La parroquia ubicada en Villa Muñoz realiza cada año misiones en las plazas y la comunidad celebra sus frutos.
Andrés tenía quince años de edad y estaba enojado con Dios. Su madre había fallecido y él había perdido el sentido de su vida. Cuando era niño iba a misa en la parroquia San Miguel Arcángel porque vivía en Villa Muñoz. Luego se mudó a otro barrio, pero a los pocos años regresó. Pero ante la tragedia familiar en su adolescencia, no volvió a la parroquia.
Su vida tuvo un giro cuando el sacerdote Vitale Dorosckevich invitó a su padre a participar de unas charlas en la parroquia. Andrés lo acompañó y también fue su hermano mayor. Aquella charla resultó ser una catequesis. “El Señor me encontró en un llamado por pura gracia y misericordia. En ese momento me di cuenta de que Dios me quería. Fue un primer anuncio del amor de Dios”.
Andrés regresó a la fe y a la vida en comunidad en la parroquia San Miguel Arcángel. Empezó a participar de la catequesis y del Camino Neocatecumenal. De ese momento pasaron treinta y dos años.
Hoy tiene cincuenta y cinco años. Está casado. Es padre de cinco hijos y abuelo de diez nietos. En San Miguel Arcángel es secretario parroquial y catequista de adultos. “La transmisión de la fe se sigue dando, desde mi rol de abuelo. No se trata solo de rezar, sino también de ser fieles a Dios en todo momento, a pesar de las dificultades de la vida”.
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La construcción de la capilla y el colegio dedicados a San Miguel Arcángel en Villa Muñoz fue un proyecto del presbítero Antonino D’Elia, vicario del barrio Reducto en la época del batllismo, en el correr del año 1910. El 3 de agosto de ese año, el P. D’Elía solicitó la fundación a monseñor Ricardo Isasa, administrador apostólico de la Arquidiócesis de Montevideo, quien aprobó y bendijo la propuesta.
En medio de dificultades políticas y económicas, se logró colocar la piedra fundamental del templo el 20 de febrero de 1916, que fue bendecida por Mons. Juan Francisco Aragone, entonces arzobispo de Montevideo. El primer bienhechor fue el médico y senador Alejandro Gallinal, quien hizo aportes económicos para la compra del terreno y para la construcción del edificio.

Fachada del templo dedicado a San Miguel Arcángel en Villa Muñoz. Fuente: Romina Fernández
La voluntad del P. D’Elía era que el colegio y la capilla fueran inaugurados el 1°. de marzo de 1917, objetivo que llegó a cumplir. Según relata el diario El bien público, el sacerdote decidió que ambas obras llevaran el nombre de San Miguel Arcángel dado que “en Montevideo no había ningún templo dedicado a su honor”. El colegio abrió sus puertas el 17 de marzo con ciento seis alumnos varones.
En 1920, la capilla se erigió en parroquia y su primer párroco fue el P. Carlos Charles, quien además fue el segundo director del colegio.
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Marta nació hace setenta y tres años en Villa Muñoz y nunca se mudó. Pero, al igual que Andrés, estaba alejada de la Iglesia. Por ser integrante de la Sociedad Teosófica en Uruguay, encontró un librillo sobre la infancia de Jesús y sintió el llamado de acercarse a la parroquia. “En la primera misa que vine aquí, se leyó la parábola del hijo pródigo. Me emocioné al escuchar la homilía del sacerdote. No paré de llorar. Sentí una atracción muy grande que me hizo quedarme”. Este hecho sucedió hace casi treinta y un años.
—¿Qué recorrido hiciste en la comunidad?
—Empecé en la pastoral de la salud con el padre Vitale, visitando a los enfermos. Después, integré el grupo de oración carismática. Fui responsable laica en la parroquia y a nivel zonal. Estuve en grupos de revisión de vida durante doce años. Fui catequista de adultos hasta 2016. Hice el Trienio de Teología para Laicos. Ayudo en la liturgia y otros quehaceres. Hago un poco de todo.
Desde 1998, Marta integra el apostolado misionero de la Divina Misericordia. “Tenemos un grupo de once personas. Nos reunimos a orar el segundo miércoles de cada mes. Además, salimos a misionar de a dos por las calles del barrio durante el verano. Somos las ‘todoterreno’, como dice el cardenal Sturla”, comenta y sonríe.

