El Departamento de Vocaciones y Ministerios de la Conferencia Episcopal del Uruguay convocó a vivir un año vocacional durante 2024, dedicado especialmente a las vocaciones sacerdotales y religiosas, con el lema: “¡Ánimo, levántate, Él te llama!”.
En este este marco, el P. Fabián Rovere recibió —en los estudios de Radio Oriental— a la madre Rosario Acuña, de las Hijas de la Divina Pastora Calasancias, y al seminarista Joaquín Diez, para dialogar sobre su camino vocacional. Entre Todos comparte con ustedes parte de esta entrevista.
¿Dónde sienten ese primer llamado o cómo surge la pregunta por la vocación?
Rosario: Yo soy argentina, de Santiago del Estero, me fui a estudiar a Córdoba la carrera de Fisioterapia. Cuando estaba terminándola carrera me sentí con la necesidad de acercarme al Señor, porque tenía un vacío muy grande. Yo hacía vida de estudiante en Córdoba, ciudad universitaria y todo lo demás. Entonces me acerqué para la misa, porque en mi casa somos todos creyentes y los domingos se iba a misa. Ahí el sacerdote, un día que me sentía muy angustiada, me preguntó por qué no empezaba a cambiar de ambiente, por qué no iba a un grupo de jóvenes vinculados a la Iglesia. Ese mismo día, una chica, que ahora es mi mejor amiga, se levanta, después de la misa, como en los avisos parroquiales, y dice que se estaba armando un grupo de oración para chicos de mi edad.
Entonces empiezo a participar de este grupo que, al igual que la parroquia, pertenece a los padres escolapios, que se dedican a la educación. La mayoría de los participantes del grupo eran exalumnos de los escolapios y la mayoría también estaba vinculada a las cuestiones educativas. Es así que poco a poco también me fui metiendo en el ámbito educativo. Es el el ámbito educativo donde hice un giro, porque veo que el Señor se me manifestaba plenamente en una escuela. Entonces ya no eran solamente los grupos de oración de la parroquia, sino que ya era oración continua, en la que los padres escolapios llevan a los chicos al oratorio para rezar. Y ahí, los padres me invitaron también a participar de ese proyecto, después de la catequesis y de las misiones. Esto empezó a cambiar totalmente mi vida, porque todas mis prioridades, mis planes, se iban transformando. Yo venía del área de la salud y me encontré con el área educativa. Me surgió así la pregunta sobre qué era realmente a lo que me estaba llamando, qué era lo que me hacía plenamente feliz.
En esa realidad descubrí que a mí me hacía feliz acompañar a los niños y a los jóvenes, educándolos en la piedad y en las letras. Y fue tan fuerte eso en mí, y también las posibilidades que los padres fueron dándome para poder poner mis dones en ese servicio, que en un momento digo, ¿y si es esto lo que quiero para toda mi vida?
Y cuando te preguntaste eso, ¿no te dio miedo?
Ah, sí, un montón. Estuve como tres años dándole vuelta a la cuestión. Es que primero por la edad, segundo porque ya tenía como una vida hecha, yo me fui de Santiago, me quedé en Córdoba, en Córdoba terminé la universidad, me puse a trabajar, hice especializaciones… También es cierto que los Padres Escolapios también han sido y son un apoyo muy grande en mi vida. Antes de tomar la decisión de entrar a la congregación empiezo magisterio, en ese momento confirmo también mi deseo de consagrarme a Dios por medio de la educación.
Joaquín, ¿vos podés identificar el momento, así como en el caso de Rosario, de esa pregunta fundante por tu vocación?
Sí, sin dudas. Yo también soy una vocación tardía, ya recibido y trabajando. Yo soy de Salto, pero había venido a estudiar a Montevideo, de hecho soy seminarista de la arquidiócesis. Justamente, después de haberme recibido, empecé a sentir como una falta en mi vida. Tenía mi trabajo, me encantaba, era feliz, pero siempre faltaba algo.
Yo siempre iba a misa. Y llegó el momento de la Jornada Mundial de Jóvenes de Cracovia, en 2016. Un día en la parroquia, el sacerdote invita a esta jornada. Yo no tenía vínculo con la parroquia más que la misa, pero me dije, bueno, ¿por qué no? Y ahí empecé a involucrarme un poco más con la parroquia, me anoté, fui y comenzamos el camino a la jornada de Polonia. Yo simplemente para vivirla experiencia, yo sentía que quería ir a estar con más jóvenes, a ver la realidad de la fe de la Iglesia en el mundo.
Y estando en la jornada en la jornada, el 26 de julio, fuimos a visitar el santuario de la Divina Misericordia en Cracovia. Recé frentea la imagen, después salimos, había un campo lleno de sacerdotes confesando, y dije: “Bueno, me confieso”. Y en esa confesión fue que sentí el llamado de Dios, que me dio ese abrazo en la reconciliación y me dijo: “te quiero para mí”.
Y cuando volví a Uruguay estas palabras de Jesús eran algo que volvía, ese abrazo de Dios diciéndome “te quiero para mí”… hasta que llegó un momento que dije “bueno ta, no le puedo esquivar más, tengo que hacerle frente a esto y meterle”. Ahí empecé el camino también de discernimiento, ya más específico con un sacerdote y cuestionarme verdaderamente ese llamado.
