Junio es el mes de las vocaciones. Como se realizó en el año 2020, ICM junto a Iglesia Joven de Montevideo presentan cuatro testimonios vocacionales —uno cada semana—. Vidas de católicos que han sentido el llamado de Dios a una forma de vida específica, pero con un mismo objetivo: alcanzar la santidad.
Cuando en 2008 llegó a Montevideo a estudiar veterinaria, Ignacio Donadio —Nacho como casi todos lo conocen— no pensaba, ni remotamente, en la posibilidad de ser sacerdote. Mucho menos que 13 años después estaría en la etapa de la formación teológica y viviendo la experiencia del Seminario Interdiocesano Cristo Rey. Pero este camino, que se sintetiza en cuatro renglones, se fue dando —como todo camino— paso a paso.
Del norte al sur
Los primeros pasos los dio en su Tacuarembó natal, donde vivía junto a sus padres y su hermano Nicolás. Allí tuvo sus primeros indicios de lo que era la fe, junto a su padre y su madre (que falleció hace un par de años), pero sobre todo a través de su abuela materna.
“En verano íbamos al campo y la abuela se venía con nosotros”, cuenta Ignacio, que también recuerda llegar al final del día con su hermano, todos sucios por el juego, y la abuela que les decía: «vamos a rezar el rosario». O recordar el fin de semana, también en el campo y escuchando la misa. La fe era vivida así, a través del tamiz de la abuela, de forma muy natural.
Cuando llegó a nuestra ciudad Nacho tenía las cosas muy claras. “Mi idea era terminar la facultad lo más rápido posible y volverme a Tacuarembó”, recuerda. Es más, su padre le decía: “metele así te venís a trabajar al campo, que el sector ahora está bárbaro». Todo encajaba a la perfección.
Esos primeros tiempos en la capital significaron para Ignacio alejarse un poco de la fe. “Yo tenía otros intereses, salía bastante y estaba lejos de la contención de mis padres” rememora. Pero en 2011, un año complicado en el ámbito familiar, su hermano —que se había venido a vivir con él para estudiar veterinaria— lo invita a participar en un grupo de jóvenes de Tacuarembó a los cuales conocía, pero solo de vista. Ese grupo de jóvenes era en la Fraternidad Contemplativa María de Nazaret y esa primera experiencia significó otro de esos pasos en el camino de fe que no se olvidan más. “Con el tiempo uno reflexiona: ‘en este lugar Dios me estaba esperando’. Ahí empezó un camino de fe con más autonomía, no tanto por impulso de mi familia. Era yo mismo el que elegía seguir a Dios, darle un lugar en mi vida”.
Dios nos quiere felices
En este recorrido Nacho siempre sintió la presencia de Dios, pero de forma muy sutil. También comenzó a experimentar la fe de forma comunitaria. “Vivir la fe en grupo, en comunidad, me ayudó a crecer. Y eso me llevó a querer vivir la voluntad de Dios”, comparte. Allí surgió una pregunta que todo joven cristiano, o mejor dicho que todo cristiano, debería hacerle a Jesús: ¿cómo me soñaste? ¿de qué manera me pensaste? Para el actual seminarista es clave que cuando uno haga esta pregunta al Señor sepa que lo que Dios quiere para cada uno, es lo que nos terminará haciendo feliz.
Con el paso del tiempo Nacho fue ahondando su relación con Dios; los retiros, las misiones, la vivencia de la parroquia, todo se convertía en más pasos en el camino. Pero de esos momentos el joven proveniente de Tacuarembó recuerda un retiro de Semana Santa. “Como gurí del interior mis padres me mandaban una encomienda con comida y siempre me agregaban una cartita, me contaban alguna cosa linda, y en las líneas finales mi padre me decía: «dale, venite que tenés todo para trabajar y dejo todo el negocio en tus manos».
“Lo novedoso de este retiro es que en ese momento sentía que Jesús me decía lo mismo que mi padre en las cartas, con las mismas palabras: ‘venite de una vez a trabajar conmigo’”, y se ríe al rememorar. “Eso quedó ahí, siempre Dios en esto fue muy sutil. Esto fue algunos años antes de entrar al seminario. Y esto se reforzaba cada vez que nos íbamos con los jóvenes de la Fraternidad de misión”, agrega.
Durante un par de años Ignacio estuvo viviendo en Tacuarembó, pero es al retornar a Montevideo cuando empieza a resurgir fuertemente la pregunta por la vocación. En esos tiempos comenzó un acompañamiento con un sacerdote. “Eso me ayudó a ir descubriendo la presencia de Jesús. Quería saber lo que realmente quería Dios para mí”.
En el año 2017 Ignacio entró al seminario y actualmente cursa en la facultad la etapa de Teología. “El seminario es un lugar donde hay gente con personalidades, temperamentos y orígenes muy distintos”, nos cuenta. Y añade: “yo era un joven que vivía solo, con mis mañas. El seminario es como una gran familia que te rompe los esquemas, donde aprendés a vivir con otros, a compartir, y más allá de la formación intelectual (que es absolutamente necesaria para el ministerio), hay una formación humana fundamental. Cómo ser mejor persona para servir mejor, y estudiar, también para servir mejor”.
Para Nacho, el camino emprendido realmente vale la pena. “Es un proceso de formación que no es automático, no todos los que entran al seminario salen sacerdotes, es un tiempo de discernimiento”, comenta. Comparte, además, que uno no debe dejar de ser uno mismo y concluye el diálogo diciendo: ”eso sí, no hay que tener miedo: se trata de lo que Jesús quiere para vos”.
Aquí puedes seguir el desarrollo del mes vocacional
4 Comments
Dios te bendiga Nacho. Hermoso camino por recorrer.
Hola Nacho querido. Sos un grande para papá. Te quiero mucho. Y lo que mas deseo es que seas feliz. Te mereces lo mejor. Abrazo grande. Sabes que te extraño. LO MEJOR PARA TU VIDA. SOS UN GRANDE DONA!!!
Hola Ignacio. Soy religiosa Sierva de Jesús Sacramentado, soy de Tacuarembó y vecina de tu papi y abuela. De la Fabrica de muebles Walder Rodríguez y Cia. Me alegra leer tu testimonio de vida. De verdad que Dios nos elige. El siempre está para indicarnos el camino a seguir. Cuando yo andaba también queriendo saber que quería El de mí, llego al templo del colegio donde se estaba celebrando la misa y cuando entro escucho que estaban leyendo el evangelio, justo en esta parte: «YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA». Me pegó fuerte. Y aquí estoy, hace ya 35 años. Adelante y con FE
Que el Señor te ilumine.