Entre Todos dialogó con la Hna. Cristina Robaina y con Beatriz Brites, laica consagrada, para conocer las distintas maneras en las que podemos seguir el llamado de Cristo.
En una homilía en el marco de la XXIIIª. Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en 2019, el papa Fransico expresó que «la vida consagrada es encontrar a Dios en las cosas concretas». Durante aquella prédica, el sumo pontífice enfatizó en que «seguir a Jesús no es una decisión que se toma de una vez por todas, es una elección cotidiana».
Precisamente, al tomar contacto con las experiencias de Cristina y Beatriz, queda claro que, si bien todos los bautizados son llamados por Dios para una misión específica, tenemos muchas maneras de asumirlo. Y el compromiso se renueva cada día.
«La de Bea es menos conocida, la mía es de las clásicas monjas. Las que todo el mundo conoce… o cree que conoce (risas)”. La Hna. Cristina sabe que, en el imaginario colectivo, la monja es una figura reconocible, pero la vida consagrada en general suena, para muchos, como un mundo desconocido.
“Algunos sienten una vocación matrimonial, otros una vocación sacerdotal, y otros optan por la consagración. Dentro de ella existe una diversidad de tipos; en mi caso estoy en un instituto de vida secular, mientras que Cristina optó por una vida religiosa. Si entramos en detalles, también hablaríamos de diferentes estilos, que pueden ser activas o contemplativas. Pero las dos somos consagradas”, explica Beatriz.
¿Qué implica la vida consagrada?
De acuerdo con Beatriz, quien eligió una consagración secular, “la vida consagrada alcanza su consagración a través de los votos, que se refieren a la pobreza, la castidad y la obediencia. Tiene su raíz desde el sacramento del Bautismo, porque todos estamos llamados a encontrar nuestra vocación. Específicamente en la vida secular, somos laicas consagradas mediante los votos, pero la manera de consagrarse es diferente. Podría haber laicos consagrados, pero acá en Uruguay no tenemos”.
Según su testimonio, las laicas consagradas tienen una vida hacia “afuera”, más activa e independiente, y se mantienen bajo sus ingresos económicos, pero existen distintas alternativas de vivirla: “Hay dos estilos, uno conlleva estar en grupos o comunidad, y el otro es aquel que llamamos en dispersión y que refiere a quienes vivimos solas o con nuestras familias. Pero en la práctica no dependemos de ninguna comunidad para vivir. Cada laica elige su profesión, su carrera o su oficio, y desde ese lugar da testimonio a través de sus obras, su entrega y de la acción cotidiana”.
Mientras tanto, Cristina pertenece a la vida religiosa, que es la vida consagrada más clásica: “Somos las más antiguas o tradicionales, porque los institutos seculares empezaron mucho más cerca en el tiempo y están más vinculados con el mundo moderno. La visibilidad de unos y otros es distinta, pero el objetivo es el mismo: seguir a Jesús viviendo como él, en pobreza, castidad y obediencia, y con un eje central fuerte como es la vida comunitaria”, enfatiza.
Diversidad de misiones
De igual manera que existen distintas formas de desarrollar una vida consagrada, también hay diferentes modos de vivir la misión, a través de diversos servicios apostólicos.
“Existen servicios de todo tipo, los más clásicos son la educación o la salud, porque en sus inicios el Estado aún no se había organizado, ni para educar ni para cuidar la salud de la gente. Pero posteriormente y a raíz de todas las situaciones que vivimos en esta época, también la vida religiosa se fue adaptando y trasladando hacia otras modalidades de presencia, y aunque estemos en colegios, tenemos otra perspectiva que es educar desde los pobres y para la justicia, para que los chicos y chicas se sensibilicen por el contacto con realidades distintas a las que viven para comprometerse a transformar este mundo en uno más solidario y humano”, reflexiona la Hna. Cristina.
En cambio, la situación de Beatriz y su vocación de apoyo a los necesitados, derivó en que trabajara dentro de una comunidad carenciada: “Trabajo en un barrio vulnerable, en Casavalle, y tengo la suerte de estar con muchos jóvenes. Mi labor es dentro de comisiones barriales, por el lado del municipio”, menciona.
“Es muy importante trabajar la cultura vocacional como una realidad humana. Cada persona tiene un proyecto de vida”
Hna. Cristina Robaina
Un abordaje en red
Si bien aclaran que no cuentan con una pastoral vocacional que nuclee su labor, sí existen esfuerzos para coordinar los trabajos. “Quien nos convoca a la vida consagrada es la Junta Arquidiocesana de Consagrados (JAC), aquí en Montevideo. Gracias a la JAC, los institutos seculares ganamos visibilidad dentro de lo que es la arquidiócesis”, detalla Beatriz, para posteriormente afirmar que cada vez se trabaja de manera más integrada.
Otro actor importante es la Comisión de Institutos Seculares del Uruguay (CISU). “Parte de la red que tenemos es a través de CISU, que integra diferentes instituciones, y son todas ellas quienes mantienen la cercanía con los jóvenes, dan a conocer qué implica la vida consagrada laical y reciben las nuevas vocaciones”, agrega.
“En síntesis, todo se coordina a nivel nacional entre CISU y CONFRU, que es la Conferencia de Religiosos del Uruguay, y luego todo ese material se deriva a las respectivas diócesis. Al margen de la tarea del Departamento de Vocaciones y Ministerios, CISU es la red de institutos seculares a nivel nacional, y CONFRU es la red de vida religiosa en nuestro país. Inclusive CONFRU tiene su asamblea anual, y desde hace algunos años se invita a participar de ella a los institutos seculares. A nivel de Montevideo se trabaja conjuntamente, pero todos los institutos se manejan en red. Todos somos una sola cosa, colaboramos mutuamente” resume la Hna. Cristina.
Formando comunidad
Dentro de su vida consagrada, ambas destacan la importancia de generar vínculos entre las distintas comunidades. “Existe un acompañamiento. La JAC realiza propuestas, por lo menos tres veces por año, que incluyen encuentros o retiros. Por ejemplo, el próximo 26 tendremos un encuentro celebrando la vida consagrada arquidiocesana. Los retiros sirven para eso, te fortalecen espiritualmente y nos unen como grupo”, explica Beatriz.
Este acompañamiento no solo ocurre presencial, sino a través de la virtualidad. Herramientas como los grupos de WhatsApp ya resultan cotidianas para ellas, permitiendo una comunicación activa y constante.
“Tenemos una cercanía que no había antes. Somos consagrados, seguimos al mismo Jesús en distintas formas”
Beatriz Brites
En la búsqueda de vocaciones
Ambas coinciden que nos encontramos en una situación compleja, de crisis general de las instituciones y con un desconocimiento que domina la opinión pública acerca de los asuntos eclesiales.
Desde su tarea dentro de la comunidad, Beatriz reflexiona sobre la ausencia de jóvenes en torno a las vocaciones hacia la vida consagrada. “Noto que con el joven está todo bárbaro, pero no está interesado en algo parecido a una consagración. Si están para una tarea barrial, en eso me saco el sombrero con muchos de ellos, incluso universitarios, que ayudan de manera desinteresada. Sin saberlo dan un testimonio cristiano. Me encantaría poder hablar con ellos y escuchar qué opinan de la vida consagrada. Creo que sería un avance, y más allá de que algunos sientan falta de credibilidad y no quieran conocer a Dios, no sé si como Iglesia los estamos escuchando. Es un interrogante que tengo y que me interpela”, concluye.