En ese momento vienen los miedos, los cuestionamientos, que podría haber entrado al seminario antes si no hubiese estudiado ingeniería… siempre hay excusas.
¿Esas excusas son solo tuyas o venían de afuera también?
No, eran mías. Yo no había hablado con nadie, lo guardaba. Después uno se da cuenta que todo el mundo ya lo sabía.
¿Cómo fue por ejemplo con tu familia el manifestar este proceso en que estabas?
Al principio les costaba. Yo soy el primero de mi familia que vino a estudiar a Montevideo, que tuvo un estudio terciario, que se recibió, y ellos con el miedo de a dónde me metía, a dónde iba, les costó; pero siempre me han apoyado en absolutamente todo. Después, obviamente, han venido al seminario, vinieron a la misa cuando ingresé, después siempre me han acompañado a lo largo de todos estos años.
Mis amigos, mis compañeros de facultad, siempre decían, ¿qué le pasó? ¿dónde se está metiendo? Se rayó. Pero todos siempre me han apoyado. Incluso cuando tuve que avisar a mi jefe que renunciaba, renunciaba a la universidad, a un empleo público. Mi jefe no cree, no practica, sin embargo decía si es lo que vos querés para tu vida, si es lo que sentís que Dios te llama, el apoyo completo. Y en eso también uno ve a Dios, ve a Dios cuando uno tiene miedo de decirle a fulanito acá qué va a pensar, por más que la otra persona no lo entienda, no lo comparta, te da ese apoyo.
Joaquín, ¿Qué desafíos nos presenta la Iglesia en estos tiempos?
Yo siento que van cambiando, tal vez muy rápidamente, o muy seguido, ¿no? No es lo mismo de repente la Iglesia de ahora, que la de hace cinco o seis años. No estoy hablando de mucho tiempo atrás, pero también lo escucho de otras personas. Sin dudas, es el desafío de cómo invitar a los jóvenes a cuestionarse realmente sobre cuáles el sueño de Dios para ellos.
Hoy vivimos en una sociedad tan inmediata, tan rápida, de los medios de comunicación, donde nos cuesta a veces detenernos a pensar, a poder rezar, a preguntarle a Dios qué es lo que quiere para nosotros. Pero también en la vida cotidiana, vivimos a tal ritmo que no nos cuestionamos prácticamente nada, que que simplemente vivimos, que nos dejamos llevar por la sociedad, por nuestros entornos.
Y poder invitar a los jóvenes a que se animen a preguntarle a Dios qué es lo que quiere para sus vidas, es fundamental. Animarse a preguntar, y que no tengan miedo, porque a veces el miedo viene del desconocimiento. Muchas veces se cree que los curas o las monjas salen de un repollo, mágicamente, y ver que somos personas normales, con nuestras historias, con nuestros pasados.
Y en tu caso Rosario, la vocación religiosa es vocación también eclesial y también como mujer, ¿cómo ves esta realidad eclesial?
En sí, n sí, los desafíos eclesiales que estoy viviendo o percibiendo en Uruguay, primero tienen que ver mucho con el sinsentido sobre la vida que hay, especialmente en los jóvenes. Pero ¿qué está pasando no solo con los jóvenes o en los niños, sino en sus familias? O sea, los que vienen antes a ellos. ¿Qué pasa con la mamá, el papá, la abuela, el abuelo? Es un desafío muy grande que estamos viviendo como Iglesia y qué pasa en las familias.
Y yo hago como muchas veces un mea culpa, a ver, ¿qué imagen de mujer que quiere seguir a Jesús y entregar su vida estoy dando para que también otros vean y descubran al Dios que te hace ser feliz?
Es un desafío muy grande descubrir todo eso en este mundo vertiginoso, en este mundo muchas veces sin sentido y en el que cada vez nos vamos desprendiendo más de nuestro pasado. Es una realidad que no podemos evitar, y debemos reconocer que por algo los obispos llaman a este año vocacional a la vida sacerdotal y religiosa. La escasez de vocaciones o la disminución del número de candidatos tiene motivos, debemos preguntarnos cuáles son, dónde están las causas.
Para ustedes, ¿existe crisis vocacional?
En la sociedad que tenemos hoy, en que la familia también está desapareciendo, como decía Rosario, es algo más intergeneracional, ya viene de atrás, de nuestros padres, de nuestros abuelos. Ya había síntomas antes…
No es una cuestión simplemente de números, de decir queremos un seminario lleno, queremos que haya muchas monjas, sino que detrás de todo esto está la salvación de las personas, está el sentido de nuestra vida. Que la gente conozca realmente ese amor que Dios nos quiere regalar, porque a nosotros no nos importa hacer números y cosas, sino quela gente se sienta amada, que la gente sienta que Dios los ama y los salva y que está en juego nuestra salvación y nuestra vida.
Por: Pbro. Fabián Rovere
Radio Oriental
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Muy linda e interesante nota, gracias, Dios los bendiga.