Conversamos con el conductor de Abrí la boca, programa de Radio Oriental que cumplió cuatro años y doscientas quince emisiones al aire.
La mañana del sábado 15 de febrero comenzó movida para Sebastián Fernández (34). Desde su casa en el Centro de Montevideo, salió temprano con varias fundas de bebidas. Primero fue a retirar cuarenta y dos pizzas. Luego fue hasta la Av. Batlle y Ordóñez (pasando la Plaza del Ejército) a buscar al operador radial Steve, quien pensaba que todo era una broma. La siguiente parada fue en La Unión, donde partiría con una torta personalizada. Minutos después, estaba en el Centro, esta vez para retirar un postre para diabéticos. El último punto del recorrido fue en Pocitos, el lugar de encuentro.
Los invitados llegaban y se presentaban, sin excepción. Era la primera vez que se veían en persona. Pero todo cambió al llegar una oyente:
—Buenas, ¿cómo estás? ¿Quién sos? —le consulta Sebastián, pero sin encontrar respuesta.
—¿Seba? —preguntó la invitada.
—¡Sí, soy yo! —respondió sonriente, pero sin saber quién era la otra persona.
—¿Sebita? —volvió a preguntar la mujer, ya sin ocultar su alegría.
—¡Sí! —respondió nuevamente.
—¡Seba! ¿Cómo estás? —le saludó la mujer, mientras se abrazaban.
Instantes después, Sebastián sabría que se trataba de Songe, una de las oyentes del programa Abrí la boca, que se emite cada domingo de madrugada por Radio Oriental.
Pero las sorpresas no acabarían. Uno de los más de veinte invitados, que se presentó como oyente, era en realidad un mago encubierto. Cada aspecto de la convocatoria buscaba asombrar, porque Sebastián quería devolverle a la audiencia tan solo una parte del cariño que, asegura, recibe de ellos cada semana.
Ese día, Sebastián brindó con los presentes entre lágrimas, mientras se escuchaba de fondo La familia (canción del grupo Pimpinela, de 1994). Precisamente, porque para él, desde hace cuatro años, Abrí la boca es su segunda familia.
A continuación, un breve resumen de su entrevista.
¿Cómo empezó Abrí la boca?
Es una pregunta muy interesante y una respuesta bastante particular [risas]. En cada 1.º de enero nos juntábamos con toda la parentela de parte de mi abuela materna, que son de San Jacinto. Tengo un primo que se llama Nicolás con el que en cada reunión nos contábamos anécdotas. En un momento, en una caminata, le dije: ‘Estas cosas hay que darlas a conocer, porque son divertidas’. Queríamos tener un espacio para contar testimonios de vida, y él quedó en averiguar en una radio del pueblo. Pasó el tiempo —yo estaba en Montevideo y él allá, cada uno con su rutina— y no avanzábamos con la idea. Cuando quisimos comunicarnos con la radio para llevarles la propuesta, ya no existía más [risas]. Pero siempre nos quedó ese gustito por tener un formato propio.
Pero el espacio apareció después, cuando comencé a participar de un programa que se llamaba Más buenos que el pan, en el que entrevistamos a personas que hicieran acciones solidarias sin conocer a quienes ayudaban. Duró pocos programas, pero en ese tiempo pude conocer la radio y a Steve (que es el operador que tenemos). Una vez que terminó, le presenté mi idea al padre Fabián Rovere y se interesó en el proyecto. Ahí empezó todo.

Abrí la boca lleva cuatro años y doscientos quince programas en Radio Oriental. ¿Cambió su propuesta en este tiempo?
Bueno, bastante si lo comparamos con el principio, porque era un formato en pañales, y a veces uno prueba cosas y ve qué es lo que rinde más con la audiencia. De a poco se hicieron cambios y se incorporaron secciones, pero no fue algo tan premeditado, sino que era en base a ensayo y error, en ese ida y vuelta con los oyentes, que es la clave del programa. En general, es un formato de información, testimonios y variedad, apuntando al entretenimiento. Siempre tuve claro que quería que hubiera una entrevista y eso no cambió, sigue siendo parte de su esencia, por más que a veces sea complicado tenerlas en vivo por el horario. En los primeros programas recuerdo que eran columnas, pero en el intercambio terminó transformándose en pequeñas entrevistas, y ahora procuramos tener un entrevistado fijo. Al principio reconozco que estaba nervioso y dejaba que las cosas fluyeran, hoy en día lo disfruto mucho más y me doy cuenta de que tengo más confianza en nuestro trabajo.
¿Cuáles son las particularidades de la audiencia de la noche?
