El sábado 16 se realizó una nueva Jornada de la Pastoral Social, en la antesala de la Jornada Mundial de los Pobres.
«Las palabras del corazón llegan al corazón. ¡Qué lindo ver que, en cada uno de los testimonios, hay un antes y un después de que Cristo pasa por nosotros! Es un antes y un después para salir al encuentro del hermano. Un antes y un después de conocer a Jesús, de sacar fuerzas para dejar tu antigua vida y encontrarte con él. Porque, con Jesús, todo es posible”.
La reflexión del padre Juan Andrés Verde resuena en el interior del patio de la sede del Movimiento Tacurú, organización solidaria de carisma salesiano, mientras algunos voluntarios siguen ingresando al centro. Precisamente, Tacurú es el punto de concentración para las ochenta personas que, desde las nueve de la mañana, están reunidas para participar de una nueva jornada de la pastoral. El padre Verde está a cargo de la presentación de los distintos testimonios, uno de los puntos clave de cada encuentro.
El itinerario es similar al de otras concentraciones: oración, reflexión de la carta del papa Francisco en el marco de la Jornada Mundial de los Pobres, los mencionados testimonios, un espacio de servicio, la santa misa y un almuerzo compartido.
Minutos después del comentario del P. Verde, los presentes parten hacia la capilla dentro de Tacurú, para realizar un acto de servicio. Minutos después y bajo un intenso sol, las brochas empiezan a blanquear el exterior del templo, mientras aparecen las primeras salpicadas en la ropa de los voluntarios, pero en sus rostros solo se dibujan sonrisas. El clima es de absoluta alegría.
Celebrar el encuentro
“Hoy celebramos la Jornada de Pastoral Social, que todos los años la enmarcamos en la Jornada Mundial por los Pobres, que el papa Francisco nos convoca a celebrar. La idea de la jornada es juntar todos los servicios de la arquidiócesis, parroquias, obras sociales y muchos más, y recordar qué es lo que nos convoca, que es servir a Cristo y a los más necesitados, sin olvidar que nosotros somos los primeros necesitados de Dios”, explica María José Carrau, secretaria de la Pastoral Social de la arquidiócesis.
Desde su perspectiva, la riqueza de la jornada está en el encuentro: “Sin dudas eso es lo mejor. Obviamente organizarlo lleva su estrés, su preocupación y sus complicaciones, pero vale la pena al cien por ciento. Es un gran trabajo, pero cada año, cuando llega el día, lo disfrutamos enormemente. Es algo que nos llena el corazón, porque trabajamos todo el año junto con los distintos servicios, las obras sociales, y es bárbaro tener un día para reunirnos y celebrar”.
Un mensaje de esperanza
Los distintos testimonios de la jornada están a cargo de la Pastoral Penitenciaria, de personas en situación de calle o de quienes superaron adicciones. El común denominador de cada experiencia de vida está en la importancia del encuentro con Cristo para superar sus adversidades.
Uno de los rincones del patio de Tacurú está ocupado por unos vistosos carteles. Frases y fotos se mezclan en distintos afiches artesanales, mientras se destaca la frase “El Achique”, en letras mayúsculas. A su lado, algunos voluntarios cuentan su experiencia de vida.
«La idea de la jornada es juntar todos los servicios de la diócesis y recordar qué es lo que nos convoca, que es servir a Cristo»
María José Carrau
“Estuve muchos años en consumo, en drogas, en la calle y en la cárcel. Le mentí a mi familia y a quienes confiaron en mí, pero ahora estoy en recuperación. Estoy acá para decir que se puede salir de las drogas. Es un paso a la vez, ya llevo tres años en rehabilitación. La ayuda es fundamental, no hay que darle vuelta la cara al adicto, sino apoyarlo, para que todos juntos salgamos adelante”, comenta Johnny, uno de los integrantes del movimiento. A su lado, Lucas cuenta cómo se puede cambiar la realidad: “Hice muchas cosas malas, me mandé varias macanas. Mentí, manipulé y usé, pero después de diecisiete años descubrí que podía ser otra persona. Ahora tengo trabajo y vivo la vida que quiero. Me quedo con este encuentro, está muy bueno que la Iglesia se encuentre y comparta. En estos encuentros no solo vienen voluntarios, sino rehabilitados, y escuchar sus testimonios te llena el corazón”.
