¿Cuál es el sentido del ayuno en la Cuaresma?
Por el Padre Eduardo Ojeda para el quincenario Entre Todos
¿Qué sentido tiene el ayuno?
El ayuno penitencial de la Cuaresma no es:
—Una práctica para conservar la línea y no engordar.
—Un autodominio espiritual para no ceder a las tentaciones, y demostrar el dominio de nuestro espíritu sobre nuestro cuerpo. En realidad, no precisamos alardear ni demostrar nada.
Jesús mismo advierte sobre el riesgo de alardear delante de otros de nuestra capacidad para hacer ayuno. Él mismo no duda en denunciar como hipocresía este ayuno de “demostración de nuestra piedad personal”, que no conduce más que a la soberbia y al alejamiento de Dios (Mt 6, 16-18).
¿Para qué ayunar?
En el texto antes citado Jesús nos da una clave. El ayuno debe quedar en secreto, pues es un acto de amor a nuestro Padre Dios, y él conoce nuestro corazón.
Es un abandonarse en las manos del Padre para disponerse a hacer su voluntad. Este sentido, y no otro, tiene el ayuno que realiza Moisés preparando su persona y su corazón para recibir los mandamientos de Dios en el Horeb (Éx 34,28).
Es por eso que Jesús pasa en el desierto cuarenta días ayunando. Se está preparando para su misión. Le está diciendo a su Padre que su espíritu y su cuerpo, o sea todo su ser, está a su servicio, que se entrega a él. Le está diciendo también que se abandona a su providencia y su misericordia.
Comer es algo esencial para vivir, pero si uno, como Jesús, renuncia a esto por amor al Padre, eso quiere decir que más que comer nos importa realizar en nuestra vida el plan de Dios (cf. Mt 3,1-11).
El sentido penitencial del ayuno
Todas las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam) sitúan al ayuno como una práctica que nos lleva a descubrir y reconocer nuestra condición de pecadores, y nos hacen sentirnos solidarios y responsables de asumir nuestro pecado y transformar el gesto en una oración dirigida a expiar nuestra maldad y también a hacernos responsables del pecado de nuestro pueblo, pues formamos parte de una comunidad de creyentes de la que no podemos desentendernos.
Así, el profeta Joel exige al pueblo de Israel una actitud penitencial para pedir al Señor su perdón como pueblo, y no solo individualmente. El texto describe incluso la liturgia penitencial y nos hace descubrir que Israel asume la responsabilidad ante una tragedia que ha caído sobre él.
Práctica saludable y que deberíamos imitar en un tiempo como el que vivimos donde nos cuesta tanto asumir nuestra responsabilidad ante el mal, en lugar de echarle la culpa a otros como solemos hacer (cf. Joel 2, 12-18).
El ayuno y la justicia
Muchos lo ignoramos pero la abstinencia de carne y el comer pescado los viernes es una práctica cuaresmal que viene de la Edad Media. En esa época los cristianos ricos eran los señores feudales que solían comer habitualmente carnes rojas, fruto de la caza (su deporte preferido) o de la cría del ganado. Era muy fácil que los nobles olvidaran la pobreza de sus servidores —“los siervos de la gleba”— que muy raramente podían incluir carne roja en su dieta y lo más que comían eran verduras y pescado que atrapaban cada tanto en algún río. Pues no podían cazar en las tierras de sus señores.
Por eso la Iglesia les pedía a los nobles que solo comieran pescado, para que fueran sensibles a la situación de los más pobres y no les volvieran la espalda. Esto es lo que dice Isaías, que vincula el ayuno con la justicia, y con el abandono de actitudes de explotación y maltrato a los más débiles ( Is 58).
Es por eso que en varias comunidades parroquiales, el día de ayuno se juntan alimentos para compartir con los más necesitados —cuyo ayuno no es un deseo libre como en nuestro caso—, quienes viven una permanente cuaresma y no saben si llegarán a pasar el mes.
El ayuno como espera del Salvador y de la salvación de Dios
En la época de Jesús era muy frecuente ayunar como una forma de rogar a Dios que enviara al Mesías para establecer su Reino.
Una vez que Jesús estaba comiendo con sus discípulos los discípulos de Juan el Bautista les reprochan que ellos no ayudan. Jesús da una respuesta un tanto enigmática:
“¿Acaso es bueno ayunar en una fiesta de bodas cuando el esposo celebra con sus invitados? Ya llegará el día en que el esposo les sea quitado y entonces ayunarán” (Mc 2,19).
Estas palabras de Jesús son el origen de la práctica del ayuno en el tiempo de cuaresma y en el Viernes Santo, en el cual recordamos que nuestro esposo Jesús, esposo de la Iglesia, su pueblo, fue asesinado. Pero también significa que nosotros, con esta práctica, esperamos su segunda venida, en la que vendrá a juzgar a vivos y muertos y a establecer su reino definitivamente.