Una reflexión del P. Daniel Martínez
Hace algún tiempo, entre tantos mensajes que llegan por las redes, me llegó un videíto. Era la filmación casera del primer paseo que hacían los ancianos de un residencial después de la reclusión de la Pandemia de Covid-19. Habían estado recorriendo la Ciudad Vieja y pararon en la Plaza Independencia. De pronto, asomándose por la puerta de la camioneta que los transportaba, se apareció el Presidente Lacalle Pou. Después de saludos y expresiones de sorpresa, y de las palabras del Presidente, mientras él se despedía y la responsable del grupo le agradecía su saludo, se escuchaban los comentarios de algunas de las pasajeras “Ay, es más delgadito de lo que parece en televisión”, “Qué simpático que es”, “Yo me lo imaginaba más grande” o “Qué encantador”…
Obviamente en esa camioneta no todos debían ser simpatizantes o correligionarios del Presidente en términos políticos… o sí, no sabemos. Pero lo cierto es que ese encuentro cambió algo. El Presidente pasó a ser una persona. Alguien cercano.
Pensando en la propuesta de escribir este texto y sobre todo pensando en lo que significa la Palabra de Dios en nuestra vida de discípulos, me acordé de ese videíto.
Ciertamente a Dios tenemos muchas formas de acercarnos y de conocerlo, todas formas que Él mismo previó para sernos cercano y autocomunicarse: la creación, que nos habla de su belleza y sabiduría; la historia, en la que se desarrolla su proyecto en diálogo con la libertad de cada ser humano; las demás personas, que nos transmiten su testimonio de encuentro con Él o comparten con nosotros su vida y con ella el misterio de ser personas, imágenes de Dios…
Pero todas estas experiencias, estas “palabras”… son, al igual que les sucedía a los paseantes de la Plaza Independencia, como ver al Presidente por televisión o leer un artículo de un diario. Nos generan una idea, una imagen parcial, incluso fría o lejana. Solo el encuentro “presencial” nos hace advertir que estamos ante una Persona y empezar a descubrir, y a disfrutar, Su misterio.
¿Como conseguir encontrarnos con Dios? No está en nuestras manos forzar un encuentro con alguien. Podemos intentar provocarlo, cruzarnos, pero el “encuentro” se da cuando los involucrados eligen darse a conocer. No podemos forzar el encuentro con Dios… pero eso no importa, porque Él decidió primero que quería encontrarse con nosotros, más aún, entregarsenos, autocomunicarsenos, compartir su propia Vida con nosotros.
Para favorecer ese encuentro están esas presencias de las que hablábamos antes, pero hay dos que son fundamentales la Palabra y la Eucaristía. En ellas nos encontramos real y verdaderamente con Dios, por eso la Iglesia siempre las ha venerado sobremanera. En una se nos da sustancialmente como alimento, en la otra nutre nuestro espíritu, nuestra inteligencia, libertad y voluntad, para que podamos vivir la Vida plena y abundante que quiere regalarnos.
No es una metáfora decir que Dios nos habla en la Sagrada Escritura, es así. Es la Palabra de Dios, su Verbo, el que se comunica con nosotros en ella, más aún se nos comunica. Es por medio de Su Palabra que Dios nos dice, no como es, sino quien es. Podemos escucharle y responderle, crecer en intimidad, sentirnos reflejados y comprendidos como nos pasa con nuestros padres o nuestros amigos, sentirnos seguros, consolados, confiados… exigidos. Porque estamos ante una Persona… bueno, Tres.
A veces decimos “la Biblia dice” y citamos un texto. En realidad, sería más verdadero decir “Dios nos dice en la Biblia”. Es algo que no podemos olvidar cuando, desde la fe, nos acercamos a la Sagrada Escritura, porque implica una postura interior diferente, una disposición diferente. No voy a leer un libro, voy a, como solía decir el Cardenal Martini, “escuchar a Dios con los ojos”.
Parece que fuera lo mismo, pero es profundamente distinto. Uno puede mirar a alguien con criterios “mundanos”: el color de su piel, su forma de vestir, su higiene… o puede abrirse al misterio de una persona y descubrir, más allá de todo lo anterior la dignidad y la grandeza de un Hijo de Dios. Será siempre una aventura.
El Papa Francisco, hace un par de años invitó a la Iglesia a celebrar en enero, el domingo de la Palabra de Dios. Entre nosotros, desde hace muchos años se celebraba en setiembre el Mes de la Biblia, por eso los Obispos del Uruguay decidieron celebrar, desde ese momento, el “Mes de la Palabra de Dios”.
Que esto sea así, y no solo un cambio de nombre, implicará que hemos pasado de “leer” el Libro (aunque lo consideremos el más grande de todos) a “Escuchar a Dios con los ojos”. Ojalá sea pronto.
Feliz Mes y Feliz día de la Palabra de Dios.