Se cumplen 50 años de la muerte del P. José Kentenich y el Movimiento Apostólico de Schoenstatt invita a conocerlo.
La familia espiritual del sacerdote alemán se siente impulsada a dar a conocer su vida y su mensaje. Fue llamada a esto por el Papa San Juan Pablo II, que le dio un mensaje muy concreto en setiembre de 1985: «Ustedes están llamados a participar de la gracia que su fundador recibió y a ofrecerla a toda la Iglesia. Pues el carisma de los fundadores es una experiencia suscitada por el Espíritu, que es transmitida a sus discípulos, para que estos la vivan, la custodien, la profundicen y la desarrollen constantemente, en la comunión de la Iglesia y para bien de la Iglesia».
Su vida
El P. José Kentenich nació en Gymnich, Alemania en 1885. A los 9 años su madre, de escasos recursos, se vio obligada a llevarlo un internado. En la capilla lo dejó al cuidado de la Virgen María.
En 1914, ya sacerdote palotino, en una pequeña capilla en el valle de Schoenstatt, le propuso a un grupo de seminaristas sellar una Alianza de Amor con la Virgen, para que Ella se estableciera allí y los educara como hombres nuevos para una sociedad nueva. Ese fue el inicio del Movimiento.
En la década del ’30 se expandió el nacionalsocialismo. Él lo detectó y criticó la despersonalización y el pensar colectivista, la mentira como sistema y la sustitución del sentir religioso por una concepción racista y partidista. En los archivos de Berlín se inscribió a Schoenstatt como uno de los grupos más peligrosos y hostiles al régimen nazi. En 1941 fue encarcelado durante seis meses en Coblenza y en 1942, llevado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta 1945.
Aquí, en Uruguay, se construyó el primer Santuario Filial del mundo en Nueva Helvecia, departamento de Colonia. Fue bendecido el 18 de octubre de 1943 y el P. Kentenich lo visitó en 1947.
La prueba más dura
En 1951 la Iglesia lo envió exiliado durante 14 años a Milwaukee. Él mantuvo intacta su obediencia a la Iglesia y, a la vez, la convicción de que su carisma proviene de Dios. Al finalizar el Concilio Vaticano II, en diciembre de 1965, fue llamado a Roma y reivindicado por el Papa Pablo VI. Tres años intensos de trabajo coronaron su vida al servicio de su familia.
El 15 de setiembre de 1968 murió después de celebrar la Santa Misa. El epitafio que él eligió para su tumba, “Dilexit Ecclesiam” (Amó a la Iglesia), resume el sentido de su vida, su lucha y su gran sueño. En 1975 se abrió su proceso de beatifcación. Su obra se extiende por más de 110 países, de los 5 continentes.
Mesa redonda
Miembros y amigos del Movimiento Apostólico de Schoenstatt están invitados a participar de la mesa redonda “Un Padre para todos”, que tendrá lugar el jueves 2 de agosto, a partir de las 19:30 horas, en el Club Católico de Montevideo.