Junto a ellos está Elba Núñez, agente comunitaria que integra el equipo técnico de El Achique en Casavalle. Elba también destaca la necesidad de participar de la jornada: “Es fundamental que la Iglesia decida, desde una mirada social, acompañar los procesos de sufrimiento que tienen las personas. Participar de estos encuentros es absolutamente necesario. ¿Y por qué lo digo? Porque Montevideo está lleno de parroquias y de capillas, y colocar en cada comunidad un servicio como el nuestro, o narcóticos y alcohólicos anónimos, demuestra que el trabajo social y pastoral van de la mano. Tenemos casi cinco mil personas en la calle, es imprescindible estar con ellos”.
Actuar como cristianos
“Es la primera vez que vengo a algo así. Creo que es una buena acción, está muy linda. La verdad no sabía que había tantos servicios, me gustó escuchar sus experiencias. Te alienta a querer servir y ayudar a los demás”, reflexiona tímidamente Guadalupe, una adolescente de la parroquia de Punta Carretas que, junto con otras compañeras de su comunidad, pintaban una de las paredes exteriores de la capilla. Su buzo e incluso su rostro estaban manchados de pintura, pero su cara era de satisfacción.
A pocos metros de allí, María, integrante de la parroquia Santísima Trinidad, también colabora. Ella integra un equipo de pastoral social en su parroquia, y se prepararon en grupo para participar del encuentro. “Me quedo con algo que escuchamos hace un rato. No alcanza con hacer, sino con pensar por qué hacemos lo que hacemos. Y también realizarlo siempre acompañados por la oración, que es lo que nos distingue como Iglesia. Porque no somos solo un servicio social, predicamos la palabra y caminamos con Dios”, afirma durante un momento de descanso.
«No alcanza con hacer, sino con pensar por qué hacemos lo que hacemos. Y también realizarlo siempre acompañados por la oración, que es lo que nos distingue como Iglesia. Porque no somos solo un servicio social, predicamos la palabra y caminamos con Dios»
María, voluntaria
Ser semillas del Reino
Una de las actividades finales de la jornada fue la celebración eucarística, presidida por el Card. Daniel Sturla, quien estuvo desde el principio del encuentro y participó del servicio en el templo de Tacurú.
“Algunos dirán que esta capilla tiene forma rara, pero el sentido de esta obra está vinculado con el nombre del lugar. Cuando, en 1981 era seminarista salesiano, estaba en la casa de formación, y el inspector de ese momento, el padre Carlos Techera, nos planteó la necesidad de hacer algo con los chicos de la calle. Eran muchachos que vendían caramelos en los ómnibus, que andaban a veces con los carritos, o algunos eran lustrabotas. Después de salir a su encuentro, le quisimos poner nombre a lo que estábamos haciendo y propusimos distintos nombres. Uno de los seminaristas propuso llamarlo “Tacurú”, por la pequeña hormiga trabajadora que construye esos montículos que vemos en algunos lugares”, recordó. En 1986 se buscó realizar una obra que no fuese únicamente un oratorio de fin de semana, sino algo más amplio. Dos años después, se obtuvo el terreno en el que se estableció todo el proyecto.
“¿Por qué cuento toda esta historia? Porque muchos de nosotros vemos, en nuestras distintas actividades, que empezamos por algo pequeño y después va creciendo. Queda esa semilla que dará fruto a partir de la perseverancia de la tarea diaria. Y hoy vivimos eso, porque vemos la perseverancia de tantos voluntarios, de tantos servicios. Reflejan esa vocación que nos viene de nuestro ser cristiano para ponernos al servicio de los hermanos. Ellos dieron testimonio de que la Iglesia de Montevideo, siendo como a mí me gusta decir, libre y pobre, pequeña y hermosa, hace tanto bien. ¡Es impresionante todo lo que se logra a partir de muchas obras diversas! Hoy tenemos que dar gracias por todo lo que se hace y también por lo que nos queda por hacer. Siempre tenemos más que dar, y hay que hacerlo sin olvidar que el motor de todo es la oración, porque, en definitiva, más allá de lo que hacemos, está lo que somos: Hijos de Dios, bendecidos por el Señor, receptores de su gracia”. resumió.
Por: Leandro Lia
Redacción Entre Todos