Marta integra la comunidad parroquial desde hace casi treinta y un años. Fuente: Romina Fernández
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Es jueves por la tarde y Marta está sentada ante la mesa del despacho parroquial de San Miguel Arcángel (Concepción Arenal 1893). Lleva colgadas dos medallas: una de la Divina Misericordia y otra de San Miguel, que detrás tiene una imagen de la Virgen María.
Enseguida aparecen Andrés y el P. Pastor Cardozo, párroco de la comunidad desde 2017. Además de la mesa, en la sala hay una biblioteca repleta de libros, un armario metálico, dos guitarras y dos imágenes de san Juan Pablo II.
El P. Pastor —cincuenta y ocho años, pelo entrecano, lentes, camisa negra, buzo negro y pantalón negro— fue ordenado sacerdote el 25 de abril de 1999 en Roma por el papa polaco. “Estoy en el año del jubileo”, dice y se ríe.
Es paraguayo y llegó a Uruguay a finales de 2002, en plena crisis económica. Su primer destino fue en la parroquia Cristo de Toledo, donde estuvo durante quince años: “Estaba abandonada y arruinada”. En marzo de 2017 fue nombrado párroco de San Miguel Arcángel. “Fue una etapa totalmente distinta. Cuando llegué, la comunidad estaba formada, con varios servicios funcionando y había una estabilidad. Fue más fácil aterrizar aquí”, dice y vuelve a reírse.

P. Pastor Cardozo. Fuente: Romina Fernández
—El P. Pastor hizo más hermosa la comunidad —dice Marta—. Varias personas, que recibieron la primera comunión o se casaron aquí y vienen de visita, destacan la belleza de la parroquia. Eso fue gracias a él.
—Tenemos el plus de que el párroco es arquitecto y tiene buen gusto —cuenta Andrés.
El P. Pastor se recibió de arquitecto con veinticuatro años en Asunción, antes de ingresar al Seminario. “Tengo un gusto por el arte y la liturgia en el templo”. Desde que está al frente de la comunidad, hizo modificaciones en cuanto a la iluminación y la ubicación de la asamblea.
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—Los fieles de la parroquia prestan muchos servicios —dice el P. Pastor—. Ellos tienen una llamada pastoral de mediación, se ofrecen para distintos servicios: liturgia, pobres, visita a enfermos, misión…
—¿Las misiones barriales han traído frutos?
—Durante los cuatro domingos de tiempo de Pascua hacemos misiones por la mañana en las plazas más cercanas. Rezamos, cantamos y algún parroquiano da su testimonio. Algún curioso siempre hay. Cada año se acercan entre treinta y cuarenta personas, que después se integran en la vida de la Iglesia. Nuestro ADN es la evangelización —responde el sacerdote.
Villa Muñoz es conocido como “Barrio de los Judíos” debido a la inmigración judía europea que llegó a la zona a partir de finales del siglo XIX. “La zona es muy comercial. A la gente no le interesa la religión, pero la parroquia tiene presencia en el barrio”, dice Andrés.
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El Camino Neocatecumental está presente en la parroquia San Miguel Arcángel. En estos años se han conformado once comunidades, integradas por treinta personas cada una, que basan su fe en este itinerario de formación católica. “Los martes y miércoles de noche el templo está poblado de gente que viene a celebrar la liturgia de la palabra. Los sábados por la noche se celebra la misa para vivir el domingo en familia de cara a Dios”, dice el P. Pastor.
“Hay una unidad entre los hermanos de la comunidad y los del Camino Neocatecumenal. No caminamos por separado, porque somos un solo corazón. El gran corazón es Cristo y todos nosotros amamos a Cristo. Somos un solo cuerpo”, dice Marta.

El P. Pastor Cardozo durante la celebración de la misa. Fuente: Romina Fernández
Además de las celebraciones y actividades puntuales del Camino Neocatecumenal, hay un hermanamiento con otras parroquias de Montevideo que tienen en sus comunidades este movimiento. “Nuestros catequistas van a otras parroquias a dar una mano. Prestamos un servicio de misión”, dice el P. Pastor. “Es una forma de vincularnos”, agrega Andrés, quien colabora en la parroquia Cristo de Toledo, en Villa García.
Al ser secretario parroquial, Andrés tiene trato con la mayoría de quienes pasan por San Miguel Arcángel. “Hay unas cuatrocientas personas que viven su proceso de fe en la comunidad. Por imitación e invitación, la gente se acerca más a la Iglesia”.
—¿Qué huella dejó el P. Vitale?
—Varios adultos, que se acercan a la parroquia a pedir una fe de bautismo, cuentan testimonios impresionantes sobre él: su fanatismo por Nacional, sus visitas a las casas de familia, sus recorridas por el barrio, la cantidad de bautismos y casamientos que celebró —dice Andrés.
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La entrevista en el despacho finaliza. El P. Pastor, Marta y Andrés se dirigen hacia el templo para mostrar un cuadro de azulejos —obra de Magdalena Olaso— que tiene la imagen de San Miguel Arcángel y su oración de protección. Además, en la fachada del templo, hay un mosaico con la imagen del santo patrono, obra del artista Álvaro Errandonea.
El templo está en penumbras. Andrés enciende todas las luces y se observa a un joven rezando frente a la imagen de Jesús misericordioso. El párroco se acerca, le da una palmada en el hombro y lo saluda por su nombre. “Los jóvenes de la comunidad son perseverantes, aprenden a vivir en clave de discernimiento vocacional”, dice el P. Pastor.
Por: Fabián Caffa
Redacción Entre Todos

