Desde el lunes 10 hasta el domingo 16 de febrero se desarrolló una nueva misión de seminaristas. Este año, las actividades fueron en las inmediaciones de la parroquia Cristo de Toledo, en Villa García.
«Con la fuerza misionera que les da el evangelio, pueden ir a anunciar a Dios”. Las palabras del padre Juan Musetti resonaron en los corazones de algunas decenas de seminaristas misioneros, provenientes del Seminario Interdiocesano Cristo Rey y del Seminario Arquidiocesano Misionero Redemptoris Mater.
Era la nublada mañana del miércoles 12 de febrero, y las amenazas de lluvia no impidieron que los jóvenes recorrieran algunas casas cercanas a la parroquia Cristo de Toledo, en Villa García. Después de rezar Laudes y del Oficio de Lectura, con el espíritu ya preparado y la bendición recibida, los seminaristas salieron a misionar. La consigna era clara: partir de dos en dos, acompañados por la Biblia y un rosario, a anunciar la Palabra de Dios y rezar con quienes aceptaran la oración.
“La verdad que —sorprendentemente y bendito sea Dios— el barrio nos recibió bien, y siempre nos entregó mucho más de lo que les podíamos llegar a dar. Estamos muy contentos, estos días han sido de fraternidad, de comunidad entre los dos seminarios, y de fortalecimiento interno para salir de misión y llevarles un poquito de Cristo a los vecinos”, explicó Charbel, seminarista de Cristo Rey, para luego reflexionar: “Creo que la importancia de la misión es llevar la Palabra de Dios, pero sobre todo dar a conocer que en Cristo todos somos hermanos, y que acá, esta parroquia —que además tiene muchos años y es referente de la zona— es un pilar para que todos puedan compartir ese sentido de familia. Sobre todo, si ocurre en la mesa de la eucaristía. Con la bendición del padre Juan Musetti tomamos conciencia de que la misma misión apostólica que recibieron los discípulos nosotros también la estamos viviendo. Hoy salimos nuevamente a recorrer el barrio, tanto de casas amigas como de vecinos que no conocen la parroquia. Hablamos con personas ateas, evangélicas y de otras creencias, pero siempre resultan momentos maravillosos”.
“La misión comenzó un poco rara, podríamos decir, porque el clima no nos dejó salir mucho en los primeros días, pero hoy es distinto”, acotó Samuel, proveniente del seminario Redemptoris Mater. “Tener esta experiencia de comunión siempre es linda, porque además sabemos que, al venir, en realidad Dios nos precede y nos ayuda. En mi caso llegué con un poco de temor, o pensando que soy joven y no tengo mucha experiencia, entonces no sé cómo la gente me va a recibir, pero siempre vuelvo contentísimo. Él nos guía, nos da las palabras para tener encuentros magníficos con los vecinos. En las misiones vemos que Dios es fiel, que está presente y nos hace capaces de anunciarlo. Para mí esta experiencia es un fruto enorme, todavía quedan unos días de misión, pero espero que sigamos aprovechándolos”, complementó con alegría.

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“Los tengo ahí, los veo siempre”, explicó Marcos, vecino de Villa García, mientras les señaló el templo. Pero prefirió no rezar con los jóvenes misioneros.
“Acá en Villa García hay muchas historias, estamos desde hace mucho tiempo en el barrio. Vimos pasar de todo. Hay muchas vivencias, con religión o sin religión, con política o sin política. A mí no me interesa nada de eso. Mi religión es la humanidad. Ni siquiera voto cuando hay que votar. Los respeto, a ustedes y a todos, pero tengo mis convicciones. Jesucristo existió, es un hecho comprobable. El significado que le demos a él tiene que ver con la fe de cada uno, que es personal”. Mientras hablaba con los seminaristas, se acomodaba sus largas rastas, que apenas se divisaban entre su vestimenta negra.
Marcos elige creer en los santos, porque es en ellos en quienes confía. Estuvo cerca de la muerte, y asegura que fue san Jorge quien lo salvó: “Lo viví cuando choqué con la moto, no me acuerdo de nada, pero estuve veintiocho días internado. Los médicos no creían que llegaría con vida, ni que aguantaría las tomografías, las radiaciones, todo eso. La situación era complicada, había operaciones y complicaciones, y solo me daban un cinco por ciento de posibilidades de sobrevivir. Vino San Jorge y me despertó, estoy seguro de que fue él. No me lo contaron, yo lo viví”.
—Que Cristo esté contigo y con tu familia —le dijeron los jóvenes seminaristas al retirarse.
—¡Y san Jorge! —exclamó Marcos, con convicción.

