:
José Gabriel González Merlano
– Nació el 20 de setiembre de 1966 en Florida.
– Fue ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1991.
– Es docente, director del Departamento de Investigación de la Facultad de Teología del Uruguay y redactor responsable de la revista Soleriana.
– Obtuvo el título de doctor en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Católica Argentina.