Conversamos con Federico Gallardo, cofundador del proyecto Espartanos, que derivó en una fundación que apuesta por las segundas oportunidades.
El portón de hierro, tal vez oxidado, se abre con un quejido metálico y deja al descubierto un patio de tierra apisonada. Al fondo, entre el dominante gris de la escena, un grupo de hombres forma un círculo. Algunos están con camisetas desteñidas de equipos de fútbol, otros con sus torsos desnudos muestran marcas y tatuajes que cuentan las historias de un pasado difícil. Pero en el aire flota algo más que el aroma a pasto húmedo o transpiración: es, ni más ni menos, que la esperanza.
“Sus infancias son relatos crudos, postales del infierno mismo”. Las páginas del libro No permanecer caído de Federico Gallardo, son elocuentes: aquello no es un cuento de hadas. No se trata de números, sino de historias de vida, de testimonios de personas que nacieron en la marginalidad y que muchos no lograron dejar atrás.
Precisamente, no permanecer caído es la historia de Espartanos, un equipo de rugby creado por Eduardo “Coco” Oderigo que logró cambiar la vida de innumerables personas gracias al deporte, la espiritualidad, la educación y el trabajo formal.
Lo que comenzó como un mero sueño en la Unidad Penitenciaria número 48 de San Martín (provincia de Buenos Aires), terminó con presencia en siete países, una tasa de reincidencia de solo un cinco por ciento —contra el sesenta y cinco del sistema penal argentino— y lo más importante: la certeza de que todos, incluso aquellos condenados a una vida dura desde antes de nacer, pueden transformar su realidad.
Prácticamente quince años después su éxito es indudable: el libro y la posterior serie de Disney+ dan cuenta de ello. Pero también nos recuerdan que no se trata de números, sino de testimonios de vida. Por ello, no solo se trabaja desde lo deportivo, sino con un abordaje integral: la fe y la educación también son parte del proceso.
Los Espartanos no solo despejan su mente y entrenan su cuerpo, también alimentan su espíritu. Entre práctica y práctica, sus integrantes se detienen a rezar. Si nos detenemos en ello, es un contraste significativo: manos castigadas, curtidas por la vida, sostienen el santo rosario con la misma convicción y firmeza con la que luego sujetarán la ovalada. No es una mera rutina. Es parte de un cambio de vida. Para ellos, el partido se juega “desde adentro”.
Acerca de esta realidad, conversamos con Federico Gallardo, cofundador de Espartanos, escritor y coach empresarial. Les compartimos una breve parte del diálogo:
Comencemos por el principio: ¿Cómo surge Espartanos?
A grandes rasgos, se trata de una organización civil sin fines de lucro, que comenzó en 2009 con Eduardo “Coco” Oderigo, que fue el impulsor y quien creó todo esto. Años después se armó la fundación, que fue una meta de doce fundadores, para poder aportar algo más al proyecto. Pero principalmente es una iniciativa que parte de Eduardo, para cambiar la realidad de las cárceles.
En aquel entonces, ¿se proyectó ese crecimiento? Porque pasaron de la iniciativa de llevar el rugby a un centro de detención, a una fundación consolidada y con presencia en siete países.
La realidad es que no hubo un plan de ese tipo. De hecho, estoy seguro de que ninguno imaginó armar algo así. Se buscó cambiar la realidad, primero en un centro específico, y todo lo demás ocurrió sobre la marcha. En ese proceso Coco tuvo la habilidad de haber elegido personas que aportaron mucho, además de tantas otras que aparecieron en el camino del proyecto y de la fundación. Por ejemplo, en 2013 se sumó Damián Donnelly, quien trajo el rezo del rosario al pabellón. Primero comenzamos con el deporte, luego incorporamos la espiritualidad y después vimos que los chicos precisaban un desarrollo personal y profesional, y comenzamos con algunos cursos. Hay otro aspecto que tiene que ver con el empleo, que es fundamental para que, cuando salgan en libertad, encuentren empresas dispuestas a darles una nueva oportunidad.
Pero, en resumen, no hubo plan. Tampoco pensamos en estar en otros países, pero en esta década y media sucedieron cosas maravillosas. Claramente, a partir de nuestra metodología de trabajo estaba más que claro que queríamos expandirnos todo lo que pudiéramos, y gracias a Dios logramos inspirar a otros a replicar este tipo de proyectos. Allá en Uruguay, por ejemplo, está la fundación Fénix, que es muy similar a lo que hace Espartanos en Argentina. Tienen los mismos valores, las mismas características y principios. Pero lo interesante no es el crecimiento de la fundación, sino que las personas logren transformar sus vidas.
