El sacerdote misionero lleva 45 años entregando su vida por los más pobres
El jueves 26 de julio, en la Sala de Ceremonias Ernesto de los Campos de la Intendencia de Montevideo, el Padre Pedro Pablo Opeka, C.M, fue declarado Visitante Ilustre de la ciudad de Montevideo. En la ceremonia, a la que asistieron un centenar de personas, hicieron uso de la palabra, además del propio homenajeado, el Cardenal Daniel Sturla y el intendente Daniel Martínez.
Luego de la presentación de los tres oradores, se procedió a la lectura de la declaración de Visitante Ilustre, que concluyó con la firma por parte del intendente Daniel Martínez.
«Ver las cosas buenas y sacarlas a la luz»
Para el Cardenal Daniel Sturla “es muy bueno que la ciudad de Montevideo le pueda hacer un homenaje así al P. Opeka”. Compartió con los presentes sus visitas a Haití, cuando se cumplía un año del terremoto que se cobró la vida de más de 200 mil personas, a Angola y el año pasado a Etiopía. Dijo que “en todos esos lugares he visitado misioneros que realizan obras estupendas. ¡Cuánto bien que se hace!”.
Dirigiéndose a los presentes, el Arzobispo de Montevideo reconoció la formación y experiencia de servicio de hermanas religiosas, religiosos y laicos, especialmente a los que más sufren.”Y esto es una característica notable de la Iglesia. Muchas veces a la Iglesia se le da palo, a veces con razón y a veces sin razón. Es bueno que sepamos ver las cosas buenas y que las podamos sacar a la luz”, agregó.
Nuestra vida para el bien de los demás
Luego, llegó el turno del Intendente de Montevideo, Daniel Martínez, que aseveró que “es bueno que haya personas dispuestas a desprenderse de cuestiones materiales, o de su tiempo, para brindalo a los demás”. Y agregó que esto es aún más necesario “en este mundo donde hay que recuperar los valores de la persona”.
En opinión del jefe comunal “disponer de tu vida para el bien de los demás es una de las cosas más admirables que se pueda hacer”. Afirmó que “no hay nada más valioso que reconocer a aquellos que dan su vida por los demás” y sobre la figura del P. Opeka sostuvo que “su camino es una luz que nos muestra lo que realmente vale”.
Con el barro hasta la cintura
Una vez recibida la distinción, tomó la palabra en P. Pedro Opeka. Primero, agradeció al Intendente de Montevideo por el reconocimiento y dijo que no era una distinción personal, sino para todo el pueblo de Akamasoa.
Sobre su experiencia de vida y trabajo el P. Opeka comentó: “cuando uno trabaja 45 años en un pueblo extraordinario, como el pueblo malgache, tiene la impresión que nació de nuevo. Yo nací dos veces; una en Buenos Aires, en San Martín, y la otra en Madagascar, porque todo era nuevo. Las costumbres, las tradiciones, la realidad y, sobre todo, la lengua”.
Fue cautivado por la simpleza y la alegría del pueblo malgache, que a pesar de su pobreza se mostraba muy digno y solidario. Es así como después de su primer experiencia como misionero, que duró dos años, tuvo claro que una vez que se ordenara sacerdote ese iba a ser su lugar en el mundo.
Y así fue, regresó años después, ya ordenado sacerdote de la Congregación de la Misión fundada por San Vicente de Paúl, para establecerse definitivamente en Madagascar. En esa época, el joven Pedro Opeka conoció el lado más duro de la miseria, trabajando en el sudeste de la isla africana. Allí, con la escusa del fútbol, se fue haciendo querer por los lugareños y junto a otros misioneros eslovenos trabajaban en los arrozales, “con el agua y el barro hasta la cintura”, como él mismo cuenta.
Estar con el pueblo
Durante su alocución el sacerdote revela a los presentes cual era su sueño: “yo quería traducir en vida los documentos del Concilio Vaticano II”. Y es así, con esa esperanza, que llega a Antananarivo, la capital de Madagascar, para dirigir el seminario de su congregación. Pero el tenía bien claro que su misión estaba en otra parte.
Es así que conoce un vertedero, a 12 kilómentros de la capital, donde entre la basura vivían más de 800 familias. Y la palabra vivían era literal, se habían construidos túneles y habitáculos dentro de la masa de desechos, allí pasaban sus días hombres, mujeres y niños, muchos de los cuales morían de hambre, frío o enfermedades asociadas a la falta de sanidad.