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Golpearon su puerta, pero no logró ver quiénes son. Minutos después, Olga decidió salir, algo temerosa. Fuera de su casa, alcanzó a ver la llamativa remera azul de dos chicos misioneros, y —con su escoba en mano— se acercó para hablar. Pero lo que Olga descubrió es que, en realidad, ni Samuel (del Redemptoris Mater) ni Rogelio (del Cristo Rey) habían estado unos minutos antes allí.
“Tuvieron suerte, hace cinco o seis años que estoy encerrada en mi casa. Además, hace veinte años que vivo sola. Me tengo que cuidar”, les explicó con lamento. A Olga le rompieron su hogar dos veces, una de ellas a las dos de la mañana. En los últimos tres años, llamó en siete oportunidades a la policía.
—¿Cree en Dios? Porque veo una cruz en el pecho
—No sé. No sé si creo en Dios —respondió Olga con una tímida sonrisa, luego de varios titubeos— Creo en los angelitos, espero que me protejan y les hablo todo el tiempo. Si alguien me escuchara en mi casa… ¡pensaría que estoy loca! (risas) pero es bueno tener compañía. También le hablo a las plantas. Antes creía en Dios, pero hace once años me operé de la columna, luego de estar cinco años sin caminar, llorando de dolor. Le pedí que me ayudara, pero no lo encontré. Por eso me gusta pensar que hay algo más allá, en el universo.
—Dios siempre nos acompaña, aunque no lo veamos o pensemos que no está, sobre todo en los momentos de dolor —le contestó uno de ellos.
Olga se quedó con los dos seminaristas. Los segundos se convirtieron en minutos, y las agujas del reloj se movieron con velocidad. La charla se interrumpió media hora después.
Una camioneta policial tocó bocina. Delante transitaba una moto, sin identificación y con un ocupante sin chaleco ni casco. El conductor del birrodado hizo un ademán con su brazo derecho y lanzó un insulto al aire, mientras asomó su cabeza por encima de su hombro izquierdo. La velocidad aumentó, y la moto se perdió entre el césped. El vehículo policial dio la voz de alto, pero sin éxito. La persecución se perdió de vista.
—Hay que cuidarse de todo. Tengo hasta la puerta reforzada con hierro. Casi ni salgo. He ido a la Iglesia, cuando hacen algún pesebre o en otras fechas, pero hace varios años que ya no voy. El párroco es joven, no sé cómo se llama, pero es muy simpático. Pasa por acá y siempre saluda, lo conozco solo de pasada.
Minutos después, los seminaristas se despidieron de Olga, le regalaron un rosario y siguieron su camino.
—Que Dios te bendiga
—Que… el universo los acompañe —les dijo Olga, con otra sonrisa más.

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“Acá estamos todos bautizados”. El comentario sirvió como aviso, pero esta misión es diferente. No se trata de “ofrecer” sacramentos, sino de hablar de Dios.
Del otro lado de la reja los recibió Miguel, vecino evangélico. “Les agradezco venir porque no hay nada más importante que la fe. Es hermoso escuchar la Palabra, porque es donde se mueve el Espíritu Santo. Cuando la escuchamos hay paz, hay seguridad, hay gozo. Estos son los frutos. Todo se trata de la presencia de Dios”.
—¿Venís a la barbería? —preguntó Miguel, instantes después, mientras su mirada se dirigía hacia la calle, donde lo esperaba una mujer con un niño. Se alcanzó a escuchar un no como respuesta, y la conversación se centró en temas eléctricos. Los seminaristas no se sorprendieron, ya estaban acostumbrados a que su misión tuviera interrupciones.
“Hay un beneficio de escuchar a Dios, porque a nosotros nos rodean los milagros. No los vemos, pero están. Su Palabra es actual, cuando leemos la Biblia, todo lo que está escrito nos habla y tiene poder sobre nosotros. Es doloroso ver que hay personas que creen en Jesús pero no están dispuestos a sintonizar con su mensaje. Por ejemplo, con las relaciones fuera de la pareja o del matrimonio. ¿Se prohíbe porque sí? Es porque no comprendemos la dimensión de nuestra sexualidad y cómo, al casarnos, nos convertimos en una sola carne. No terminamos de entender su Palabra”, afirmó Miguel, al volver.
Cuando los seminaristas culminaron su mensaje y se disponían a retirarse, Miguel les ofreció su bendición: “Padre Santo, en el nombre de tu Hijo, Jesús, bendice a estos jóvenes que andan predicando tu palabra y animando para levantar a los caídos. Señor, que con tu palabra preciosa y hermosa, puedan entender que llevan la vida de Dios. Bendícelos, dales sabiduría, Señor. Amén”.
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2 Comments
muy interesantes informaciones .
muchas gracias
ahora ¿ en qué lugar o pagina puedo encontrar los horarios en las diferentes Iglesias de Montevideo y de todo el país respecto a las celebraciones durante nuestro tiempo cuaresmal y Semana Santa incluida ?
«entre todos » ,no llega a muchos lugares,por lo que
,esperamos información en la web al respecto .
Muchas gracias ,
Saluda ante,
Ana M.Héguy
viva CRISTO REY !!!
¡Buenas tardes, Ana María! Acerca de los horarios de las celebraciones, en la sección «Parroquias y capillas» de nuestra web (icm.org.uy/horarios-de-misa) aparecen las parroquias de nuestra arquidiócesis con sus respectivos horarios, pero no contamos con esa información a nivel nacional. Con respecto a Semana Santa, recibiremos consultas por nuestra web y redes sociales y averiguaremos las misas que nos soliciten. ¡Saludos!