En ese recorrido, ¿dónde aparece la idea de escribir un libro sobre Espartanos?
Llega luego de haber viajado a Roma. Fuimos un grupo integrado por diez espartanos, junto con un grupo de voluntarios y otro tipo de colaboradores. Nos invitó el papa Francisco, y al volver comprendimos que era una iniciativa cada vez más seria y grande. Entonces, quisimos contar todo lo que hacíamos de una manera más profunda y compacta, para darlo a conocer y también derribar muchos prejuicios que la sociedad tiene con respecto a las personas privadas de libertad.
Como autor busqué que los lectores tomaran conciencia de que las personas que están en esta situación tuvieron una vida que, seguramente, nosotros no tuvimos. Quise plasmar esa transformación que viven y te diría que incluso yo viví cuando los conocí. La primera vez que entré a la cárcel mi vida se transformó.
¿Qué edad tenías en ese momento?
Fue en el 2015, hace diez años. Tenía 26 años por aquel entonces. Recuerdo, a partir de ese primer intercambio, notar que eran personas absolutamente iguales a mí, con sus propios anhelos, con sus sueños, con sus frustraciones, sus lágrimas y tristezas. Ahí tomé conciencia de que estamos todos en la misma, y que otros también pueden estar en su lugar. Los privados de libertad están pagando un error y tratando de salir adelante para transformar su vida, y quienes lo vemos de afuera también queremos cambiar la nuestra, ser mejores personas y hacer el mayor bien posible. Tenemos los mismos objetivos, solo estamos en diferentes lugares.
Cifra: 5% es el porcentaje de reincidencia en Espartanos, contra el 65% de todo el sistema penitenciario argentino
La primera vez que fui me di cuenta de que estaba muy equivocado. Sobre todo, cuando empecé a conocer sus historias, de dónde venían, qué realidad habían enfrentado. Uno capaz nació de un lado de la vía y otro de otro lado, y desde nuestro lugar normalizamos un montón de cosas que en realidad no son habituales, sino privilegios. Con el libro busqué mostrar eso y contar testimonios de Espartanos que lograron aprovechar la oportunidad. Pero no hay fórmulas mágicas, solo damos herramientas, y la última palabra siempre es de cada persona, que hace uso de su libertad.
¿Qué rol juega lo espiritual? ¿Cómo impacta en su rehabilitación?
La fe de por sí es importante. Que ellos, en su situación, puedan ir más allá de su realidad y conectar con algo superior, que les permita encontrar su lado más espiritual, es algo fundamental. Es algo que salva no solo a quienes están privados de libertad, sino a todas las personas. Todo ser humano precisa conectar con su mundo interior y con Dios, que es quien nos da la vida. La espiritualidad también les posibilita poder vincularse con el perdón, que es importantísimo para lograr perdonarse a ellos mismos y a aquellos que les generaron daño. A partir del perdón van a poder salir con la menor carga posible sobre sus espaldas, sin odio ni resentimiento, y desde la fe le podrán encontrar un sentido a la condena. Para todo eso, el rezo del rosario es fundamental.

A partir de tu experiencia en Espartanos, ¿qué aspecto fue el que más te llamó la atención al enfrentarse a esa realidad?
Fue literalmente la primera vez que hablé con un recluso, cuando entré al pabellón. Un espartano me miró a los ojos, me abrazó y me dijo algo que me quedó grabado: “Bienvenido, gracias por visitarnos. Esta es tu casa”. Eso me impactó. Todas las demás experiencias, que vinieron después, me sirvieron para confirmar que los reclusos viven un infierno y que nosotros, desde fuera, estamos cegados por los prejuicios.
Este vínculo con ellos cambió mi vida. En ese momento se despertó en mí una vocación muy grande de querer trabajar y dar a conocer su experiencia, para motivar a otros que se sientan estancados. Si ellos, con todos sus problemas, lograron cambiar, los demás, que estamos fuera de las cárceles, que no enfrentamos tanta adversidad, no tenemos ninguna excusa para no hacerlo. Gracias a Espartanos entendí que las transformaciones que veía en la cárcel pueden ser inspiradoras para los demás, y estudié coaching ejecutivo para tener herramientas para llevarlo de mejor manera. Pero yo no transformo a nadie, que quede claro, solo ayudo a que las personas encuentren la manera de cambiar.
Su historia, en una serie de streaming
Desde el 19 de febrero, quienes cuenten con suscripción a Disney+ podrán ver la serie Espartanos, una historia real, inspirada en la trayectoria de este particular equipo de rugby de la Unidad Penal número 48 de San Martín, Argentina.
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