Renovando nuestra entrega al Corazón de Jesús. Por la Hna. Natalia PES.
Este año, la pastoral diocesana de Montevideo nos invita a un tiempo de gracia y renovación: reavivar la consagración de nuestro país al Sagrado Corazón de Jesús. No es solo un evento histórico que recordamos con gratitud, sino un llamado urgente a redescubrir la profundidad de su amor y nuestra misión de anunciarlo. El beato Jacinto Vera, con su ardiente celo apostólico, comprendió que el Corazón de Cristo es la fuente inagotable de toda evangelización. Su obra no habría sido fecunda sin esta certeza: Dios nos ha amado primero y nos envía a llevar su amor al mundo.
Estas líneas buscan profundizar en la riqueza de la encíclica Dilexit nos y su enseñanza sobre el Sagrado Corazón de Jesús. ¡No se trata de una devoción del pasado! Es una clave esencial para nuestra vida cristiana y, sobre todo, para la misión catequética que nos ha sido confiada.
El Corazón de Jesús nos revela cómo es el amor de Dios: un amor que sufre, arde y se entrega sin medida. Nos habla de un amor que se hace vulnerable, que es herido por nuestras indiferencias y pecados, pero que sigue latiendo por cada uno de nosotros con infinita ternura. Nos enseña que la reparación no consiste en una tristeza estéril, sino en responder a este amor con fe, confianza y generosidad. Como nos recuerda Dilexit nos en el n.º 138, la devoción al Sagrado Corazón no debe reducirse a un aspecto dolorista, sino que debe brotar de la certeza de que somos amados y llamados a amar.
Pero, ¿cómo traducimos esto en nuestra catequesis? El mensaje del Corazón de Jesús nos impulsa a llevar a los niños y jóvenes a un encuentro real con Cristo, a mostrarles que su amor es vivo y transformador. Nos invita a transmitir un mensaje profundo sobre lo que realmente significa el amor y la entrega: ser catequistas no es solo impartir conocimientos, sino ayudar a que cada corazón arda con el deseo de Cristo. Por ello, nuestra enseñanza debe estar impregnada de un amor sincero y fiel, capaz de iluminar las vidas de quienes nos escuchan y llevarlos a una relación más profunda con el Señor.
El Corazón de Jesús también nos muestra el valor del sufrimiento ofrecido con amor. En la cruz, Cristo ha dado sentido a nuestro dolor y lo ha hecho fecundo. Todos, cristianos y no cristianos, experimentamos el sufrimiento, pero cuando unimos nuestras penas y esfuerzos a los de Cristo, estos se convierten en un medio de redención. Para el catequista, esto significa también el esfuerzo de preparar cada encuentro, de asistir con ánimo aunque a veces implique sacrificios, de seguir adelante incluso cuando los frutos no son inmediatos. Como dice Dilexit nos en el n.º 193, Cristo nos permite una libre cooperación con su Corazón en la obra de la redención, y cada acto de amor y fidelidad en la catequesis es una forma de unirnos más profundamente a su sacrificio y a su misión.
Como catequistas, estamos llamados a reflejar la mirada del Corazón de Jesús, a ser testigos de su amor que busca, perdona y restaura. Esta charla es una oportunidad para reavivar nuestra propia entrega y preguntarnos: ¿Cómo podemos hacer de nuestra catequesis una experiencia de encuentro con el amor de Cristo? ¿Cómo podemos consolar su Corazón y enseñar a otros a hacerlo? Debemos recordar que el Corazón de Cristo no es solo un símbolo, sino una realidad viva que nos llama a responder con generosidad.
En un tiempo donde muchos buscan sentido y esperanza, el Corazón de Jesús nos ofrece la respuesta más hermosa: un amor inquebrantable que nos invita a confiar, a entregarnos y a anunciarlo sin miedo. Nos llama a una conversión constante y a una vida de servicio, en la que cada acto de amor al prójimo es una forma de reparar las heridas de Cristo y del mundo. Como bien nos recuerda Dilexit nos en el n.º 193, cada pequeño gesto de caridad, cada sacrificio ofrecido con amor, nos une más íntimamente a él y nos hace partícipes de su misión salvífica.
Que el ejemplo del beato Jacinto Vera nos inspire a ser apóstoles ardientes de este amor y a renovar con alegría nuestra consagración personal y comunitaria al Sagrado Corazón de Jesús. En él encontramos la fuerza para seguir adelante y la certeza de que nuestra misión, aunque desafiante, está sostenida por un amor más grande que todo. Que cada catequista de Montevideo y de toda nuestra Iglesia reciba este llamado con el corazón abierto y dispuesto a amar, anunciar y servir sin reservas. No estamos solos: Cristo nos ha amado y nos envía. ¡Respondamos con alegría!