Alejandro Sciarra (39), nació en Montevideo. Su padre es abogado y su madre trabajó fuera de la casa hasta que nació su cuarto hijo; de ahí en más trabajó —y mucho— como ama de casa. Es el mayor de cuatro hermanos. Alejandro estudió Derecho, al igual que su hermana, además tiene un hermano ingeniero agrónomo y otro que estudia veterinaria. Alejandro, es el actual ministro de Desarrollo Social de nuestro país, y en este reportaje los invitamos a recorrer algo de su vida y su fe.
En la familia de Alejandro Sciarra siempre se vivió la fe, sobre todo del lado de su mamá. Ella vino de niña desde Argentina y, además, tiene una hermana misionera franciscana, y siempre le remarcó a sus hijos que la fe era algo importante, necesario para la vida. Su padre, en tanto, siempre les dijo que el aporte más grande que hizo a la Iglesia fueron sus hijos.
La impronta del colegio
Alejandro —al igual que sus hermanos— concurrió al colegio Stella Maris, y según sus propias palabras ese hecho formó mucho su carácter y espiritualidad. “Viví las últimas generaciones de los brothers — Congregación de los Christian Brothers, fundadores del colegio— que le daban una impronta muy grande, sobre todo en los valores y las metodologías de enseñanza”, recuerda.
Una de las experiencias fuertes que marcó su vida, sucedió a pocos meses de egresar, a comienzos de 2004. Fue invitado a ser parte de la primera generación de un programa de inmersión. Los brothers tienen obras sociales y educativas en distintas partes del mundo y en ese momento tenían una de ellas en Asunción del Paraguay, en un barrio que se llama Bañado Tacumbú.
“Yo acababa de salir del colegio y me invitan a hacer la experiencia con un grupo de amigos: vivir diez días en un asentamiento en Asunción con una familia, sin dinero, sin nada en el bolsillo. Era vivir y hacer lo que ellos hacen todos los días. Nos fuimos de acá en un micro, sin baño y sin asiento reclinable, treinta horas de viaje. Entre medio nos perdimos en el norte de Argentina y llegamos como a las once de la noche. Allí me dicen con qué familia me iba y me acuerdo del momento en que entro por el pasillo, porque era un asentamiento con algunas similitudes estructurales a los que hay acá”, relata.
Lo que vivió esos días también marcó su futuro profesional y de fe. “Viví con una familia muy humilde e increíble desde el punto de vista humano, que me enseñó sobre la dignidad, el trabajo, la pobreza, la resiliencia. Estuve esos diez días con ellos, haciendo distintas tareas que se realizaban en el barrio, que estaba muy organizado. Además, el barrio tiene treinta cuadras de largo, con una capilla en una punta y una capilla en la otra. El pueblo paraguayo es muy católico y yo esa experiencia también la viví muy desde la fe. No fue una experiencia mística, pero pegó en el palo”, añade.
Sciarra volvió en 2024 a Asunción, esta vez como ministro —a la reunión de ministros de Desarrollo Social del Mercosur— y fue a visitar, por sorpresa, a la familia que lo cobijó hace veinte años. “Fue espectacular ver el camino que hizo toda esta gente, que de alguna manera me trajo al lugar dónde yo estoy hoy. Tuvieron mucho que ver, y fue pasar y agradecer”, comenta emocionado.
Tiempo de siembra
Cuando salió del colegio, Alejandro Sciarra se vinculó con la parroquia San José de la Montaña para comenzar su proceso de confirmación que duró tres años. Solo fue el comienzo. Una vez confirmado, él mismo se convirtió en catequista de Confirmación y, en medio de esos procesos acompañando jóvenes, asume como responsable laico de la parroquia. “Era un tiempo muy pujante para la comunidad, había centenares de jóvenes”, rememora.
Apasionado de la Justicia y la Constitución empezó a estudiar Derecho en la UCU, pero, al poco tiempo, decidió que quería cambiarse a la Universidad de la República. Como las clases ya habían comenzado, y ese año no pudo anotarse, el padre lo llevó a trabajar a su estudio. Años después, abriría con su hermana su propio estudio de abogados. Al mismo tiempo daba apoyo escolar en la Cruz de Carrasco, en la obra Madres de la Cruz, que su propia madre fundó con otras madres.
¿Y la política? Ya en 2004 un amigo lo invitó a participar, porque estaba armando una lista con los hermanos y otros amigos, dentro del Partido Nacional. “Así nació la lista 131. Formada íntegramente por jóvenes menores de treinta años. Empezamos a militar por la nuestra, pero siempre en el partido, y, en ese momento, por la candidatura de Lacalle Herrera”, comenta. Los jóvenes de ese grupo sabían que su proyecto político los trascendía, y es en ese momento que aparece la figura de Lacalle Pou, en noviembre de 2012. “Decidimos formar parte de la lista 404. Era un lugar donde nos sentíamos como en casa y con el que compartíamos muchos valores, y empezamos a trabajar allí”.