Te diría que es un público que va de joven a joven mayor y mayor. A veces escuchamos mensajes de algún niño, pero porque son nietos de oyentes. Una característica es que el vínculo es más cercano, tal vez porque casi no hay a esa hora propuestas en vivo. Cuando empezamos nos ayudó mucho recibir los mensajes de la audiencia, porque siempre dieron para adelante y eso nos entusiasmaba a seguir y mejorar. Es un horario tarde y a veces nos gana el cansancio, pero cada palabra de la familia de los “boquiabiertos”—como nos hacemos llamar— nos ayuda un montón a vivirlo de otra manera. Un día nos llegó un mensaje de Nibia, que nos escribía desde Australia, donde eran las dos de la tarde. Son cosas que uno no espera, que te vuelan la cabeza y nos permiten ver el alcance de la radio. Destaco como particularidad que es una audiencia que acompaña y que también busca compañía, porque precisa ser escuchada. Es una comunidad linda y curiosa, porque les gustan las columnas de interés, que hagamos entrevistas, conocer testimonios de vida o escuchar informes sobre distintos temas.
¿Cómo es la planificación de cada programa?
Tengo una rutina de locos, porque además soy catequista en los colegios Pallotti y Beata Imelda, pero siempre me hago un espacio para preparar los contenidos de cada semana, sin olvidar que tenemos el desafío de ir en vivo. Por lo general, los jueves hago la producción del programa que saldrá el sábado a la medianoche. Intentamos acompañar lo que pasa, entonces, por ejemplo, hacemos propuestas especiales. Recién venimos de hacer el programa especial por el Día del Niño, que estuvo divino, así como también preparamos uno por el Día del Padre o por el Día de la Madre. Soy obsesivo con el programa, me preocupa que todo salga bien y que los contenidos estén cuidados, porque le tengo mucho cariño. Más allá del cansancio de la semana, llegar al estudio, que la gente te mande mensajes y te cuente que te están esperando con un mate, un café o la estufa prendida, te llena el corazón. ¡Es impagable! Todos estamos expectantes de que llegue el fin de semana para volvernos a encontrar.

En ese encuentro con la audiencia, hubo una propuesta muy particular, que fue concretarlo físicamente. ¿Cómo surgió la idea?
Aparece porque uno va conociendo a la audiencia. Somos familia y tenemos un intercambio muy lindo. Por ejemplo, te puedo contar sobre nuestras tres Cristinas —de Villa Muñoz, de Progreso y de barrio Lavalleja—, pero también de Graciela de Nuevocentro, que es hincha de Nacional a muerte y siempre termina sus mensajes con su clásico: ‘¡Beso beso!’. Además, tenemos a María Sara del Cordón, Ana Wanderista, Alejandro de San Carlos, Jorge Milano y muchísimos más oyentes. La audiencia los reconoce de esa forma porque además se presentan con esos nombres. María Sara, por ejemplo, tiene noventa y seis años y nos mandó un mensaje con una frase que me encantó: ‘Me gusta mucho el programa, pero soy una oyente silenciosa’. Me quedó esa frase, cada tanto la repito [risas].
Esto pasa porque de alguna forma nos conocemos, y por eso apareció el interés de armar un encuentro en persona, que además fue una idea que salió de ellos mismos. Concretarlo fue una experiencia impresionante, sin duda lo considero una de las mayores sorpresas de mi vida. Todavía no caigo en que hayamos podido lograrlo. Era muy divertido cómo los oyentes iban llegando y empezaban a reconocerse en ese mismo momento. En lo logístico fue demandante, porque hay que pensar en el lugar, en las fechas, en las invitaciones… ¡en todo! Por ejemplo, para elegir la fecha —15 de febrero de este año— preguntamos en la radio, y elegimos ese día porque era cuando podía la mayoría.
Me acordé de un lugar en particular (el Club Residentes de Rivera), porque había ido a un cumpleaños de un amigo y me gustaba la disposición, porque había mesas grandes, parrillero y era un lugar céntrico para todos. Fueron poco más de veinte oyentes, un número ideal para conocernos mejor y compartir con todos ellos. Ponerle rostros a las voces fue una experiencia muy loca, muy linda y muy emotiva. Anécdotas tenemos un millón.
¿Qué rol ocupa el programa en tu día a día?
Es todo para mí, porque se formó un grupo humano muy lindo. La gente te comparte cuando está bien pero también cuando tuvo un mal día, o piden oraciones y luego los demás mandan mensajes y se suman. Eso está genial, porque construyen comunidad. Entonces eso nos motiva a brindarnos al máximo. Mi cumpleaños —el 16 de mayo— lo arranqué con el programa, igual que en Navidad y en año nuevo. Seguramente seamos el único programa que a las doce de la madrugada del 25 de diciembre estábamos en vivo. Hicimos el intercambio con el padre Fabián, que conduce Hoy quiero hablarte. Lo mismo el 1.º de enero. ¡Hasta brindamos al aire! Es verdad que es un horario complicado, pero también la audiencia te da otro tipo de atención. Para mí no es sacrificio, al contrario, creo que todo hay que tomárselo como una aventura. Así lo vivo cada día, y estoy seguro que, gracias a Dios, tendremos nuevas sorpresas por delante.
¿Querés sumarte a la audiencia?
El programa se emite en vivo por Radio Oriental, 770 AM, cada domingo entre las 0 y las 3 de la mañana. También podés seguir las cuentas de Abrí la boca en sus redes sociales.
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