Luis Emilio Rodríguez asumió el ministerio del diaconado permanente, en una celebración presidida por el obispo auxiliar de Montevideo, Mons. Luis Eduardo González.
Una fiesta de la comunidad
Mientras la celebración fue interrumpida, en varias ocasiones, con aplausos espontáneos de apoyo hacia el ministerio asumido por Luis Emilio, el comienzo de la prédica de Mons. Luis Eduardo González fue en la misma línea.
El obispo inició la homilía remarcando la importancia de dicha misa: “Queridos hermanos, es un día muy especial, un día de fiesta para todos, para esta comunidad y muy especialmente para Luis Emilio y su familia. Comenzamos esta celebración cantando ‘Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, mensajeros de tu paz’. En especial, hoy pedimos por Luis Emilio, que será ordenado diácono permanente”.

Invitación a la celebración de ordenación diaconal de Luis Emilio Rodríguez. Fuente: Romina Fernández
Ser servidores de Dios
Al adentrarse en la liturgia dominical, aclaró que “las lecturas nos quieren ayudar a ser discípulos del Señor, con un corazón semejante al suyo, y Dios nunca olvida alguna de las acciones del hombre”. En esta línea, el obispo auxiliar de Montevideo remarcó que “en el evangelio queda muy claro lo que Dios espera de un servidor. Sus enseñanzas nos tienen que animar a seguirlo fielmente, con mucha responsabilidad y amor”.
Con respecto al servicio, sostuvo que es incompatible servir a Dios y al dinero: “Todo hombre necesita dinero para vivir, esto no es algo lejano ni de hace muchos siglos, es muy actual. Podemos seguirlo y acrecentarlo honestamente, o hacerlo a cualquier costo, pero luego habrá que rendir cuentas”. En la misma línea, afirmó que “Jesús quiere que elijamos hacer el bien, para salvar los bienes que recibimos, en beneficio y en favor de los hermanos. El uso cristiano del dinero, no se trata de tenerlo o no, sino de usarlo en favor de quienes más lo necesitan. Podemos decir lo mismo de los bienes espirituales, que todos tenemos. Ser hijo de Dios nos lleva a vivir de una determinada forma. Si somos conscientes de qué significa ser hijos de Dios, nos reconoceremos hermanos”.
Ofrecer nuestro ser
Hacia el final de su prédica, Mons. Luis Eduardo González mencionó que “si el Señor nos pide cuentas, podemos entregarle lo que genuinamente nos pertenece, y allí estará nuestro tesoro y, por supuesto, nuestro corazón. Y por último, Jesús nos dice que para servir a Dios hay que hacerlo con todo nuestro ser, porque en caso contrario, no podremos vivir el don del servicio”.
Posteriormente, se dirigió directamente hacia Luis Emilio: “El ministerio que recibirás será, para todos nosotros, motivo de acción de gracias y alegría. En este día tan especial, tu diaconado le pertenece a Dios, porque somos sus servidores. La vocación de la vida matrimonial y el diaconado permanente son, también, un don para compartir y dar frutos en nuestros corazones. El amor lleva al servicio, y en el servicio se encuentra el verdadero amor”. Al finalizar, le dedicó unas palabras a su familia: “Ustedes van a recibir Luis Emilio como el papá de siempre, el esposo de siempre, pero además el mensajero del Señor”, concluyó.

Mons. Luis Eduardo González durante la imposición de manos, concretando el rito de la ordenación. Fuente: Romina Fernández
Luego de asumir su nuevo ministerio, su esposa e hijas le acercaron la estola diaconal. Una vez cumplido el acto y mientras Luis Emilio preparaba el altar para la consagración del pan y vino, Mauricio Toledo, próximo a ordenarse, entregó una foto de los cinco futuros diáconos permanentes, durante un encuentro en la Gruta de Lourdes.
Una vida de servicio
El compromiso de fe y servicio de Luis Emilio inició desde muy temprana edad. En diálogo con Entre Todos y rememorando sus comienzos, hay dos nombres que se repiten, Machengo y Cota, sus dos abuelos maternos: “Vivieron con mucha intensidad y entrega, hacían desde visitas a la cárcel de Minas hasta asistencia para consultas médicas, mi abuelo manejaba una camioneta equipada con consultorio médico odontológico y recorría todo el departamento”, recuerda.
De adolescente ya comenzó a participar en grupos juveniles, mientras que, al mudarse a Montevideo, pasó a vivir en el colegio Sagrada Familia. Luis trabajaba y estudiaba, mientras vivía en la residencia y se integraba a nuevos movimientos de servicio. “En uno de esos servicios y a pedido de los vecinos, comenzamos a formarnos en la catequesis”, precisa.
Fue en ese proceso cuando conoció a su esposa, con quien se casó en 1996. “Nos casamos el 12 de diciembre, día de nuestra Señora de Guadalupe, bajo cuyo amparo nos pusimos”, comenta. Actualmente su familia se completa con Ana Inés y María Victoria, sus dos hijas universitarias. «Las dos fueron al colegio Maturana, y luego de cuarto de liceo, ambas pasaron al Instituto Juan XXIII. En 2006, el padre Nestor Castells —director de Maturana en aquel momento— nos invitó a ayudarlo con la catequesis barrial, por lo que nuestra comunidad de referencia pasó a ser los salesianos. Incluso, desde el 27 de noviembre del año pasado, el obispo me instituyó como lector y acólito, en el marco del proceso de formación para el diaconado permanente”, agrega. En 2013 se jubiló como funcionario público de Bomberos y se incorporó a la pastoral penitenciaria de la arquidiócesis, para profundizar su misión.
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Gran referente y compañero en la Pastoral Penitenciaria. Siempre nos dio ejemplo de amor y entrega a todos. Bendiciones Emilio!
Luis Emilio es fraternidad y compromiso, un hermano en la fe bendecido y que está siempre listo para bendecirnos …