Al rememorar esos días, el P. Opeka describió la realidad política de Madagascar de la época: “Teníamos un gobierno que se decía revolucionario. Pero en apariencia… eran puños, eran manos abiertas, pero con una gran indiferencia hacia su pueblo. Eso no es lucha, no es revolución. Revolución es cuando usted está con el pueblo, se comunica con él, sufre con él, llora con él y se levanta con él”.
«Jesús construye la obra paso a paso»
Cuando repasaba su trayectoria por esta olvidada isla africana, el P. Opeka recordó el comienzo de la ciudad de Akamasoa (“Buenos amigos” en idioma malgache): “allí, sentado en el suelo con los más desahuciados, empezamos una misión que ya lleva 29 años”. Y agregó “Si me hubieran dicho hace 29 años que íbamos a atender a 60 mil personas al año y construir una ciudad para 20 mil más, me hubiese escapado”. Pero remarcó: “Jesús construye la obra paso a paso”.
El sacerdote de San Vicente de Paúl se emocionó al comentar que “muchos chicos que hace 30 años eran niños de 4 o 5 años viviendo en el vertedero, hoy son los educadores, parteras, médicos y maestros del pueblo de Madagascar”. Y confió a los presentes en la sala de la Intendencia que los pobres lo ayudaron a levantar su fe. “La voluntad de Dios nos permite ayudar a su pueblo”, agregó.
En cuanto al trabajo diario, el P. Opeka dijo que se trata de hacer las cosas con amor, fraternidad y hablar siempre con la verdad, porque como dijo Jesús “La verdad los hará libres”. Y añadió: “aquí estamos todos los días, trabajando en vivo y en directo”.
Sobre el final, el sacerdote argentino compartió los sentimientos que le provoca la realidad que vive día a día: “No me revelo contra Dios, me revelo contra los hombres; por su indiferencia y egoísmo con los más pobres”. Y concluyó: “Gracias hermanos por continuar con esta lucha que nos pertenece a todos”.
Padre Pedro Pablo Opeka
Padre Pedro Pablo Opeka nació en 1948, el 29 de junio en Argentina, en San Martín, un suburbio de Buenos Aires, de padres de origen esloveno. Comenzó a trabajar como albañil con su padre, también albañil. A los 15 años decidió convertirse en sacerdote y entrar en el seminario de los Padres Vicentinos (Lazaristas). A los 20 años, se fue de nuevo a Liubliana en Eslovenia, la tierra de sus padres, para continuar su formación.
Dos años más tarde, se fue a Madagascar, donde trabajó como albañil en las parroquias de Lazaristas. Es allí donde descubrió su vocación misionera. Terminó sus estudios en el Instituto Católico de París. Se reunió con la comunidad de Taizé y viajó por toda Europa. El 28 de septiembre de 1975, fue ordenado sacerdote en Buenos Aires y fue nominado responsable de una parroquia rural en el sur-este de Madagascar, Vangaindrano. En 1989, sus superiores le nombraron director de un seminario en Antananarivo, la capital.
En ese momento una nueva historia comenzó. Padre Pedro no podía permanecer indiferente ante la miseria de miles de personas sin hogar en la capital, que vivían en condiciones de total pobreza, en las calles o en vertederos. Padre Pedro se convirtió en amigo de estas personas y se ganó su confianza. Así es como nació la asociación Akamasoa.
Reconocimientos internacionales
Nombrado como Oficial de la Orden Nacional del Mérito, Francia (1998). Misionero del Año Jubilar por el Papa, Roma, el Vaticano (2000); Premio a la labor humanitaria, EE.UU. (2001); Premiado con la Medalla de Servicio Mundial por el Kiwanis International (2005). Nombrado Caballero de la Legión de Honor, Francia (2008). Premio Fundación para el servicio excepcional en la solidaridad y la justicia social por el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, el Vaticano (2008); Condecorado con la Orden de Oro de Servicios, Eslovenia (2009) y Comendador de la Orden Nacional, Madagascar (2010).
Nominado «Entre el Top Ten» de personas en el mundo, por la revista del Vaticano (2010); Comandante Nacional de la Orden, Madagascar (2010); Distinción Internacional Cardenal Nguyen Van Thuan en 2015. El Padre Pedro Opeka ha sido propuesto como candidato al Premio Nobel de la Paz. Además, es autor de numerosos libros escritos en francés, alemán, italiano, esloveno y inglés.
Fuente: Madagascar Foundation