En esos años, estando en la parroquia, Alejandro tiene otra experiencia que marcará fuertemente su vivencia de fe y lo impulsará a trabajar con personas en situación de calle. Unos amigos de su parroquia, que tenían una banda de cumbia, habían tocado en una fiesta en la que la entrada eran alimentos no perecederos para una olla. Quien llevaba adelante esa olla era Gabriel “Chespi” Muscarelli. “En ese tiempo la parroquia San José de la Montaña se empieza a involucrar, a través de sus grupos de confirmación, con las recorridas de Chespi. Ahí estuve muy metido, saliendo dos o tres veces por semana, ahí se crea ‘Sembradores’”, recuerda.
Trabajo en equipo
En 2015 Alejandro Sciarra se casó, y en 2017 deciden junto a su esposa —con quien actualmente tienen una hija— ir a vivir a Bolonia,Italia, donde ella realizaría una maestría. Para ambos, que compartían su camino en la parroquia San José de la Montaña, esa mudanza fue todo un desafío también desde la fe, porque estaban acostumbrados a una vida comunitaria parroquial, con mucha gente joven y con empuje; y debieron cambiar a una realidad con templos oscuros, sin jóvenes. “Estuvimos saltando de un lado al otro”, reflexiona.
Es en ese contexto que viven otra experiencia muy fuerte. “Nos fuimos a Etiopía, a vivir una experiencia con las Misioneras de la Caridad, en la casa con ellas, a levantarse, a hacer adoración, a rezar el rosario y cerrar con misa diaria; vivir de sol a sol trabajando, curando heridos crónicos, en una casa que tiene ochocientos pacientes, y recibe personas que literalmente no tienen donde caerse muertas. Allí van a pasar sus últimos días de cuidados paliativos”, narra.
La experiencia incluyó el trabajo con personas con problemas de salud mental severos, personas con tuberculosis y madres con hijos recién nacidos. También ayudaron en tareas en un orfanato para niños con parálisis cerebral y distintos problemas neuromotores y cognitivos, así como niños contagiados con VIH que fueron abandonados por sus padres.
“Esas son experiencias que te marcan mucho, y además las vivimos muy espiritualmente, no era una experiencia de voluntariado y nada más”, afirma.
Tiempo de cosecha
Sin una idea fija sobre cómo seguiría su camino laboral —y todavía sin hijos—, y luego de realizar una maestría en Psicología Positiva, Sciarra y su esposa, en octubre de 2019, llegaron a votar a la elecciones nacionales y se quedaron hasta el balotaje, porque “cada voto cuenta”.
Unos días después, el 12 de diciembre de 2019, cuando anuncian que Nicolás Martinelli iba a ser el director general de secretaría del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), Sciarra le envía un mensaje para felicitarlo. Martinelli le contesta que quería que viniese a trabajar al ministerio.
Primero, trabajó en la Dirección Nacional de Gestión Territorial. Después, cuando asume Martín Lema como ministro, se le asigna el programa Uruguay Trabaja, que venía con magros resultados, con el objetivo de duplicarlos. El programa no solo ha duplicado los resultados, sino que va por su segunda edición con un crecimiento crecimiento sostenido.
Esta última etapa como ministro, la cataloga de alucinante. “En la parte profesional es increíble y supera cualquier tipo de formación universitaria que te puedan dar. Es una organización de más de dos mil personas, que gestiona muchos recursos que los debe volcar en la sociedad, que tiene sus hostilidades, que es muy política, porque más allá de lo político partidario, los temas sociales están muy marcados por visiones políticas y filosóficas”, argumenta.
Sciarra entiende que es un honor trabajar directamente para el presidente de la República, y que es una presión positiva respetar el lugar donde uno está. “Hay que dar todo, todos los días. La presión política, social y la responsabilidad que te ponés, es enorme y nunca alcanza, nunca es suficiente. ”, subraya.
De las experiencias de fe que le ha tocado vivir, y pueden colaborar con su trabajo diario, el actual ministro de Desarrollo Social destaca la visión más trascendental y humanista. “El sentido de lo trascendente, que no solo está en el ámbito religioso, de servir, de hacer las cosas sin pensar en nuestro beneficio, sino en pensar que formamos parte de algo más grande para lo que debemos trabajar, el país y la sociedad”, remarca. Pero aclara, “yo soy muy respetuoso de no entreverar las cosas. Nosotros trabajamos con organizaciones religiosas y otras para nada religiosas, y a lo que prestamos atención a la hora de los convenios es a la calidad del servicio que se brinda al beneficiario”.
Por: Camilo Genta
Redacción Entre Todos