Recordamos a Ruben Isidro Alonso —Padre Cacho— a treinta años de su fallecimiento.
Aquel 4 de setiembre de 1992 el frío llegaba hasta los huesos. Las camperas, los gorros de lana, el sonido de los cascos de los caballos, las caras tristes, el paso lento y silencioso de la multitud de vecinos, fieles y sacerdotes que acompañaban el cortejo. Esas fueron algunas de las imágenes que se registraron ese día en el que los restos del sacerdote Ruben Isidro Alonso —conocido por todos como el padre Cacho— eran trasladados al Cementerio del Norte.
Más de cuatro mil personas y más de cincuenta carritos de clasificadores acompañaron el cajón cubierto con la bandera de Uruguay que iba, a su vez, sobre un carro acondicionado con flores tirado por un caballo blanco. La caravana recorrió las nueve comunidades que habían surgido por impulso de Ruben Isidro Alonso, el cura que había vivido con ellos y peleado por sus derechos.
El hijo de Dámaso Alonso ―maestro panadero― y de María Candelaria Alonso, costurera y ama de casa, había nacido en el barrio Villa Dolores el 15 de mayo de 1929. Era el quinto de seis hermanos.
A los doce años ingresó al Seminario Salesiano en Manga, en Montevideo. Se ordenó sacerdote el 22 de noviembre de 1959 y desempeñó su ministerio en los Talleres Don Bosco y el colegio Nuestra Señora del Rosario de Paysandú. Estuvo en Salto y en Rivera, donde hizo una experiencia diferente junto con otros dos compañeros durante dos años.
A su regreso a Montevideo, el padre pidió el alejamiento temporal de los salesianos y se mantuvo como sacerdote de la diócesis de Montevideo. El padre Cacho fue destinado a la parroquia de los Sagrados Corazones de la calle Possolo, en Las Acacias. Quería acercarse más a la gente del barrio pero no sabía cómo concretarlo.
De a poco se fue metiendo más en el barrio, por medio de encuentros con unos muchachos jóvenes que lo interpelaban. Recibía comentarios del estilo de “decís eso porque no vivís acá”, “si vivieras acá verías que todo es muy distinto”. Cacho asumió el desafío: “Consíganme un lugar y yo vengo”, les dijo. Los chicos hicieron un rancho y lo invitaron, y dos de ellos se quedaron con él para acompañarlo.
Uno más entre los pobres
El sacerdote se involucró con los problemas de su gente, de su barrio: la vivienda, el trabajo, la lucha para sobrevivir, el salir de la marginalidad. Eran tiempos duros para nuestro país que atravesaba una dictadura. El P. Cacho trabajó con los llamados ‘requecheros’ o ‘hurgadores’, «a los que, además de reconocer y promover la dignidad de su tarea —la que merecían por ser personas, por ser hijos de Dios— impulsó a que se los llamara ‘clasificadores’.
Ante la realidad de los desalojados, Cacho intercedió para que se pudiera organizar una cooperativa y construir viviendas. Nueve zonas surgieron de su iniciativa, que contó con el apoyo de cientos de voluntarios externos que iban a trabajar o donaban dinero.
Pero el eje de su labor no era ese. “No vine aquí a construir casas ―confesaba a un sacerdote amigo―, pero si la gente quiere vivir mejor, yo tengo que acompañarlos”. Acompañar, aseguran sus biógrafos, es la actitud que definió su presencia en el barrio y su actividad en lo que actualmente es la Organización San Vicente – Obra Padre Cacho.
El padre Cacho propició la fundación del Movimiento pro Vivienda Decorosa (Movide), que más adelante se transformó, con la misma sigla, en el Movimiento pro Vida Decorosa. Una de sus últimas grandes alegrías fue la conformación de una Cooperativa de Vivienda para Jóvenes (Covijo), integrada por los hijos de los primeros vecinos de aquel primer barrio.
“Testimonio vivo de Jesús”
Cuando hace unos años fue consultado por Montecarlo sobre la figura de este sacerdote, el cardenal Daniel Sturla remarcó su “vida ejemplar” y aseguró que “fue un testimonio vivo de Jesús”. “Esto se debió a la dimensión de oración que vivía”, agregó.
Con el tiempo la salud del padre Cacho se deterioró. En 1992 comenzó a vivir la mayor parte del tiempo en la parroquia. Pero un cáncer generalizado obligó su traslado al Hogar Sacerdotal. Murió el 4 de setiembre de 1992. El velorio fue en la parroquia, que estaba abarrotada de gente. Al día siguiente se celebró misa en el exterior de la iglesia. Presidió el arzobispo de Montevideo, Mons. José Gottardi, y asistieron numerosos sacerdotes y una multitud de personas.
Lo enterraron en el Cementerio del Norte. Diez años después, los clasificadores de residuos llevaron sus restos en procesión, por distintos barrios de Montevideo, hasta la parroquia de los Sagrados Corazones. El 10 de setiembre de ese año, 2002, la Cámara de Diputados uruguaya le rindió homenaje.
En setiembre de 2014 el arzobispo de Montevideo, Mons. Daniel Sturla, anunció el comienzo de la investigación sobre el padre Cacho con el objetivo de iniciar su causa de canonización. El domingo 19 de febrero de 2017 el cardenal anunció la declaración del padre Ruben Isidro Alonso como Siervo de Dios. A partir de ese momento se puede acudir al padre Cacho para pedirle favores a Dios.
1 Comment
Un sacerdote brillante, por su amor a Jesús y los amigos de éste, lo más pobres entre los pobres.
Tuve la oportunidad de conocerlo cuando estuvo en Paysandú y ser mi director Espiritual.
En este día también recordamos a Santa Teresa de Calcuta, en su 25 aniversario de su Pascua-